jueves, 11 de abril de 2019

Paty Chapoy feminista: análisis

La noticia más relevante en México durante la semana pasada fue la concerniente a la del suicidio de Armando Vega Gil, el fundador de la agrupación llamada "Botellita de Jerez". El detonante de dicho suicidio aparentemente fue una denuncia por parte de una anónima que aseguró que el rockero abusó de ella cuando tenía 13 años y, como es obvio, las opiniones divisorias no se hicieron esperar: por un lado, estaban las extremistas de mi gremio que tildaron el suicidio de esta persona como chantaje y hasta "última demostración de violencia" y, por el oro, estaban los antifems, que culparon al movimiento #MeToo de incitar a una persona al suicidio y hasta lo equipararon como la nueva cacería de brujas, promovida en su momento por la Santa Inquisición.

Y al respecto podrían decirse muchas cosas: por ejemplo, yo puedo decir, como superviviente de una relación opresiva que tuve en la preparatoria, que sí existen los que te amenazan con matarse y que a veces lo hacen como un último acto de manipulación -para nada estoy diciendo que sea el caso, aclaro-; también puede decirse que, si bien es cierto que el anonimato es cobardía -lidio con eso cada día desde que tengo mi canal de Youtube-, no es tan simple como sólo "presentar denuncia ante el MP y ya", pues está demostrado que por lo menos aquí en México no sólo NO se hace nada por proteger a las víctimas, sino que se hace MUCHO por proteger a los victimarios; y por último, podría decir que la Santa Inquisición quemaba a mujeres en la hoguera por cosas muy estúpidas como tener lunares raros o simplemente por ser bonitas y que, igual nomás por eso la comparación resulta exagerada, por no decir absurda. Pero yo qué voy a saber, no soy psicóloga, ni experta en derecho penal, ni historiadora.

En cambio, sí soy egresada de una carrera relacionada con artes y humanidades y, por ende, el ámbito cultural es mi ámbito, aun cuando me las dé de "underground" y de "antisistema", pues del sistema no te evades y, aunque luches contra lo que eres, a fin de cuentas no puedes tapar el sol con un dedo. Y...¿qué diablos tiene que ver esto con el título de la entrada y el Movimiento #MeToo? Bueno, pues bastante, y a continuación explicaré por qué.

Entre los detractores del movimiento hubo varias mujeres del ámbito intelectual como Martha Lamas y Elena Poniatowska mientras que entre las defensoras estuvo ni más ni menos que Paty Chapoy. Y, aunque a muchos les pareció deprimente que mejor una comentarista de espectáculos -caracterizada además por su poca objetividad y por sus ideas amarillistas sobre que "las figuras públicas eligieron esa vida y deben aguantar que la gente se quiera meter en ellas"- tuviera los pies más puestos en la tierra con respecto al movimiento en contraste con las intelectuales que son, supuestamente, las que deberían estar preocupadas por mejorar el entorno de manera positiva, yo debo decir que, más que deprimente, lo veo tristemente lógico. Y aquí va mi teoría del porqué.


Uno de los argumentos más comunes para desbancar al feminismo -y en los cuales yo he llegado a caer en el pasado aun cuando ya pertenecía al movimiento- es que "si mujeres como Sor Juana o Leonora Carrington pudieron salir adelante viviendo en épocas más machistas, entonces, ¿por qué chillan? Sólo se están victimizando y quieren privilegios". Y bueno, si bien es cierto que se trata de grandes personajes que, en efecto, han dejado un legado, basta con leer un poco de historia para saber que, como ellas, ha habido otras que han hecho también excelentes trabajos pero a las cuales, no obstante, nadie las conoce. Yo tan solo tuve que comprarme un libro de poetisas de los Siglos de Oro para conocer otras perspectivas; ningún profesor de Siglos de Oro y ni siquiera de las optativas de área me habló sobre María de Zayas, Sor Violante del Cielo o Sor Marcela de San Félix. Mi profesora de literatura española 7, siendo especialista en Siglos de Oro, impartiendo en ese entonces un curso de métrica y retórica y además siendo feminista declarada, no nos puso a analizar absolutamente ningún texto de dichas autoras. Para el canon, dichas mujeres no existen y, sin embargo, escribieron en esa época. Y escribieron cosas simplemente maravillosas.

