jueves, 23 de febrero de 2017

Una historia sobre acoso no sexual

Hoy en la tarde, después de llevar a mi madre a que pida su consulta para rehabilitación, me encuentro con que F -un wey al cual eliminé del Facebook desde hace como 6 meses y al cual bloqueé de Messenger hace como 5- ha stalkeado mis fotos en Twitter y me ha mandado un mensaje preguntándome qué fue lo que hizo para merecer mi indiferencia. O bueno, algo así.

Yo técnicamente no tengo por qué andarle dando explicaciones a nadie sobre qué decisiones voy a tomar con respecto a mi vida. Es estúpido, absurdo y completamente innecesario. Dar explicaciones sobre algo a alguien es como pedirle permiso para hacer las cosas. Por eso nunca he entendido esa necesidad de la gente de publicar en Facebook que va a hacer limpieza de contactos, soy de la idea de que si esa persona quiere mandar a todos al diablo en sus redes sociales está en su derecho y los demás lo tienen que aceptar. No hace daño a nadie, no afecta a nadie, así que no tiene por qué excusarse. Sin embargo, a pesar de eso, decido decirle a F mis porqués, o al menos parte de ellos.

Le respondo que lo borro porque me hace sentir incómoda. Le explico que así como nadie puede obligar a nadie a sentir deseo o amor por él, nadie puede tampoco obligarte a que seas su amigo. La simpatía, del mismo modo que el amor, no es algo que puedas forzar, es algo que sientes o no sientes. Yo le digo a F que esa simpatía nomás no la puedo sentir por él. Le digo que es mi última decisión. Le pido de favor que no intente volver a contactarme y que borre mi teléfono de su lista de contactos. Le doy a entender que, de lo contrario, tomaré medidas drásticas con tal de alejarlo. Y por último, le aclaro que soy dueña de mi vida, y que si para mí lo más sano es no hablarle, entonces él lo debe respetar. Posteriormente, lo bloqueo de Twitter, evitando de este modo que intente volver a contactarme.

Y no obstante con esto, tengo miedo. Porque F ha provocado que lo tenga. Porque F es producto de sus circunstancias. Las circunstancias son producto de determinada sociedad. Y la sociedad en la cual vivimos hace que las mujeres tengamos miedo.

Quisiera decir que como mujer que soy sólo le tengo miedo a los piropos en las calles cuando llevo falda (o cuando no la llevo, la verdad es que a los acosadores les da igual), o a los arrimones y apretones en el metro (que bien puedo evitar con un manotazo o con palabras). Pero no, mi miedo va mucho más allá. Temo que me violen. Temo que los coches con vidrios polarizados que pasan cerca de mí puedan secuestrarme. Temo que me maten después de abusar de mí. Pero, increíblemente, tengo miedo hasta de algunos hombres que, en apariencia, sólo quieren una bonita amistad conmigo. Tengo miedo de hombres como F. Y pensará el lector que estoy agarrando parejo contra todos los hombres porque eso hacen las feministas: odiarlos sin razón aunque tengan buenas intenciones. Pero ciertamente no es el caso. Quisiera que se tratara de una exageración, pero no lo es.

Mi historia con F comenzó el año 2014. Él era un bicitaxista de mi rumbo. Yo era una profesora adjunta que vestía elegantemente cuando le tocaba trabajar. Nunca lo supe directamente de ellos, pero sí había escuchado rumores de que los bicitaxistas de la base hablaban de mis atributos físicos entre ellos y más de uno intentó ligarme. Entre ellos, F.

Yo pasaba por un extraño momento de depresión. Mi ex me había traicionado con una de mis "mejores amigas" y justo por aquellas épocas (finales de año) andaba pasando de la etapa de ardida a la etapa de conocer gente nueva. F parecía buen muchacho, comenzó a hablarme, me cayó bien e intercambiamos teléfonos. Hasta ahí, todo "normal".

