En este mundo hay mil cosas por ver y leer y en las cuales podríamos emplear nuestro tiempo de una manera agradable. Pero a veces como que convenientemente se nos olvida y volvemos a ver lo que ya nos chutamos primero en televisión abierta, en el canal 9, todos los días, a las 7 de la noche, durante el año 2001 y parte del 2002, para chutárnoslo otra vez en su versión infantil, para después volvérnoslo a chutar durante lo que resta del 2002 y parte del 2003 pero ahora cada fin de semana, para volvérnoslo a chutar después en su versión mexicana pésimamente actuada e innecesariamente alargada, para volvérnoslo a chutar luego en su retransmisión diaria pero ahora en canal 2 y a las 12 de la tarde y, finalmente, para chutárnoslo por internet porque...¿por qué no?
Sí, adivinaron, estoy hablando, ni más ni menos, que de la telenovela más exitosa de todos los tiempos, "Yo soy Betty, la fea", una teleserie colombiana que se empezó a transmitir en 1999 en su país de origen pero que acá a México llegó como dos años después, cuando yo iba en tercero de primaria. Y bueno, lo descrito en el párrafo anterior es una exageración, porque realmente no la vi cuando la transmitieron por primera vez dado que a esa hora me encontraba haciendo tareas, aunque sí pescaba uno que otro momento cuando iba a mi habitación con cualquier pretexto y con el firme propósito de pescarle algo a la serie que lograba que incluso mi papá -que casi nunca se emociona con las series y que puede jactarse de haber visto las 8 películas de Harry Potter en el cine sin haber entendido ni madres de lo que vio en cada una de ellas- se riera de las peripecias de los personajes. Tampoco vi la retransmisión de los fines de semana porque una niña de ocho años siempre tiene cosas más importantes qué hacer los sábados que ver telenovelas, como jugar a que sus barbies y ella están en su propia versión de "Querida, encogí a los niños". Pero lo de la versión infantil sí es verdad, al igual que lo de ver la adaptación mexicana -aunque no completa, porque en cierto momento se volvió tan pinche mafufa que preferí ver "Lola, érase una vez"- y al igual que lo de verla por internet.
Esto último lo he hecho dos veces en los últimos dos años, aunque tampoco de manera regular. En realidad, me gusta omitir toda la parte del romance y pasar directamente al climax de toda la historia, que es cuando Beatriz ya sabe que la están utilizando para no perder Ecomoda y decide que va a sacar a su perra interior; esto, al mismo tiempo que Armandito descubre que su poco agraciada secretaria no le es tan indiferente como piensa y que, de hecho, ya lo trae obsesionado y comiendo de la palma de su mano sin necesidad de toloache o vudú, sino con su entrega, dedicación, devoción y...bueno, un poco de...ya saben, ciertas "habilidades".
Pero ya hablando en serio, mientras veía fragmentos de algunos capítulos de esta teleserie amada por muchos y odiada por casi nadie (o al menos yo no conozco a nadie que la odie), noté varias cosas que, por lo que alcancé a leer en los comentarios de los usuarios de Youtube -que, del mismo modo que yo, al parecer no tenían nada mejor qué hacer con sus vidas que volver a ver "Yo soy Betty, la fea"-, pocas personas notan y de las cuales creo que vale la pena hacer algunos señalamientos. Así pues, permítanme anunciarles que hoy inauguro nueva sección en este blog en la cual analizaremos series y películas usando las gafas violetas, y pues qué mejor que comenzar con la telenovela más vista, traducida a más idiomas y con más adaptaciones de todos los tiempos.
Para empezar este análisis, quiero retomar lo que dije sobre los comentarios en el párrafo anterior. Como ya lo mencioné, mis escenas favoritas de toda la serie son aquellas que empiezan cuando Betty decide dejar atrás a la mujer crédula y devota que aceptaba gustosamente ser "la otra" en el nombre del "amor" para dar paso a la hija de puta que puede llegar a ser y, si las personas que leen esta entrada han visto el programa o tienen aunque sea una vaga idea de lo sucedido durante aquellos capítulos, recordarán que durante estos episodios es de lo más normal que Armando le haga escenas de celos a Betty, la siga a todas partes, la espíe cuando está acompañada de Nicolás, le dé sus putazos a Nicolás cuando éste comete el imperdonable pecado de pasar por Betty a la casa de su amiga enferma e incluso bese a Betty en contra de su voluntad, esto no sin antes ponerse una santa borrachera de aquéllas y posteriormente gritarle que "hará con ella lo que a él se le dé la gana" porque "ahora es el Armando en el cual ella lo convirtió".
