lunes, 17 de diciembre de 2018

Lo que nadie te dice sobre "Roma": lo que implica ser mujer, el mito en torno al instinto maternal y la violencia obstétrica

Este viernes 14 de diciembre la plataforma de streaming Netflix por fin estrenó la película "Roma", cinta dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón -quien pasará a la historia por haber dirigido una de las peores adaptaciones de la saga "Harry Potter" que, no obstante, es de las mejores cintas cinematográficamente hablando de toda la franquicia- que se ambienta en la colonia Roma de los años 70 (de ahí el nombre) y se enfoca en Cleo, una empleada doméstica de orígenes indígenas inspirada en un personaje de la vida real que fue cercano al director durante su infancia. La crítica, como es de esperarse, está muy dividida y la gente que aún no la ve está muy prejuiciada por esta polarización, pues mientras por un lado se dice que es una obra maestra a la cual se le puede incluir dentro de las diez o hasta cinco mejores cintas mexicanas, por el otro se dice que lo único rescatable es la fotografía, que no hay historia, que es tediosa, pretenciosa y, para colmo, clasista y machista porque claro, hoy en día todo es clasista y machista y si no la haces de pedo diciendo que todo es clasista y machista entonces no eres revolucionario, al parecer.


Sí, con estas últimas palabras pueden intuir mi opinión sobre la película: no, no la considero clasista ni machista en lo más mínimo y sí, me gustó, así sin más. Y los porqués no los voy a explicar en esta entrada -o al menos no todos- porque tengo pensado un video donde pueda expresar, de una manera un poco más específica y detallada, por qué vale la pena darle una oportunidad y verla; sin embargo, considero necesario hablar de un aspecto que, si bien algunas personas ciertamente han tocado porque nadie tiene opiniones que sólo le pertenezcan a esa persona y que nadie más comparta y yo por supuesto no soy la excepción a dicha regla, no es la opinión más popular ni tampoco lo que la gente más considere a la hora de hacerle una crítica; muy por el contrario, es algo que tiende a dejarse de lado y de lo cual vale la pena hablar. A continuación daré algunos spóilers, así que si no la han visto absténganse de seguir con la lectura; a menos, claro, que no planeen verla, y si es así pues prosigan, no hay pex.

Como ya dije al principio, la historia se centra en Cleo, la empleada doméstica de orígenes indígenas que trabaja, junto con su amiga Adela, para una familia de la clase media alta conformada por el padre, la madre y cinco hijos: cuatro niños y una niña. Al ser el personaje principal, vemos todo lo que sucede desde su perspectiva, desde algo tan simple como la limpieza de una casa de la colonia Roma, tan personal como su amistad con Adela o su relación con su novio, o tan imparcial como la relación intrafamiliar de sus patrones. A lo largo de la cinta suceden varias cosas: el coito con su novio Fermín, su embarazo, el desentendimiento del sujeto con respecto a su paternidad, la huida de su patrón con su amante, el duelo de su patrona ante el desengaño, su parto tras el lío del "Halconazo", la muerte de su hija desde antes del alumbramiento, sus vacaciones con la familia de los patrones en Veracruz y, finalmente, su patrona y ella continuando con su vida a pesar de todo. Es, justamente sobre esto último y sobre el tema del embarazo en lo cual me quiero centrar.

En esta cinta tenemos dos casos de abandono: el de Cleo por parte de Fermín y el de Sofía por parte de su esposo. Cada uno es distinto porque se trata de personajes en situaciones sociales y culturales que lo son: a Cleo la abandona un novio irresponsable que además está siendo entrenado para fungir como represor de manifestantes y que, por tanto, es violento, mientras que a Sofía la abandona un investigador y académico que como tal no expone comportamientos agresivos, aunque esto tampoco importa, pues a fin de cuentas tiene una amante y está incurriendo en traición y, además, en desentendimiento de los cinco hijos. Cleo y Sofía son mujeres distintas, sí, pero al mismo tiempo sus situaciones son similares: ambas están solas, y Sofía se lo hace saber tras haberse emborrachado, pronunciando una de las líneas de la cinta que, por lo menos a mí, más fuertes me parecieron justamente por lo concisas:

"No importa lo que digan, estamos solas".

Sí, son diferentes y esto se nota desde el momento en el cual, mientras Sofía siempre externa lo que siente, Cleo opta por callar y dejar que todo lo negativo que trae se le vaya pudriendo poco a poco. Sí, Sofía tiene privilegios y Cleo no, pero no importa, ambas han sido engañadas, pues, contrario a lo que mucha gente todavía cree, el que un hombre sea un académico prestigioso que hace investigaciones en el extranjero no necesariamente lo exime de ser mal padre o mal marido, porque la infidelidad y el machismo no distinguen entre clase social o cultura. Y sí, en efecto, ambas están solas, y no por el abandono como tal, sino por la falta de apoyo por parte de las primeras personas que deberían fungir como soporte, sobre todo en las situaciones difíciles, ya sea que se trate de un embarazo no planeado ni deseado o de la manutención y cuidado de cinco hijos.