No obstante, el muchacho comenzó a desarrollar conductas que empezaron a incomodarme. Llamaba a cada rato. Mandaba mensajes preguntándome, sin conocerme y sin saber realmente nada de mí, cómo me gustaban los hombres y qué buscaba en ellos. Llegué a tener 25 llamadas perdidas en cuestión de minutos. No tuvo ninguna discreción y me stalkeó en cuanto me agregó al Face y hasta me lo dijo por Inbox como si fuera un triunfo.

Decidí decirle la verdad como a los 2 meses, cuando me convencí de que definitivamente no quería algo con él: que nunca seríamos nada. Eso fue como un mes antes de tan siquiera conocer la existencia de mi novio actual, así que Neftali realmente no tuvo que ver con la decisión. Aun así, el tipo me pedía que le mandara fotos. Insistía en contarme sus experiencias sexuales pese a que le pedí que ya no lo hiciera. Se irritaba con facilidad por cualquier cosa y me la hacía de tos por tonterías. Me borró por una vez que decidí no contestarle los Inbox. Lo bloqueé. Al poco rato mi novio hizo oficial por Face nuestro compromiso y lo posteé en Twitter (red social a la cual F aún tenía acceso). Vio la noticia, me preguntó si era cierto y le dije que sí. Me insinuó que conservaba las esperanzas con respecto a "lo nuestro". Le dije que ésas debió haberlas perdido desde que le dije que no y que Neftali no había influido en esa decisión puesto que no lo conocía. Afirmó no acordarse de eso pero dijo que cambiaría y que a partir de ahí nos llevaríamos bien. Me pidió otra oportunidad y accedí.

Sin embargo, no me sentí mejor. Sí, nos llevábamos "bien", pero seguía incomodándome. Me insinuaba que seguía sintiendo deseo por mí. Insistía en seguirme contando sus experiencias de cama. De repente me preguntaba que si seguía con Neftali para saber si "ya había esperanza". Me preguntaba también si era detallista con mi novio y cuando le decía que sí, me decía que "como éramos amigos, igual podía ser detallista con él".

Soporté todo eso porque a pesar de mis reclamos él insistía en que quería que fuéramos amigos y no otra cosa y que las insinuaciones sólo eran broma porque además ya andaba con alguien y hasta me mandó una foto de él y su novia juntos. Creía que era paranoica. Pensaba que me estaba dejando llevar por mis miedos, los cuales me han vuelto un tanto desconfiada con la gente (y sobre todo con los hombres, por razones obvias). Sin embargo, la gota que colmó el vaso fue cuando llamó a mi celular avisándome que estaba fuera de mi casa y que me esperaba.

Siempre me ha fastidiado que la gente me dé "sorpresas". No soporto que me visiten sin avisarme antes o tener citas improvisadas. Se me hace una completa falta de respeto a mi tiempo y a mis planes. No lo aguanto en una persona de confianza y no siento que tenga la obligación de aguantarlo en una que NO es de mi confianza porque no sólo lo considero falta de respeto sino invasión a mi privacidad. Decidí que no iba a tolerar este tipo de conductas tan abrumadoras que pasado un poco de tiempo lo eliminé de mis contactos.

Pensé que el mensaje estaba claro pero pasado un mes F me mandó un Inbox. Decidí bloquearle los mensajes. No supe nada de él hasta hoy, que descubro que no sólo me pide una explicación, sino que le da Me Gusta a fotos de hace medio año siendo que yo ya lo bloqueé de otras redes y en teoría ya debería entender que no quiero que tengamos comunicación.

Sé que F no es mal tipo. Sé que tiene traumas que lo han llevado a comportarse como se comporta. Sé que no me hará daño ahora que tomé esta decisión y a pesar de que sabe dónde vivo y podría hacerlo. Incluso sé que era sincero cuando decía que quería ser mi amigo ya que no podía ser otra cosa. Pero...¿eso lo justifica? ¿eso justifica que me llame 25 veces y me pida que por favor responda, haciéndome sentir incómoda? ¿justifica que quisiera contarme insistentemente sus experiencias sexuales pese a mi reticencia? ¿justifica que me stalkee y hasta piense que eso es "bueno" porque, como dicen por ahí, "si no te stalkea no te ama"? ¿justifica que se presente a mi casa sin avisar y crea que, como "somos amigos" tengo la obligación de presentarme cuando él quiera ante él?