Entonces...¿por qué no se les conoce? Seguro que muchos sabemos la respuesta, pero no la queremos decir porque sería cuestionarnos el status quo, aunque yo igual la diré: porque no estuvieron bien relacionadas, así de simple. Sor Juana es conocida hoy en día gracias a sus relaciones con la virreina, la cual asimismo gracias a su poder adquisitivo y político pudo dar a conocer su obra. Si no hubiera tenido dichas relaciones -quizás meramente diplomáticas, quizás sexuales, nunca lo sabremos y tampoco importa- no la conoceríamos, por muy buena que fuese. Y lo mismo se podría decir de otras mujeres de la historia: Helen Keller sí, pudo salir adelante a pesar de la escarlatina y sí, claro que se le aplaude, pero...¿habría llegado igual de lejos si no hubiese sido rica y no hubiese tenido padres que la apoyaran moral y económicamente? La respuesta, tristemente, es no. A Sor Juana y a Helen Keller las conocemos porque tuvieron suerte, y a las poetisas que mencioné no las conocemos porque no tuvieron suerte, ésa es la realidad. ¿Con esto quiero decir que a Juana Inés y a Keller les resto méritos por suertudas? No, tienen sus méritos, los he reconocido antes y los sigo reconociendo ahora, pero...¿cuánta gente no conocemos de nuestro alrededor que ha tenido el talento pero no las oportunidades? El talento no basta para armarla en esta vida, y ya va siendo hora de que se nos grabe.

"Pero Nikte, ¿qué maldita sea tiene que ver tu clase de historia con Paty Chapoy?" Oh, espérense, hijos míos, para allá voy. Resulta que desde el siglo XVI, si no es que desde mucho antes, la "fama" -que a diferencia de estos tiempos, en ese entonces bien podía ser sinónimo de "prestigio"- era un atributo al cual, se consideraba, sólo podían acceder las mentes privilegiadas, o sea, los hombres. Si una mujer buscaba prestigio se la tildaba de atrevida y la misma Sor Juana es la prueba de aquello, pues si bien tuvo suerte y sí, al final su obra fue conocida, en vida tuvo que quemar su biblioteca y usar seudónimos masculinos para participar en certámenes literarios.

"Pero Nikte, ¡eso pasó hace años!, ¡hoy las cosas son distintas!" Bueno, queridos, no les quito razón, hay cosas que han mejorado bastante. Pero hay otras que siguen absolutamente igual o, si acaso, un poquito mejor, pero no por mucho. J.K. Rowling tan sólo tuvo que omitir su verdadero nombre ("Joanne") porque las editoriales consideraban que nadie tomaría en serio o querría comprar algo escrito por una mujer, además de que también ha usado seudónimo masculino (¿les suena Robert Galbraith?). Este último caso no fue en el siglo XVI, fue a finales del XX, o sea, muy cerca de nuestra era.

Y bueno, a los editores de la autora de Harry Potter no les faltaba razón porque hasta la fecha, lo escrito por mujeres no es tomado en serio. Lo veo entre la misma gente de mi carrera que se las da de ser muy "open mind": a cual más, casi todos consideran que lo escrito por mujeres es cursi o que tarde o temprano involucra lo sentimental. Yo misma caí en esas descalificaciones hace pocos años. Los hombres, especialmente, tienen la idea loca de que lo escrito por autores es universal y que sus representaciones de lo femenino son lo real pero que, en el caso de las autoras, sus representaciones de lo masculino son idealistas y poco verosímiles. En la mentalidad colectiva de los que estamos en el sector cultura, las mujeres escriben con las entrañas y los hombres, con cabeza fría.

"Sí, Nikte, muy bonito tu discurso de cómo te oprime el patriarcado, pero no sé dónde entra Paty Chapoy en esto". A ver, mi ciela, ¿te calmas? Todo en esta entrada tiene un por qué. Ya vimos que muchas intelectuales mujeres de antaño que hoy en día son conocidas lo son más por suerte y circunstancias que porque neta hayan podido contra todo. Ya vimos que las cosas no han cambiado mucho y que aún se tiene la idea misógina de que una mujer no puede ser lista y querer reconocimiento y que, incluso si llega a pertenecer al canon, no es tan "universal" como su colega varón. Y, sin embargo, existen mujeres intelectuales que se han ganado un lugar especial entre la élite cultural, a la cual los colegas varones respetan y hasta aplauden. Pero...¿por qué?, ¿por qué Elena Poniatowska o Martha Lamas serían queridas entre la élite, comandada mayoritariamente por hombres?