Pero no todo es completamente negativo en la manera en cómo se les retrata a estos dos personajes, quienes a fin de cuenta siguen adelante con sus vidas de la manera más normal. Cleo podrá tener sus problemas, pero no deja de mostrar su mejor cara a los niños, a los cuales se ve que quiere y procura; tampoco deja de hacer su trabajo y, al final, puede verse que sigue adelante. Por su parte, Sofía adopta al final una actitud más positiva: quiere deshacerse del coche que destrozó en su borrachera, se compra otro, sale de su estado de negación y reconoce ante sus hijos que su papá los ha abandonado pero que eso sólo los hará fuertes y que deben estar unidos. Y muchos quizás dirán que la cinta romantiza la abnegación de la mujer al ponerla como un ser que se preocupa por otros antes que por sí mismo, pero yo más bien creo que Cuarón, con esta cinta, las reivindica, pues los personajes femeninos de "Roma" hacen acopio de su fuerza y se enfrentan a la vida a pesar de las adversidades. ¿Machista? No, yo no lo creo, en lo absoluto.

Lo anterior puede de hecho reafirmarse en lo concerniente al embarazo de Cleo. Constantemente se repite el mito de que no importa si no quieres al padre de tu hijo, a éste lo vas a amar por encima de todas las cosas porque finalmente está dentro de ti y hay un vínculo. Pero esto no es del todo cierto: hay mujeres que no están hechas para la maternidad, que no deberían tener hijos y que nunca los quisieron, mujeres que se arrepienten de haber parido, que quizás en algún momento desearon la maternidad pero que una vez la experimentaron hubieran querido regresar el tiempo y no tomar dicha decisión. La maternidad suele estar romantizada a tal grado que la gente en serio cree que toda mujer desea y disfruta pasar por el proceso del embarazo, con todo lo que éste implica: picazón constante en la piel que se estira y estira, agruras, acidez por las vitaminas que la madre se debe tomar, vómitos, privación de alimentos para que a la cría no le afecte aun si estos alimentos proveen de irremplazables momentos de placer a la madre, ganas constantes de orinar, el cuchillazo de la cesárea o el dolor de sacar por la vagina a un ser del tamaño de una sandía. La gente en serio piensa que la mujer cree que su función en el mundo es limpiar mierda ajena por al menos tres años, para, al final, resignarse a que todo lo que hace por todos sea, a veces, recibir un dibujo o una tarjeta pésimamente hecha en sus cumpleaños o navidad o bien, una licuadora para seguir cocinándole a todos porque ante todo es criada, no persona. Pero la realidad es muy distinta, y Cuarón es consciente de ello y lo visibiliza, lo cual es un acierto, a mi parecer.

En esta cinta Cuarón nos pone a un personaje que, desde el inicio, no parece feliz con su embarazo. En ningún momento la vemos acariciando su vientre o externando algún gesto que nos de a entender que su futura maternidad la emociona aunque sea en pequeña escala. Nunca se le ve feliz, y no tiene por qué estarlo, a fin de cuentas el padre de la criatura no sólo la abandonó sino que la amanaza con partirle la madre si repite que el hijo es de él. Cuando la bebé nace muerta, no se la ve llorando desconsolada, si bien es cierto que tampoco es como que la situación la alegre; muy por el contrario, puede verse que siente cierta culpa, pues al final admite que de hecho nunca quiso que la criatura naciera. "Roma" lo que hace es reflejar una realidad: el instinto maternal es un mito, pues no todas las mujeres quieren al fruto que crece dentro de ellas y algunas tienen todas las razones de lo más justificables para no sentir ningún afecto por sus futuros hijos. Eso no las hace malas personas y no por eso Cleo deja de tener humanidad: es cariñosa con los niños a los que cuida, les canta para dormirlos y para despertarlos, juega con ellos, los escucha, les salva la vida cuando viajan a la playa. Es, en general, buena persona, pero no quiere a su criatura, y no es menos valiosa por eso.

Finalmente, quiero hablar de un asunto que, si bien no es uno de los principales a destacar, vale la pena tocarlo porque es una realidad incómoda todavía hoy en día: la violencia obstétrica. Cuando Sofía descubre que Cleo podría estar embarazada y la lleva al ginecólogo para confirmar la noticia, notamos que, si bien la enfermera que atiende a la empleada es amable, hace que Cleo se sienta incómoda cuando le hace preguntas sobre su vida íntima, además de que la trata de maneras algo bruscas, y esto prosigue cuando llega la hora del alumbramiento: todos los médicos y enfermeras la tratan de manera amable en el sentido de que no hacen comentarios de pésimo gusto, pero igual son bruscos con ella durante casi todo el proceso: ninguna delicadeza a la hora de pasarla de una camilla a otra, ni a la hora de quitarle la ropa interior, y mucho menos a la hora de decirle a la muchacha que su bebé murió y que debe despedirse de ella.