Y miren...no, lo preocupante no es que ésta fuera considerada la pareja favorita de muchos. Ni siquiera es preocupante que, con todas estas actitudes, la novela haya sido y continúe siendo tan aclamada. No, porque sí, soy feminista, pero si algo me enseñó mi paso por la universidad es que el contexto histórico siempre es importante, sobre todo si queremos emitir una opinión crítica sobre algo. Es estúpido decir que "no nos gusta una obra medieval porque es machista" siendo que generalmente dichas obras son escritas entre los siglos V y XV, y pues...no es como que el feminismo estuviera precisamente en boga durante ese periodo histórico, ¿saben? Y es cierto, esta telenovela tampoco es de la época medieval y, si bien es cierto que comenzó sus grabaciones el siglo pasado, es más de este siglo que del XX por la obvia razón de que casi todos sus capítulos se grabaron durante principios del XXI. Pero 16 años son 16 años. No es lo mismo 1950 que 1966 ni 1966 que 1982. Así pues, no es lo mismo 2018 que 2002. En 2002 los mexicanos apenas estábamos teniendo acceso a internet, no existían Facebook ni Twitter ni Instagram y, hablando del tema que nos concierne en este blog, en 2002 era más normalizado el acoso, no se hablaba casi de feminismo a pesar de que éste ya era una realidad, mucho menos se pensaba en el lenguaje incluyente y a nadie se le habría ocurrido crear el movimiento #MeToo. Eran, pues, otros tiempos, nos guste o no nos guste, y en este sentido, puedo entender que nadie se quejara de las conductas nocivas de los personajes de esta telenovela, la cual sigue teniendo sus méritos y su valor independientemente de estos aspectos no imperdonables pero sí cuestionables. Pero vamos por partes.
Como venía diciendo, lo preocupante realmente no es que se reflejaran conductas así y que incluso se vieran como algo normal. Lo que en serio me perturbó fue que hoy, en pleno año 2018, la mayoría de los comentarios que leí mientras veía estos capítulos eran...positivos. No sólo positivos, sino que, literal, ensalzaban las conductas de Armando, y casi todos los usuarios que lo hacían eran...sí, adivinaron, mujeres. Comentarios del tipo: "aww, me encanta Armando cuando está celoso", "ay, no, si a mí un hombre como Armando me pide disculpas con esa carita, yo lo perdono. Betty no tiene corazón", "aww, amo que la bese a la fuerza" son sólo algunas de las joyas que me encontré. Joyas que evidenciaban cómo hoy en día se sigue viendo como algo "bonito" que alguien te cele, te persiga y le parta su puta madre a la persona que te está acompañando porque al parecer eres de su propiedad y no tienes derecho a salir con otras personas; cómo hoy en día se sigue pensando que sí, un wey te puede utilizar y burlarse con sus amigos del asco que siente cuando te besa o cuando se acuesta contigo porque basta con que ponga carita de borrego a medio morir para que lo perdones porque si no entonces no tienes corazón; cómo se ve como algo "sexy" y "romántico" que alguien te bese a la fuerza (porque pues...¿quién necesita respeto cuando hay "amor"?), bajo los efectos del alcohol y que además remate su acto con que "puede hacer contigo lo que se le dé la gana" porque pues..."en eso lo has convertido con tus acciones" y, ergo, es tu culpa.
Para los que tenían la duda, se los aclaro: lo anterior es violencia de pareja, no hay más. Y sí, es preocupante que hoy en día, con toda la concientización que está habiendo con respecto al tema se siga viendo algo que claramente es violencia de género como algo "hermoso" y, sobre todo, es preocupante que quienes así lo vean sean las mismas mujeres, pues no sólo nos deja en claro lo mucho que hay por hacer al respecto, sino que nos prueba que sí, lamentablemente, solemos ser las primeras en ejercer el machismo o en continuarlo.
Pero, por si andan creyendo que ésta es la típica entrada feminazi en la cual satanizo única y exclusivamente al hombre, permítanme decirles que para nada y que si algo tiene esta serie es que hay demasiada tela de dónde cortar y en mucho más de un sentido, por lo cual habrá material de regodeo y disfrute para todos, pueden perder cuidado.