Me viene a la memoria una novela que leí en la asignatura de "Representación del crimen en la ficción literaria", una optativa que tomé en quinto y sexto semestres. La susodicha se llamaba Muerte en la cátedra y hablaba de una mujer que terminó muriendo debido a la presión que sentía de ser una mujer en un puesto importante dentro de una universidad en la cual casi todos los puestos de autoridad los ocupaban hombres. La muerta había sido antifeminista, había rechazado y despreciado su propio género y deseaba pertenecer al mundo de los hombres porque sólo así podía cumplir sus sueños. Pero el mundo al cual quería pertenecer jamás la tomó en serio, esos hombres cuya aprobación buscaba jamás le cumplieron dicho sueño, y toda esta frustración, aunada al rechazo de su propio género que al final se le había revertido, terminaron por matarla poco a poco.

En resumen, que pocas son las mujeres que pueden pertenecer al gremio intelectual y si al final lo logran es, justamente, porque no le resultan incómodas al sistema y a quienes lo manejan. Pasa en este rubro y pasa en cualquiera. Así pues, el que Elena Poniatowska y Martha Lamas sean detractoras del #MeToo no es "deprimente" porque el mundo intelectual, por muy intelectual, sigue perteneciendo al sistema: es éste el que lo financia y el que posee la capacidad de cortarle las alas o de dárselas. Y dos mujeres que poseen el "privilegio" de ser aceptadas por la parte opresora y que comen y viven de dicha aceptación no van a morder la mano que les da de comer, así de simple. ¿Deprimente? Para nada. En realidad era lo lógico.

Pero...¿por qué Paty Chapoy sí puede opinar lo que quiera? Simple: es quien tiene la sartén por el mango en la empresa en la cual trabaja o por lo menos de las que más poder han tenido en la misma. Hace unos años, tan solo, tenía bajo su control "Ventaneando", "Va que va", "Caiga quien caiga" y "Los veinticinco más". Fue precursora en programas de chismes, dando a conocer a personas que, o después la quisieron emular -sin éxito, porque esos programas ya no existen mientras "Ventaneando" sigue en pie- o que simplemente son conocidas gracias a ella, siendo los ejemplos que me llegan ahora a la cabeza Álvaro Cueva o Martha Figueroa. Su hijo formó su propia agrupación de pop-rock, "Motel", la cual no llegó muy lejos y que hoy en día está en el olvido pero que si fue importante para la gente que iba en secundaria en 2007 fue seguramente gracias a la influencia de la mamá. En los mismos programas de la empresa se ha dado a entender, a manera de broma -aunque quizás no lo sea del todo- que si se habla mal de ella el o la penitente puede perder su trabajo. Fue ella quien destapó la cloaca del caso "Trevi-Andrade" o que por lo menos contribuyó a que se supieran más cosas de las que ya de por sí se sospechaban. Y algo muy importante: ella, a diferencia del sector cultural que, en muy buena medida, depende de la buena o mala fe de papá gobierno, no sólo no le debe nada a éste, sino que es probable que, quizás no ella como tal, pero sí su grupo de personas cercanas, funjan más bien como su mecenas.

En pocas palabras, Paty Chapoy tiene, visto de esta manera, más poder que Elena Poniatowska y Martha Lamas, aun cuando estas últimas puedan tener más prestigio porque sí, quizás una documentó la matanza de Tlatelolco y la otra simplemente se ha limitado a comentar las vidas de los famosos -cosa que no conlleva ningún esfuerzo supremo en contraste con lo que cuesta llevar a cabo una investigación-; pero todos sabemos quién es Paty Chapoy, y alguna vez hemos visto aunque sea algún fragmento de su programa, y en cambio no todos hemos leído a Poniatowska, como es mi caso particular. Cultura 0, Morbo 1.

Pero bueno, no todo es malo. Dicen que lo bonito y siniestro de tener poder es que puedes usarlo para darle voz a los que no lo tienen o bien, para terminar de joderlos. En este caso, Paty Chapoy, independientemente de si es feminista o no, ha logrado con su poder mediático inclinar la balanza, aunque sea sólo un poco, a favor del #MeToo, un movimiento que, si bien está plagado de fallos, es necesario en un país en el cual claramente tenemos problemas con el sistema de denuncias y las concernientes condenas hacia los acusados.

Y en cuanto a las intelectuales atacando el movimiento, considero que ya va siendo momento de reflexionar: ¿vale la pena concentrar nuestras esperanzas en el sector cultural?, ¿deberíamos sorprendernos de que alguien aparentemente "vulgar" pero con mucho poder pueda decir lo que quiera y que este "lo que quiera" sean ideas feministas aparentemente mejor fundamentadas que las expuestas por las intelectuales?, ¿vivimos en un mundo al revés en el cual una comentarista de chismes es más centrada que escritoras reconocidas o simplemente detrás de todo esto hay mucho más de lo que vemos? Las respuestas exactas no las tenemos, pero valdría la pena comenzar a buscarlas.

O no sé, yo digo.