Sí, "Roma" es una película ambientada en el México citadino de los setenta y no deja de dejárnoslo en claro con los escenarios o la recreación del "Halconazo", pero no deja de ser al mismo tiempo bastante vigente. Estas tres problemáticas que decidí abarcar a lo largo de esta entrada son situaciones que, si no fuera por ciertos escenarios o porque se nos dice de antemano en qué época está ambientado todo, bien podrían ser actuales, lo cual en parte es lamentable porque demuestra que a pesar de los más de 40 años que han pasado aún hay muchas cosas por cambiar pero que por otro lado representa a mujeres tan diferentes entre sí en toda su imperfecta y compleja humanidad partiendo de una anécdota simple a la vez que las reivindica y nos demuestra que sí, ser mujer significa muchas de las veces sentirse sola pero también sobreponerse a la adversidad y seguir adelante. Cuarón hace mucho con muy poco y expone situaciones que un expectador observador y analítico puede entender que no por ser comunes necesariamente están bien, y no necesita irse a la fórmula poco realista y choteada del "empoderamiento femenino", pues basta, simplemente, con reflejar la cotidianeidad. Por eso y por más, vale la pena darle una oportunidad. O no sé, yo digo.

martes, 9 de octubre de 2018

¿De verdad los hombres pueden ser feministas?


Vaya, qué buena pregunta, la verdad no lo sé. Hace algunos años habría dicho que indudablemente porque bueno, existen las mujeres machistas, ¿no? Entonces...¿por qué no existirían los hombres feministas? (Inserte la voz más idiota que haya escuchado).

De hecho, hace justo un par de años, cuando todavía no estaba a punto de morir y, por consiguiente, todavía no salía de mi burbuja de alienación, me dio por encabronarme cuando unas chicas de mi Facultad hicieron un "tendedero de machos" y evidenciaron a varios de mis profesores y a otros con los cuales no tuve la oportunidad de cursar pero que conocía por anécdotas de compañeros. Entre ellos, señalaron a un profesor de Iniciación a la Investigación y de Teoría de la Literatura que siempre (o al menos desde que lo empecé a tratar, ignoro su vida antes de eso) se había autonombrado feminista y lo llamaron "pinche machirulo" seguido de "no te metas en nuestro movimiento". El señor ya no era santo de mi devoción en ese momento, pero no pude evitar solidarizarme con él y emputarme con las chicas en cuestión porque pues "nada les parecía" y hasta las califiqué de ingratas porque..."No mamen, todavía que apoya su movimiento...¿se emputan? Pinches frustradas".

Claro que gracias a que no me quedé callada en esos años y a que, como buena millenial, manifesté mi disgusto e inconformidad ante lo que yo consideraba "cacería de brujas", me gané la antipatía de más de una chica que, hasta entonces, me había dado like en publicaciones porque, encima de que los estaba apoyando en Facebook, incluso se me ocurrió que sería buena idea hacer una especie de video documental para reivindicarlos y devolverles el honor que el "tendedero" les estaba quitando. Joder, macho, ¿quién se imaginaría que las cosas iban a cambiar y, sobre todo, en tan poquito tiempo?

Me autorresponderé: nadie. De verdad, nadie, y quizás yo menos que los demás. Hace un par de años tenía una segunda mejor amiga con la cual hasta había un proyecto de producir una serie que dejaba por los suelos al feminismo y a la cual ahora tengo bloqueada de todas las redes sociales porque decidió que mi salida del clóset a comienzos del 2017 era más imperdonable que una traición y porque bueno, también resultó ser una demente stalker. Hace un par de años mi amigo Omar y yo hablábamos pestes de las abortistas y nos poníamos de lado de los pobrecitos hombres que pierden la oportunidad de ser padres gracias a que sus desalmadas novias deciden abortar (como si no pudieran conseguirse otras y tener hijos en otro momento, joder) y ahora por salud mental he decidido dejar de seguirlo en Facebook y silenciarlo en Twitter porque ante todo lo aprecio y no me quiero emputar. Hace un par de años no tenía pedo en hablar guarradas de otras mujeres con Gustavo y ahora hasta he llegado al nivel de ignorarlo cuando se pone a sexualizar a otras chicas, valiéndome reverendo pito que sea mi mejor amigo. Y hace un par de años de verdad creía que existían los hombres feministas, y ahora me duele un algo escribir esta entrada porque ciertamente lo que diré no es agradable, sobre todo considerando que me afectó personalmente y que más bien hablo por la herida.

Se preguntarán quienes lean esto: "¿y qué fue lo que cambió?". Bueno, supongo que fueron varias cosas. Experiencias aunadas a lecturas sobre otras experiencias que, me guste o no, me han sacado de mi zona de confort o me han movido el tapete. Pero principalmente lo primero, porque nadie experimenta en cabeza ajena y porque es hasta que a uno le pasan las cosas que empieza a entender realmente lo que está pasando.

