martes, 4 de enero de 2022

Reivindicando "Amor sin barreras" 2021

El pasado 9 de diciembre se estrenó una de las películas que más había estado esperando desde que tuve las primeras noticias de su producción y que apenas pude ver ayer, en parte porque su estreno coincidió con la fecha en la cual por fin me decidí a ver "House of Gucci", en parte porque por todo este rollo de las fiestas tuve que hacer otras cosas y en parte porque el estreno de "No way home" acaparó todas las salas de cine a un grado tal que tuve que trasladarme a una sala que estaba a una hora de mi casa porque en los cines locales ya no pasaban el filme en cuestión -aunque quizás también tenga un poco que ver que vivo en Xochimilco, qué sé yo-.

Me refiero, por supuesto, a la versión del 2021 de "Amor sin barreras" ("West side story"), dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Rachel Zegler y Ansel Elgort. Una película que, pese a ser dirigida por uno de los directores más famosos de Hollywood y pese a revivir un clásico de clásicos como lo fue la versión de 1961, ha recaudado muy poco -casi 37 millones de dólares pese a que su producción costó 100 millones- y ha recibido críticas a mi parecer injustas, varias de ellas provenientes de progres a los cuales les basta con hablar de "privilegio blanco" para sentir que su trabajo ya está hecho, por lo visto.

Así que nada, mi propósito con esta entrada es, justo como doy a entender en el título, defenderla de este tipo de críticas. Pero no puedo hablar bien de esta película ni de lo que me llevó a verla en primer lugar sin dar un poco de mi background personal, el cual, en este caso particular, se remonta a mis años de secundaria y a mis clases de Español de ese entonces.

Tenía 13 años, casi 14. Tuve mi primer acercamiento a Shakespeare gracias a la obra Sueño de una noche de verano que interpretaron algunos compañeros y los personajes y diálogos me parecieron tan curiosos que decidí leer el texto original. Curiosamente, poco tiempo después de eso nos dejaron una tarea relacionada con Romeo y Julieta, que se convirtió en la segunda obra que leí de este autor y que no es mi favorita aun cuando se trata, ciertamente, de la más famosa.

No negaré, por esto, que la obra me gustó, quizás sobre todo porque tenía una protagonista casi de mi misma edad y porque me sentía tan sola cuando la leí que, aun si el final era trágico y el enamoramiento de ambos protagonistas tan abrupto y hasta rayando en lo inverosímil ya si lo vemos con ojos críticos, deseé por un momento ser amada y amar con la misma intensidad.

No fue la última vez que tuve que acercarme a ese drama. Menos de un año después mi profesor de la nueva secundaria a la cual tuve la maldición de entrar a mis 14 años nos pidió hacer una adaptación de este texto. Adaptación que yo me encargué de escribir para mis compañeros de equipo y que, para poderla hacer, tuve que leer obligatoriamente el texto. Sí, por segunda, que por cierto tampoco última, ocasión.

Pasaron los años. Me tocó leer Macbeth por la escuela, leí por gusto El mercader de Venecia, y luego por morbo Titus porque pues canibalismo y venganza y así. Y cuando por fin entré a la universidad y me vi rodeada de tantas personas que a cada rato hablaban de cine sin que yo entendiera nada, decidí que me empezaría a educar en el tema. Luego me tocó ayudarle a mi mamá a hacer una versión todavía más light, moderna y bastante mexicanizada de Romeo y Julieta para sus chamacos de secundaria y volví a acercarme al texto. Luego vi la tercera temporada de "Glee" donde los personajes deciden hacer su propia versión de "Amor sin barreras" en la cual Rachel le hace de María, Blaine de Tony y Santana de Anita y cantan la de "America" sin que yo tuviera todo el contexto como para entender qué sucedía pero disfrutando de las canciones porque pues era "Glee" y casi todo lo que hacían me gustaba. Luego leí en algún lugar que "Amor sin barreras" era una adaptación moderna del clásico de Shakespeare y decidí que en algún punto le tenía que dar una oportunidad. Y así las cosas, todo me fue llevando a la versión de 1961 a la edad de 21 años.

Solo vi la cinta una vez, pero bastó con eso para que me gustara y para que, al mismo tiempo, sí, me "chocaran" algunas cosas. En cuanto a lo primero puedo decir que es una muy buena adaptación del clásico que sustituye a la guerra entre Capuletos y Montescos por una lucha local de pandillas, una conformada por blancos que dentro de su blanquitud y aparentes privilegios son los parias de la sociedad y otra conformada por puertorriqueños que quizás tuvieron el privilegio de abandonar Latinoamérica pero que día con día son víctimas de racismo. Aun si la lucha no es entre apellidos, sigue siendo entre familias ya que, como dan a entender los Jets en algún punto, "una vez que eres Jet, lo serás para siempre". Y al final, queda claro que de nada sirve pelear y que el mejor camino es el del perdón y la tolerancia, pues, literalmente, la intolerancia puede quitar vidas inocentes. Sin mencionar que las canciones son memorables, siendo quizás la de "America" la más conocida no solo por su ritmo y coreografía sino por la crítica social que hace al contraponer el aspiracionismo migrante por un lado y la nostalgia por una tierra que no te trata día con día como si no pertenecieras a ella por el otro.