La respuesta a todo creo que debería ser obvia. Pero para muchos no lo es.

Para muchos no lo es porque esta sociedad normaliza el acoso y además supone y cree que las mujeres tenemos la obligación de corresponer cualquier forma de afecto que las personas nos muestren. El fenómeno conocido como "Friendzone" es la prueba de ello: los hombres creen que estamos obligadas a corresponderles porque son "lindos" con nosotras (entendiendo "lindos" como sinónimo de "detallistas" cuando el amor va más allá de las cosas materiales, si hemos de ser francas). Y hay memes en donde se dice que los hombres que friendzonean son "héroes sin capa" porque "vengan a todos los soldados caídos". Y podría pensarse que esto aplica sólo en las relaciones amorosas, pero parece que hasta en la propia amistad aplica, y F es la prueba de ello.

F llegó a decirme que, sin importar lo grosera que fuera y lo mal que lo tratara, él intentaría ganarse mi afecto. En ese momento aún no era feminista y no lo pensé con detenimiento, pero visto bien, sonaba como a ésos que te dicen que, aunque los maltrates y les pegues, seguirán luchando por tu amor. Y se espera de nosotras que, ante esos hombres "persistentes", sintamos ternura, o compasión, cuando lo que deberíamos sentir es miedo. Una persona así es asfixiante, abrumadora. Una persona así no te ama simplemente porque no respeta tu libre albedrío.

F me llegó a contar que, antes de conocerme, le había llegado a una chica que le dijo que no y que ya andaba con alguien. Me pasó fotos de ella presentándomela como "su adicción". Me decía que a pesar de todo continuaba rogándole. Y aun así se quejaba de ser "el eterno amigo", porque no veía lo malo de su conducta enfermiza.

En un capítulo de la 3era temporada de Dr. House uno de los pacientes es un adolescente que juega ajedrez. Es arrogante, pedante y déspota, casi como el propio House. Su madre atribuye su mal carácter a la enfermedad por la cual está en el hospital (y que en realidad se desconoce aún) y le dice al Dr. Foreman que el mal comportamiendo del niño no es su culpa, a lo cual Foreman responde: "Si tuviera tuberculosis no sería su culpa, y aún así no dejaría que me tosiera en la cara". Justo así me siento con F: sé que él no nació así y que es como es por culpa de su pasado. Pero le temo, porque ve el acoso de una manera tan normal que presiento que a pesar de mis esfuerzos lo va a volver a hacer. No temo un secuestro o violencia por parte suya porque sé que tampoco es malo. Pero la maldad no es sólo un asunto de violencia o rapto. La maldad puede estar hasta en los actos más nobles y bien intencionados. 25 llamadas perdidas hechas con la mejor de las intenciones te pueden traumar. Ir a la casa de alguien sin avisar para "darle una sorpresa" puede bastar para frikear a cualquiera. Stalkear las fotos de una persona que ya decidió no tenerte en su vida sólo porque "te gustaron" no está chido.

Evitemos estas situaciones. Eduquemos a los niños para no hostigar. Eduquemos a las niñas para no enternecerse con este tipo de conductas. Eduquemos para que la gente aprenda que "No" es "No". Enseñémosle a las personas que el afecto se da, no se fuerza. No normalicemos estas conductas porque no están chidas. El acoso no es un juego, no es divertido, no da gracia. Paremos ya.

sábado, 18 de febrero de 2017

Explicando el nombre del blog

No, no soy lesbiana ni bisexual. Y sé que habrá quienes me estén odiando al leer esto porque pensarán, en su retorcida cabeza que todo lo malentiende, que estoy diciendo esto con modos despectivos como si ser lesbiana o bisexual fuera malo cuando no, no pienso que lo sea, simplemente no lo soy y creo que es respetable. Si aclaro mi preferencia sexual es porque hoy en día "el clóset" parece estar reservado sólo para la comunidad LGBT. Sin embargo, para mí "el clóset" representa el ocultamiento en general, el esconderse, el avergonzarse de algo que no se quiere reconocer abiertamente, se trate de parafilias, de gustos culposos o de ideologías que la mayoría podría ver como malas.