Como tal vez no estén entendiendo el punto al cual quiero llegar, lo diré sin reservas: conocí a un vato "feminista" en mi último trabajo. No creo que lea esta entrada, pero para conservar su anonimato lo llamaremos simple y llanamente "J" y, cabe decir, no es por protección, pues ciertamente planeo hablar de esta ácida experiencia en el libro que estoy preparando y en el cual no pienso proteger la identidad de nadie.

Pero continuemos con la historia: J y yo éramos amigos. Se podría decir que nos hicimos amigos desde los primeros días de trabajo e incluso puedo asegurar que nuestro primer tema de conversación giró en torno al feminicidio y la violencia hacia las mujeres. Con el paso de los días mostró gusto por el programa de Excélsior "Punto y Coma", conducido sólo por mujeres como Mariana H y Kimberly Armengol y donde se tocaban temas de género. Llegó a contarme anécdotas en las cuales él era el héroe defensor que se cantaba los tiros con weyes que maltrataban a sus novias. Aseguró estar a favor del aborto y de que las mujeres decidieran.

Y le creo. A pesar de lo que sucedió no dudo que hiciera eso, porque sí, sé que hay hombres que no van por la vida diciendo pendejadas como que "el feminicidio no existe" o que "los psicópatas no se fijan en el género y sólo quieren matar" porque sí, existen aquellos que tienen nociones básicas de derecho y de criminología. Sé también que hay hombres que disfrutan leyendo a Simone de Beauvior o a Virginia Woolf, así como yo puedo disfrutar viendo "Betty la fea" aun cuando sé que la relación protagónica es jodidamente tóxica. Sé que son mayoría los hombres que no aprueban que otros hombres le partan la madre a sus novias (o al menos eso quiero pensar). Y sé que hay hombres lo suficientemente empáticos como para no querer forzar a las mujeres a tener hijos que ni quieren ni pueden mantener. Claro que lo sé, no soy bruta, así que sí, a todo eso que dijo le creo, a pesar de todo.

Pero cuando dijo que "era feminista" tuve mis reservas. Y no porque pensara que no existían hombres que pudieran serlo porque bueno, todavía hace unos meses sí que lo pensaba, pero vamos, él a esas alturas ya había presentado conductas que no le hacían valer el título. Para empezar, se la pasaba hablando del físico de las chicas nuevas como si valieran más o menos por eso cuando, seamos francos, se trataba de una empresa más enfocada en el trabajo intelectual que en la buena presentación, sin mencionar que a algunas trataba de ligárselas aprovechándose de su ascenso y de sus nuevos privilegios. Entre ellas, a mí.

Al principio me hice pendeja porque éramos amigos, pero las señales siempre estuvieron ahí: comentarios sobre su deseo de hacer un trío con otra compañera y conmigo, pláticas en las cuales me aseguraba que algún día me darían ganas de ser infiel, chats en horas laborales en los cuales me preguntaba si le pondría el cuerno a mi wey a pesar de que en repetidas ocasiones le había dicho que no -o sea, insistente el muchacho, pues- y, finalmente, una propuesta para que nos besáramos que no sólo se hizo en horario laboral sino en un día en el cual él era el único jefe y, por consiguiente, una figura de autoridad frente a mí que era su subordinada.

Claro que ante mi negativa salió con que "era una prueba para ver qué tan fiel era" y, estúpidamente, le creí. Hasta que casualmente unos días después se empezó a portar evasivo conmigo y, casualmente, me pusieron el rol que me cagaba y que ya había hecho unos meses antes hasta que me lo cambiaron por el mejorcito cuando, casualmente, él ascendió y todavía estábamos "bien". Vaya, pues.

Sí, el varón en cuestión tenía ideas progresistas y estaba en contra del maltrato físico a las mujeres, pero...¿eso lo convertía en feminista? A juzgar por sus acciones que detonaron en el fin irreparable de nuestra amistad, no. Todo lo contrario: era un depredador que, en cuanto tuvo privilegios, decidió usarlos para ligarse a quien pudiera, algo que en teoría no dañaba a nadie pero que sigue siendo una situación de abuso quizás más de poder que de otra cosa, pero abuso a fin de cuentas que además incomoda a las afectadas, o al menos conmigo lo hizo y eso que según éramos "íntimos amigos".

¿Significa que por esta experiencia debo perder la fe? Bueno, ciertamente no, viejos, pero sí que ayuda, sobre todo porque de ese modo entiendes todo lo que las radfem dicen sobre que estamos solas en esto. Esta experiencia me abrió los ojos no por ser la primera, sino porque no lo es, sólo que no era consciente de cuán común es esto en realidad.

Pero es más común de lo que parece. Gracias a esto me he quitado la venda sobre otras personas que ya estaban en mi vida y que seguirán estándolo pero que no porque las aprecie dejan de tener conductas nefastas. Hoy por hoy soy capaz de leer el "las mujeres me siguen importando un choto" detrás del "estoy a favor de que amamanten en público y del amor lésbico" y del "pues...si quieren dedicarse al porno, a la prostitución o a ser edecanes que lo hagan, ¿no?, es su cuerpo, que ellas decidan".