Y en cuanto a lo segundo, pues la respuesta es obvia: el clásico de 1961, aun con lo adelantado a su época y aun con lo transgresor que seguramente resultó ser al cuestionar el racismo estadounidense que todavía perdura, cayó en el "blackface", o por lo menos en su correspondiente cuando lo que se está tratando de performar no es la negritud pero sí la latinidad, siendo el caso más obvio el de Natalie Wood, una mujer estadounidense, blanca y sin ningún atisbo de orígenes latinos que interpretó a una puertorriqueña. Y no fue, por cierto, el único caso, si bien sí el que más se notó porque se trataba ni más ni menos que de la protagonista.

Es bajo esta luz que debo hablar de la versión de Steven Spieldberg, la cual, contrario a lo que he visto en muchas de las críticas que le han hecho, tiene más de una cosa rescatable. Sí, la historia y los personajes son los mismos y sí, tal vez no esté aportando nada nuevo. Sin ser fan del director puedo entender por qué los cinéfilos de hueso colorado dicen que se le están acabando las ideas o que su fórmula ya no funciona. Y aun así, la cinta me encantó, aun así lloré en algunas escenas -y ojo que soy de la firme idea de que no porque algo me haga llorar ya por default es bueno- y aun cuando estoy generalmente en contra de los remakes puedo afirmar que, de los pocos que se han hecho, este sí era necesario con todo y que en apariencia no traiga nada nuevo a flote. Pero vamos por partes.

Desde el principio me fue fácil desconectar ambas versiones. No estuve pensando "ay, es que esto en la obra original era mejor" o "esto le queda mejor a Natalie/Rita/Richard/etc". Cada actor hace suyo el personaje: Ansel ES Tony, Mike ES Riff, Ariana ES Anita. Tal vez mi única queja sería con Rachel como María  y no porque la considere "mala actriz" e incluso me atrevería a afirmar que como cantante supera y por mucho las notas de Natalie; no obstante, durante toda la cinta no pude evitar pensar que se veía muy pequeña. Aun así, hace un buen papel: le crees que tiene carácter, que es mandona, rebelde, te contagia su felicidad por sentirse amada y su devastación por sus pérdidas. Eso por un lado.

Por el otro, y lo que quizás es su punto más a favor: la representación ahí está. Hay, si bien no actores nacidos y crecidos en Latinoamérica, sí con raíces latinas, siendo la misma Rachel descendiente de colombianos. ¿Que lo ideal sería que sí contrataran a puertorriqueños para hacer de puertorriqueños? Sí, por supuesto. Yo misma he dicho que pese a que admiro a Rosa Salazar y tengo un crush raro con ella, sí me hace ruido que le pongan nacionalidades latinas indistintas (mexicana en "Undone" o brasileña en "Brand New Cherry Flavor") solo porque tiene orígenes peruanos. Pero considero que este es un buen paso y que la representación no está caricaturizada; incluso sentí bonito escuchar a los actores hablar en español en algunas escenas. ¿Estoy sonando quizás conformista? Oye, pues puede ser, pero siendo latina no me he sentido particularmente ofendida por estas escenas, contrario a lo que muchos críticos de la cinta andan diciendo de que "ni a los latinos nos está gustando esta representación". Ahora sí que habla por ti, carnal, no todos pensamos como tú y ni modo.

Pero mi mayor motivo para defender esta película es que, a diferencia de muchos remakes que se están haciendo en esta época, este sí lo considero necesario por ser una obra cuya esencia original sí que encaja con los nuevos tiempos: ¿quieres crítica al racismo?, la tienes; ¿quieres una visión realista de cómo es la vida de los que migran a Estados Unidos?, la tienes; ¿quieres humanización de personajes, matices y trasfondo?, los hay; ¿quieres crítica al sistema que priva de oportunidades a los niños?; la tendrás; vaya, ¿quieres a un personaje transgénero? lo hay, y no porque sea 2021 y ahora todos deban ser LGBT: literalmente ese personaje existía desde la versión de los sesenta porque, como ya se mencionó, "Amor sin barreras" 1961 tendrá cosas cuestionables, pero fue indudablemente adelantada a su época y por eso es un clásico. Un clásico que puede y debe mejorarse porque nada es perfecto pero todo es perfectible. Mejoras que Spielberg sí hizo y que lamentablemente pocos están valorando.

En resumen: ¿por qué ver "Amor sin barreras" 2021? Porque mejora "Amor sin barreras" 1961, que a su vez mejora Romeo y Julieta porque, admitámoslo, tiene muchas más cosas el musical que la obra del dramaturgo y eso no le quita a la obra su categoría de clásico. Hay que ver "Amor sin barreras" 2021 porque es, y aunque suene a cliché, una carta de amor al cine. Hay que ver "Amor sin barreras" 2021 porque las nuevas generaciones necesitan historias que vayan con sus ideas mientras las acercan a los clásicos, tanto del cine como de la literatura. Y hay que ver "Amor sin barreras" 2021 porque, aun si Spielberg ya "perdió el toque", no ha perdido la que de hecho es una de sus mayores virtudes: que puede, de verdad, dirigir cualquier género. Ya lo ha demostrado, puede quedarse con eso, lo cual no quita que podríamos demostrarle que nos importa y que lo valoramos dándole una oportunidad a esta cinta. Pero bueno, eso ya lo dejo en las manos de quien tenga la suerte o desgracia de encontrarse con esta entrada.

Gracias si llegaron hasta aquí.