Sí, la homosexualidad sigue siendo mal vista. Tal vez no como antes y de hecho no es como que sea mal vista en todo momento. Si yo le pregunto a alguno de mis amigos (varones) qué siente al ver a dos mujeres besándose y tocándose ninguno me dirá que repugnancia. Y literal, NINGUNO. Ni siquiera mi novio lo dirá por consideración a mí y, a decir verdad, yo tampoco tendría por qué ocultarle que me pone bastante la escena erótica que hay entre Gael García y Fele Martínez en "La mala educación", de Pedro Almódovar (sí, nadie quería saberlo, lo sé, no me importa).

Pero poniéndonos serios de nuevo y siendo completamente francos, admitirte homosexual no es lo peor que te pueda suceder hoy en día. Sale peor admitir que eres fanático de Hitler, de Fidel Castro, de Kim Jong-un o hasta que apoyas a Donald Trump. Pero aún peor que los anteriores sale reconocer que eres feminista.

Y de esto es sobre lo que hablaré en este blog.

Sí, el clóset del cual salí recientemente es el del feminismo y fue un paso que tal vez debí dar desde hace algún tiempo. No diré que desde hace años porque una no "nace" siendo feminista por el simple y sencillo hecho de que la conciencia de género la vas teniendo hasta que te sabes mujer y sabes todo lo que el serlo implica.

Para mí ser mujer ha significado muchas cosas a lo largo de mi vida. Conflictos con mi propio género (porque al parecer nos educan para echarnos la culpa entre nosotras de lo malo que nos pasa en vez de educarnos para ser protegernos entre nosotras), rechazos y hasta reclamos por parte de la gente que cree y está firmemente convencida de que hay conductas que las mujeres deben tener (como no decir groserías y ser "cursi"), rumores que me han inventado (porque siempre es más fácil llamar "puta" a una mujer en vez de simplemente reconocerle sus capacidades), acoso sexual independientemente de la ropa (porque sí, también puedes sufrir acoso aunque no te vistas femeninamente ni te arregles), bromitas de mal gusto que no dan puta risa por parte de gente que cree que una mujer sólo puede estar de malas si no ha cogido o está en sus días (porque claro, no existen los problemas familiares, o el estrés escolar/laboral, sólo existen el sexo y la menstruación)...por mencionar algunas.

Pero más recientemente, ser mujer ha significado también sentir dolor. No hablo solamente por los cólicos o esas necesarias pero incómodas y torturantes visitas al ginecólogo que pueden hacerte sentir hasta ultrajada. Hablo de la enfermedad, de la pérdida. Esas pérdidas que sólo las mujeres tenemos.

Dicen por ahí que hasta que no te pasan las cosas no las comprendes. Hace algunos años yo pertenecía a ese grupo social conformado por la mayoría de las personas que condenan a las mujeres por su comportamiento en vez de simplemente entenderlas. Mis constantes pleitos con mis congéneres (generalmente empezados por ellas y no por mí) me hacía odiarlas, me hacía preferir la compañía masculina a la de ellas. Mi escasa inclinación por la ficción sentimental me hacía pensar que las mujeres eran intelectualmente "inferiores" a los hombres porque mientras éstos escribían de todo, la literatura hecha por mujeres tendía más a la emotividad o tocaba ésta de alguna u otra forma. Mi negación a "comportarme como mujer" me hacía renuente a aprender a cocinar o a ver de buena manera las labores domésticas. Incluso si un hombre demostraba sus sentimientos caía en la conducta estúpida de decir que estaba "mostrando comportamientos femeninos".

Sin embargo, la vida al parecer quería demostrarme que estaba en un error y hubo dos factores que resultaron determinantes para entender que yo estaba mal: mi "renacimiento" en Youtube y mi reciente enfermedad (la cual está relacionada con el dolor del cual hablé en párrafos anteriores).