Y no me malentiendan: claro que hay hombres interesados en que las cosas cambien o que, de mínimo, tienen ideas progresistas que valen la pena. Incluso entre mis amigos con conductas nefastas hay una que otra idea no tan tirada al traste que se agradece. Pero a estas alturas me parece que, si el título "feminista" le llega a quedar grande incluso a varias mujeres que dicen serlo y que han experimentado en carne y hueso lo que ser mujer puede representar, no veo por qué tendría que quedarle a cualquier cabrón que se autodenomina "feminista" sólo por decir que sí existe el feminicidio o por estar a favor del aborto y en contra de la violencia física. No, amigos, para poder ser feminista basta más que eso, que se los digo yo que he estado contra la violencia física siendo una total alienada y que, a pesar de que ya llevo como año y medio con el mote, sigo cometiendo pendejadas, como la de haber llamado "MILF" a la señora guapa de la oficina cuando se supone que estoy en contra de la sexualización de la mujer o la de hacerme wey con este wey y quedarme callada cuando claramente debí denunciar sus conductas desde que las comenzó a presentar y no hasta que renuncié.

En fin, respondiendo a la pregunta del título, volveré a decir que la respuesta es "No lo sé" y no porque crea que "Sí", sino porque yo en lo personal en estos justos momentos de mi vida no conozco a ninguno y seguramente pasará un tiempo antes de que lo haga, pero no porque no lo conozca significa que por ahí no haya alguno que, en efecto, encaje con el perfil, sea lo que sea que esto signifique. Hoy por hoy, espero algún día tener la oportunidad de disculparme con las morras del "tendedero" por ser tan pendeja. O que pase algo que me haga cambiar de opinión y poder decir con orgullo "¡los hombres feministas sí existen, no son los papás!". A ver qué putas pasa primero.

domingo, 19 de agosto de 2018

Lo que nadie te dice sobre "La casa de las flores": el director, su contribución y los temas tabú

Durante estos días se ha vuelto tendencia la nueva serie original de Netflix hecha en México, "La casa de las flores", una producción del director Manolo Caro, el cual se ha dado a conocer, entre otras cosas, por trabajos como la adaptación a filme de la obra teatral "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas", películas como "Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando" y mi favorita: "La vida inmoral de la pareja ideal". Y bueno, las reacciones ante este fenómeno han sido, por demás, interesantes: están los que la han amado por considerarla divertida y que ya hasta han creado el #PaulinaDeLaMoraChallenge -que, básicamente, consiste en hablar como el personaje interpretado por la actriz Cecilia Suárez- y están, por otro lado, los que la han catalogado como la peor serie de Netflix por mucho, quizás sólo empatada con la bioserie de Luis Miguel, de lo cual se deduce que esta producción sólo provoca dos reacciones en la gente: o la aman o la odian, no hay medias tintas, y me parece que ya por este simple hecho estamos ante algo de lo cual vale la pena hablar.


La gente que me sigue en Twitter -mi red social por excelencia, por si no lo sabían- seguro que ya vio de primera mano mi posicionamiento frente a esta serie, la cual empecé a ver justo el pasado domingo y terminé el lunes en la noche. Quienes me conocen seguramente saben que no soy muy de subirme al tren del mame del momento y no tanto porque me guste llevar la contra (que sí. a veces sí, pero no siempre) sino porque me molesta la idea de tener que hacer algo para no sentirme mal o fuera de tono cuando las cosas siempre deberían hacerse cuando uno se siente preparado y cómodo para hacerlas. Sin embargo, en cuanto vi el tráiler de "La casa de las flores", algunas entrevistas de Youtube hechas a las protagonistas de la serie y además vi que el creador era Manolo Caro decidí que la vería en cuanto tuviera la oportunidad. De hecho, es casi seguro que fue este último dato el que me convenció, más que cualquiera de los anteriores.

Quien esté leyendo esta entrada se estará preguntando por qué ver una serie por el director y más aun cuando dicho director no tiene la mejor fama ni tampoco es uno de los prodigios que esté dando este país y, muy por el contrario, tiene producciones con buena intención pero no muy buena ejecución, es tildado de wanabi por la crítica e incluso apodado como el "Pedro Almodóvar mexicano, versión chafa".

Y bueno, ciertamente no están tan errados los que escriben o piensan todas estas cosas. Es verdad, Manolo Caro no es una chingonería. Sí, también es verdad que sería mejor director teatral que cinematográfico. Definitivamente es verdad que las actuaciones de algunos de sus actores dejan bastante qué desear y que los diálogos a veces pueden ser muy mamalones y fuera de lugar. Nadie niega todo esto. Sin embargo, tiene otras cosas a su favor que poca gente ve y en las cuales no estaría de más enfocarse.