Hablemos, por ejemplo, de la conducta de nuestra protagonista, a la cual quizás más del 90 por ciento de los televidentes considera una víctima cuando de hecho no lo es en lo más mínimo. Y es que...¿puede ser una víctima una persona que sabe desde el comienzo que el susodicho está comprometido y aun así se involucra con él? Definitivamente no, y no se le justifica por muy enamorada que estuviera del galán, por muy inalcanzable que lo considerara en un inicio y por muy emocionada que estuviera de que por fin le hiciera caso. Se entiende, sí, pero no se justifica. Del mismo modo en el cual no se justifica su proceder cuando descubre la verdad, si bien es cierto que se siente chingón y hasta catártico que por fin deje de portarse como una quinceañera y empiece a sacar las garras. No, no estuvo bien que empezara a despilfarrar dinero de la empresa, ni estuvo bien que se comprara un carrazo con dicho dinero, ni tampoco que le quisiera dar celos al tipo en vez de simplemente encararlo y decirle las cosas como eran ni que a la mera hora decidiera vengarse y exponerlo enfrente de todos. La violencia sólo engendra más violencia y sí, Beatriz fue víctima, pero también victimaria porque muchas veces las relaciones tóxicas son así: un círculo vicioso en el cual tú me haces y yo te hago y así nos la seguimos en vez de simplemente hablar para tratar de aclarar la situación o, si no es posible esto, cortar por lo sano. Y sí, sí, sí, ya sé que de haber procedido de este modo no habría historia qué contar, sólo digo lo que las personas verdaderamente pensantes tendrían que haber hecho.
Ésta no es, por cierto, la única relación tóxica de toda la serie. La de Aura María y Freddy también lo es, e igual las de Sofía e Inés con sus respectivos exesposos. Sin embargo, éstas se venden como tóxicas e insanas desde el principio, cosa que no ocurre, por cierto, con la relación protagónica, o al menos no de acuerdo con los estándares y el contexto de finales de los 90.
Pero las relaciones tóxicas no son lo único, el machismo es algo que siempre está presente, independientemente de si hay o no hay una relación sentimental de por medio. Mario Calderón, por ejemplo, puede caer simpático por su carisma y su sentido del humor, pero no deja de ser el clásico patancete que cosifica a las mujeres y hasta se cree con derecho a decidir quiénes sí lo son y quiénes no, y basta con ver el capítulo en el cual le dice a Armando que empiece a salir con "mujeres de verdad" para que olvide a Betty porque pues...según la lógica de este man, el que Betty haya nacido con vagina y pueda menstruar no basta para que sea considerada una mujer. ¿Y cómo olvidar a Daniel Valencia? El hombre que se la pasa denigrando a cuanta mujer se le pone enfrente: a Betty porque es fea, a Patricia porque no lo es, a una diciéndole prácticamente que no tiene derecho ni a arreglarse ni a querer aspirar a más independientemente de si tiene estudios, y a la otra tratándola como prostituta sólo porque la vida sí le dio un buen físico.
Y el machismo no sólo lo perpetran los hombres, por cierto: el personaje de Marcela, por ejemplo, es el clásico personaje femenino que prefiere culpar a las otras de las infidelidades de la pareja en vez de asumir las responsabilidades de esta última y es la mujer que prefiere dejarse pisotear y aguantar tonterías en vez de simplemente seguir adelante con su vida. Algo similar ocurre con Sofía, quien prefiere tildar de "zorra" a Jenny, írsele a los golpes y desnudarla enfrente de todos en la oficina para humillarla y, al mismo tiempo, llevarle comida al exmarido infiel a la cárcel porque bueno, a él se le perdona todo, a ella no, no importa si ambos tuvieron su responsabilidad en la correspondiente traición y no solamente la amante. ¿Y qué decir de Patricia? la "amiga" que le aconseja a su bestie que está sufriendo que "ni de loca deje ir a Armando" porque pues sí, el wey la habrá cagado poniéndole los cuernos hartas veces y para colmo con la comidilla de la empresa, pero pues "es un partidazo que no te vas a volver a encontrar fácilmente".
Aunque bueno, no todo es malo, ciertamente. De hecho, y aunque parezca increíble, esta serie tiene muchas cosas positivas. Nos presentó a una protagonista con preparación, potencial y sentido de la dignidad que a pesar de cometer el garrafal error de ser una crédula y de relegarse a ser "la otra" aun si eso equivalía a pasar por encima de otra mujer, decidió no rogar ni arrastrarse a diferencia de su rival de amores y terminó superándose y demostrando qué chicharrones tronaban. Representó también todas las caras de lo femenino y todas las posibilidades de ser mujer: sí, estaban las sexis, exitosas, con dinero y delicadas y también las gordas, las mamás solteras, las de otras razas, las agresivas, las divorciadas, las de mente más abierta y las conservadoras, todas ellas con defectos y virtudes, muchas conscientes de que no se necesitaba ser esbelta ni joven ni guapa para ser feliz (como Bertha) y muchas otras teniéndolo todo y aun así siendo inseguras y cargando con sus propios complejos y miedos (como Marcela). Presentó también, por otro lado, a un personaje abiertamente LGBT que muchos amaron y a otros les cayó mal pero que evidenció que la diferencia existe y que ser diferente no necesariamente implica ser mejor o peor: puedes ser igual de mierda que otras personas y también cargar con tus propios problemas amorosos o laborales.