Por un lado, Youtube me enseñó que, haga lo que haga, como mujer siempre voy a tener las de perder. No importa qué me ponga, siempre habrá comentarios de gente poniéndole más atención a mi físico que a mi contenido, sea para atacarme, sea para "halagarme", el punto es que siempre se pasará por alto si me partí la cabeza escribiendo un guión. Si digo groserías siempre se me va a condenar más que a un hombre que diga la misma cantidad de groserías que yo.

Por el otro, la enfermedad me enseñó que debo ser más comprensiva con mis congéneres aunque ellas no lo sean conmigo. Porque también en cuestiones de salud llevamos la de perder y no conforme con eso no siempre se nos brinda la ayuda que quisiéramos. A veces, incluso, nos exponemos al abandono y al rechazo provocabo por reglas sociales que imponen que "las mujeres estamos hechas para ciertas cosas" a pesar de que a veces la salud nos imposibilite hacer dichas cosas. A los hombres no siempre les importa si una de las principales causas de muerte entre las mujeres es el cáncer de mama y que éste las lleve a extirparse los senos, porque para algunos hombres los senos y no tus acciones son lo que te hacen mujer. A los hombres y a la familia misma no siempre les importa si tienes cáncer de útero o de matriz y tienen que quitártelos para salvar tu vida, porque sin útero y sin matriz "no eres mujer" porque "no puedes dar vida" (como si la procreación fuera nuestro último fin).

Es curioso que unos detalles tan aparentemente nimios como la vida en internet como persona pública o la salud pudieran hacerme cambiar de parecer y unirme a la lucha gracias a la cual puedo, entre otras cosas, escribir este blog.

Desde hace algunos meses, cuando empecé a manifestar ciertos comportamientos característicos de una feminista, más de uno me llegó a llamar "feminista de clóset". En su momento me enojé, sentí rabia de que me tildaran de algo que hasta entonces aparentemente había rechazado y hasta condenado. Sí, yo también creía que el feminismo era un cáncer social, tal y como muchos llegaron a pensar hace algunos años de la homosexualidad. Sí, yo también fui ingrata, porque gracias a este movimiento estudié una carrera y puedo hacer contenido en Youtube, aun con todo lo que esto implique, y nunca lo agradecí. Sí, yo también fui ignorante. Sí, yo también fui cruel con mi género y hasta con el opuesto. Sí, yo también creía en los prejuicios de género y en que un hombre no podía manifestar sus emociones porque entonces era un marica. Sí, yo también llamaba "putas" a las mujeres sólo porque usaban determinado tipo de ropa aun sabiendo que a mí otros me han llamado "puta" antes sin merecerlo y por exactamente las mismas razones.

Sí, fui una idiota, pero ya no lo soy más. Por eso "salí del clóset" y ahora asumo lo que soy: soy feminista y, como muchas, quiero igualdad de oportunidades. Quiero salir a la calle sin sentir miedo. Quiero que se me deje de condenar por mi físico y se me reconozcan mis capacidades. Quiero ayudar a otras mujeres con sus problemas de salud para que no pasen por lo que pasé yo hace poco. Quiero que mi novio deje de avergonzarse porque le pago la cuenta. Quiero que llore con total libertad si cree la necesidad de hacerlo. Quiero ayudar a que las cosas cambien y para eso quiero crear aunque sea una pequeña conciencia. Por eso este blog.

"Confesiones de una desenclosetada" será, básicamente, una bitácora de mi vida después de asumirme como feminista. Porque sí, cuando te asumes como feminista siempre hay un antes y un después: un antes en el cual muchas personas tal vez no pensarán como tú pero no te echarán tanta bronca y un después en el cual, aunque te comportes igual que siempre, ya por el solo hecho de autonombrarte "feminista" te van a empezar a tratar distinto. No será muy diferente a mis otros b(v)logs (sí, con las 2 porque tengo de los 2 tipos, como ya sabrán). Seguiré siendo una traumada loca que ama despotricar. Pero siempre desde la perspectiva del feminismo. Para ser neutral ya tengo "Nikte en Wonderland"...o bueno, más o menos.

Bienvenidos al confesionario y pues...¡anímate, tú también puedes salir del clóset, no estás sola(o)!