Recuerdo la primera vez que vi "La vida inmoral de la pareja ideal" en el Cinépolis de Acoxpa, con mi mamá. Era octubre del 2016 y yo acababa de salir de un proceso quirúrgico que me dejó más mal anímicamente que físicamente, a pesar de que ciertamente perdí una parte valiosa de mi cuerpo. Recuerdo que durante la función estuve riéndome como loca de peripecias que le ocurrían a los personajes que bien podrían ser comparables en comedia a escenas de películas como "The nice guys" o la saga de "La familia de mi novia", que disfruté inmensamente el soundtrack (y quedé traumada con "Estrechez de corazón", de Los Prisioneros, porque no podía ser de otro modo) y que, sobre todo, salí de la sala de cine con un buen sabor de boca no sólo por el romance de la historia que claramente terminaba en final feliz, sino por la sensación de que la película me había movido el tapete en lo concerniente al mensaje que trataba de transmitir.

¿Significa esto que todo me había parecido chingón? Claro que no. Para empezar me provocaron bastante conflicto los actores, pues mientras Ximena Romo se parecía claramente a Bárbara Mori, su versión mayor era Cecilia Suárez que nada qué pinches ver, y lo mismo pasaba con Sebastián Aguirre y su respectiva versión adulta. Y sí, la vi en otras dos ocasiones posteriores en las cuales les encontré mayores errores, como que la actuación de Ximena Romo la verdad dejaba mucho qué desear y que el personaje de Eréndira Ibarra era demasiado cliché y estereotipado, además de que ciertamente Mariana Treviño es irritante.

Pero no por eso dejé de verle cosas positivas, como las que ya señalé y, algo en lo que no me había fijado ni la primera ni la segunda vez que la vi pero sí en la tercera: la precisión que tiene Manolo Caro en materia de tiempo. Resulta que muchos críticos señalaron que el director estaba siendo incongruente, pues según la historia de los jóvenes protagonistas se desarrolla en la década de los 80 -y lo decían basándose en el peinado del personaje de Natasha Dupeyrón, solamente- pero que era estúpido que hubiesen pasado 25 años y ahora estuvieran en el 2016. Evidentemente no notaron que en una escena Natasha Dupeyrón va manejando el auto donde van todos los jóvenes y va escuchando la canción de "Amarillo azul", de Thalía, la cual se hizo popular en el año de 1991, año al cual, si le sumas 25 años, efectivamente da 2016. Nadie notó esto y, aunque es un detalle mínimo, es de agradecerse, pues ciertamente son cosas a las cuales casi nadie les da importancia.

En fin, que Manolo Caro tiene cosas positivas, o al menos fue lo que pude presenciar con éste, su último filme. Filme que, con todo y sus deficiencias, me gusta, me parece decente en comparación con otras aberraciones que se hacen en México como "Macho" (película que encabeza mi lista de más odiadas) o "Tres idiotas" y que muy seguramente influyó en que decidiera que ver una serie dirigida por Caro me pareciera una buena forma de perder mi tiempo, el cual ahora tengo por montones gracias a esa cosa tan hermosa llamada desempleo.

Y bueno, ¿qué puedo decirles tras haberla visto? ¿Es divertida?, sí. ¿Me encantó la escena de "Muévelo, muévelo, qué sabroso"?, sí. ¿Me desesperó el acento de Paulina de la Mora y acabé amándolo?, sí. ¿Verónica Castro no actúa tan chido ni jamás lo ha hecho?, eso ni negarlo. ¿Estoy hasta la madre de ver la cara de Aislinn Derbez?, sí, y por cierto que no creo ser la única. ¿La participación de Sheryl Rubio (¿y ésa quién es?, no se preocupen, hasta hace más de un año yo tampoco sabía y terminé sabiéndolo gracias a su crítica a 13RW, no a su talento) era innecesaria?, sí, como también lo era la de Juanpa Zurita en la serie de Luis Miguel (sí, la vi, ¿qué cosas, no?), pero qué se le va a hacer, bendita sea la profesión de influencer que te permite cobrar sólo por existir. ¿Se inspiró en "Esposas desesperadas"?, quizás, y eso no es malo; yo me voy a inspirar en "Repulsión" de Roman Polanski para hacer mi primer cortometraje y lo digo con orgullo, lo cual no significa que lo vaya a plagiar. ¿Es pretencioso que use flores como símbolos de lo que va a pasar en el episodio en cuestión? ¡hombre!, si me parece de lo más ingenioso y además está ad hoc con la temática de la serie, ¿por qué lo voy a criticar? Y bueno, sí, la neta sí me cagó la madre Julián, así como también amé a Diego (Diego, te apoyo, yo habría hecho lo mismo ALV).