Muchas series de hoy en día carecen de lo que hizo a "Yo soy Betty, la fea" ser lo que es: mostrar a la humanidad tal cual es de imperfecta por medio de personajes complejos que tan pueden tratar mal a la mujer fea sólo por ser fea como pueden entender los problemas de una mamá divorciada y ser empáticos (como es el caso de Marcela en el capítulo en el cual se solidariza con Sofía); o bien, que pueden tener toda la preparación del mundo, ser buenas amigas, hijas, empleadas y hasta amantes y que no por eso dejarán de cagarla y de cometer errores de los cuales quizás se arrepientan de por vida, como el prestarse a un fraude o a una infidelidad o tomar venganza de la peor manera en un acto de ira y dolor irracionales. Betty la fea hizo lo que hoy en día muchas series siguen sin atreverse a hacer: dejó de presentar prototipos, personajes que o sólo podían ser buenos o sólo podían ser malos, nos enseñó que sí, igual y el mercado de la imagen sólo se enfoca en las bonitas pero que igual las feas compran, consumen y pagan impuestos y que, por tanto, no se les debe relegar porque a fin de cuentas son personas. Y, algo que considero fue un logro: mostró evolución de los protagónicos, pues ella dejó de ser una mujer crédula y con baja autoestima y se convirtió en alguien con amor propio y consciente de sus capacidades mientras que él pasó de ser el "todas mías" y el "todas las puedo" a ser alguien más sensible, humano y que tuvo que tocar fondo y empezar desde cero para valorar más las cosas.
Ciertamente ahora con mis 26 años a cuestas no me termina de encantar que los protagónicos se quedaran juntos. Incluso, si tuviera la oportunidad de readaptar la serie a la época actual le daría el inesperado final de dejarla sola porque, a fin de cuentas, volver con el wey que fue tu verdugo independientemente de que ahora ya sea a toda madre es un retroceso y reabrir ciclos supuestamente ya cerrados va en contra de la dichosa higiene mental y porque, siendo francos, Michel tampoco se convierte en una opción muy viable si consideramos que, sin conocerla casi, se fue tras ella a prácticamente meterle presión para que acepte vivir con él (visto así, incluso suena creepy, ¿neta nunca lo pensaron los del #TeamMichel?), y pues como dicen, más vale sola que mal acompañada. Hoy en día ya se van volviendo necesarias las series y películas en la cual la protagonista decide que primero el amor propio y la relación con una misma y luego lo que venga: quizás sexo casual, salida con amigas, salidas sola...qué sé yo. Cosas más de la segunda década del siglo XXI, me parece, y miren que se los dice alguien que lleva ya tres años de relación y está comprometida.
Sin embargo, no dejo de reconocerle lo que tiene a su favor y lo revolucionaria y acertada que fue en su momento, pues, además de todo lo anterior, también nos recordó algo que nunca me canso de repetir cada vez que tengo la oportunidad: casi todos los peores problemas que hay en este mundo se deben a la falta de comunicación. Si todos los que sabían más de la cuenta hubiesen hablado, se habrían evitado muchos líos. No dudo que en parte hayan querido evidenciar eso, y aunque no, es demasiado obvio como para hacerlo a un lado.
En fin, la conclusión es que sí, Betty tiene sus cagadas, pero todas congruentes con la época, nos guste o no, y si escribo sobre esto no es porque la serie no sea de mi agrado, sino por la necesidad que tengo de hacer conciencia sobre estos temas que a veces no se ven por la subjetividad o la nostalgia de "pues es que como me gustó en la infancia o en la adolescencia entonces no lo critico" o bien, porque "como es ficción, entonces no tengo por qué tomármelo en serio" (cuando muchas veces la pornografía es tomada como la representación real de la sexualidad a pesar de que hay mucho artificio, por poner un ejemplo). Pero la telenovela me sigue gustando, e insisto en que tiene muchas cosas que le merecen su lugar como la más vista de todos los tiempos y que otros programas le deberían aprender si quieren, de verdad, revolucionar las series, con todo lo que el término "revolucionar" implica. Para mí, a pesar de todo, "Yo soy Betty, la fea" pasa la prueba.
Calificación: 8.