Claro que puedo caer en los lugares comunes de la crítica o las opiniones que esta serie ha generado, pero...¿sería yo si lo hiciera? No. Prefiero hablar del buen diseño de la Intro porque no mames, la única serie original de Netflix que he visto que tiene una intro más chingona que ésa es "Bojak Horseman". Prefiero hablar de los escenarios, los cuales están bien hechos y se ven bonitos. Prefiero hablar de las situaciones surrealistas que se dan, como el cantar "Muévelo muévelo" en un funeral o que el padre de un quinceañero se llame María José porque cambió de sexo, y que tan te pueden sacar una carcajada como dejarte con sensación de "¿qué chingados?" y, sí, hasta de incomodidad. Pero, por sobre todo, prefiero hablar de los temas que aborda y el mensaje que transmite, si es que hay alguno.

Antes hablé del mensaje que me dejó "La vida inmoral de la pareja ideal" y que me movió el tapete una vez la terminé de ver. Yo soy, como cualquier ser humano, producto de mis circunstancias, las cuales han sido raras y sobre las cuales quizás hable más adelante en otra entrada; pero sólo para dar un contexto, diré que fui criada por padres que dejaron sus respectivas religiones (Testigos de Jehová por parte de él y Catolicismo por parte de ella), se hicieron vegetarianos por muchos años hasta que llegué yo, fueron mexica tiahuis, vivieron en unión libre (otra vez, hasta que llegué yo), estudiaron carreras universitarias en contra de la voluntad de sus padres y además del área de ciencias sociales, fueron tildados de hippies y degenerados por una sociedad que les fue hostil y llegaron a recibir burlas porque mientras ella trabajaba, él no, cuando las cosas debían ser al revés. Fui criada, pues, por personas que se rebelaron e incluso fueron tildadas de "liberales" (en el mal sentido, obvio) por la gente de su época pero que a fin de cuentas son 40 años mayores que yo, con todo lo que esto significa. Yo tengo, pues, una moralidad que entra en los estándares del conservadurismo: soy monógama por decisión y convicción tras vivir una época de disipación en la cual casi le soy infiel a un exnovio y en la cual me andaba viendo casi al mismo tiempo con dos personas con las cuales realmente no tenía ningún compromiso pero que de algún modo me hacían sentir culpable por lo que estaba haciendo y no por ellos, sino por mí. Así pues, cuando veo esta cinta en la cual los dos protagonistas hacen tríos como una forma de reafirmar el amor que sienten el uno por el otro y son tildados de inmorales a los pocos días de aquello cuando realmente su único pecado es ampliar su panorama y hacer un poco de juego tomándose fotos cachondas, no sólo salgo de la sala cuestionándome si de verdad es tan mala la apertura sexual sino con el convencimiento de que, si bien es cierto que hay parejas que son felices teniendo el coito normal, la confianza y el conocimiento del otro se refuerzan cuando ambas personas se dan la oportunidad de probar más cosas, aun cuando muchas de éstas sean consideradas como "inmorales" debido a los prejuicios de la sociedad (sí, es aquí cuando el título de la cinta tiene sentido).

Yo suelo agradecer y tenerle cariño a aquellos materiales que me hacen cuestionarme cosas sobre mi entorno o sobre mí misma y considero que tan sólo por eso valen la pena o pueden ocupar algún lugar dentro del canon a pesar de sus deficiencias. "La vida inmoral..." tiene muchas de estas últimas a nivel técnico e incluso a nivel actoral, pero la premisa como tal es buena, queda clara y es poco tratada en el cine mexicano cuando en realidad es algo de lo cual debería hablarse. Y bueno, Manolo Caro lo hizo.

Y también hizo lo propio con "La casa de las flores". No es como que solamente caiga en el cliché de cuestionar la sociedad de apariencias, algo que por cierto no es nuevo y hasta la peor telenovela de Televisa lo ha hecho alguna vez. Más que eso, expone que que cada miembro de una familia tiene sus demonios personales: el que no tiene sexualidad dudosa tiene vicios, o está en la encrucijada entre elegir el respeto o el amor, o tiene una doble vida, o simplemente secretos que no quiere que salgan a la luz. Expone también que a veces para salir de una crisis hay que hacer cosas que se salgan de lo políticamente correcto (como traicionar a la familia, comprarle cosas a la competencia o hasta ser narcomenudistas) y que no, la humanidad no se divide entre quién es bueno y quién es malo: hay gente que como tal no es mala pero hace cosas que sí lo parecen ya sea por impulsos primitivos, por debilidad, por necesidad, porque simple y llanamente tiene malos hábitos o porque a veces sólo de esa manera puede darse a respetar y ni modo, así es la vida. Expone la diversidad de creencias y se sale del típico lugar común que pone al catolicismo como única religión (cuando, en efecto, muchos de los ricos de México son ciertamente judíos). Expone a algunos elementos de la clase alta como lo que son: narcotraficantes que tienen parientes en la cárcel por secuestro y homicidio pero que van por la vida con bandera de "no rompo un plato". Expone, también, la discapacidad como lo que es: una condición física que no te vuelve mejor persona porque es...eso, una confición FÍ-SI-CA. Expone los pleitos que puede haber entre miembros de una familia por saber quién trabaja más, quién no, quién es más guapo, quién es más feo, quién se va a quedar con tal o cual cosa o quién se va a quedar sin nada. Entre otras cosas que se me quedan en el tintero.

Pero algo que considero más destacable que lo anterior: Caro toca temas tabúes sin caer en la satanización, en la victimización o en la caricatura. Hoy en día vivimos en la moda de hacer todo políticamente correcto -y no, no por ser feminista estoy a favor de esta nueva Inquisición, todo lo contrario- y de invertir las cosas como si ésa fuera la maldita solución a todo. ¿Antes se representaba a los gays como a los malos? bueno, pues ahora todos los gays serán buenos. ¿Antes la mujer era sojuzgada? bueno, pues ahora haremos que ellas den los putazos. Y no, no es así como las cosas funcionan: el pertenecer a un grupo marginado no te convierte necesariamente en el bueno de la historia y puedes ser tan hijo de puta como cualquiera e incluso más, pues la victimización es un primer paso para sentir que puedes hacer lo que te dé la puta gana o exigir derechos sin en cambio cumplir con tus respectivas obligaciones. Caro no cae en eso y es algo que se agradece: presenta a un personaje gay que caga la madre por encajoso y desleal vs. otro personaje también gay que aguanta mierdas y todo tipo de humillaciones en nombre del amor pero que al final saca las garras y cae a toda madre por eso; presenta, por otro lado, a un personaje transexual que es bueno en su profesión y que está dispuesto a ayudar a la familia pero que no por eso dejó de incurrir en el abandono familiar; presenta a un adolescente más traumatizado porque se quedó sin su perrito que porque el abuelo esté preso o su "papá" ahora tenga vagina porque da la casualidad de que no, lo peor que te puede pasar no es que a tu papá le gusten las pelucas o el maquillaje, aunque muchos te quieran convencer de lo contrario; y presenta a travestis e imitadores que, por muy grotescos que puedan lucir debido a sus facciones, saben que se están ganando el pan de manera honrada y que el imitar y personificar a alguien conlleva esfuerzo y talento, no sólo una cara bonita o un cuerpo escultural.

Hay otras cosas que presenta y que se le pueden loar: mujeres esforzándose por sacar a la familia y a sus seres queridos adelante aun si esto implica ciertas conductas cuestionables o renunciar a la zona de confort, autorrespeto ante situaciones denigrantes perpetradas por la gente a la cual queremos o apreciamos, aceptación hacia lo diferente después de un proceso de negación y quizás a regañadientes pero a fin de cuentas aceptación, unión familiar, solidaridad...

Pero lo principal: Caro está enfocado en cuestionar cosas que se dan por hecho y está presentando algo que, si bien ya ha sido expuesto antes y de maneras mucho más inteligentes, es relativamente novedoso en México, un país que cree que ha progresado en muchos aspectos y que no se acepta como conservador pero que innegablemente lo es y seguirá siéndolo por muchos años. Producciones como "La Rosa de Guadalupe" siguen presentando el status quo como lo que debe seguirse y sí, hay gente que critica duramente este tipo de programación, pero hay una gran cantidad de personas que la siguen y acatan. Hace dos años, casi inmediatamente después de que se estrenara "La vida inmoral..." se estrenó "Macho", una película de Antonio Serrano que no sólo transmite la idea absurda y estúpida de que los diseñadores de moda le deben su éxito a su homosexualidad y no a su talento sino que termina con un matrimonio polígamo que para empezar es imposible en circunstancias reales y que, más que una idea de liberalidad y apertura de mente transmite una idea de que gay=degenerado, sin mencionar que durante toda la cinta hay una fuerte homofobia que incluso se traduce en violencia y que nunca es criticada ni cuestionada. El año pasado se estrenó "Hazlo como hombre", una producción que, para variar, tiene a un protagonista homofóbico que trata de convencer a su amigo recién salido del clóset que pues...en el fondo seguramente es heterosexual y sólo está confundido.

¿Notan la gravedad de la situación? Es por este tipo de cosas que series como "La casa de las flores" hacen una diferencia. ¿Significa por eso que es buena? Desde luego que no, pero sí significa que la mayoría son mucho peores y que, en un país donde las pésimas representaciones abundan, se agradece una producción donde haya mayor equilibrio. Ésta es, en resumidas cuentas, la contribución de Manolo Caro en el mundo de las producciones mexicanas y, a lo que veo, será quien lleve la batuta en este tipo de cosas por un largo rato, al menos en el terreno de lo comercial, no me meteré en terrenos de producciones independientes o poco conocidas que seguramente abordarán estas cosas de mejor manera, o no. Por el momento, diré que me gustó "La casa de las flores" y que valió la pena perder dos días de mi vida con ella porque bueno, ya lo hice con la segunda temporada de "13RW", así que qué chingados.

Calificación: 7.

viernes, 10 de agosto de 2018

Lo que nadie te dice sobre "Fuerza de mujer": lo que implica ser mujer y la sororidad


Okey, comenzaré esta entrada diciendo que tengo una relación amor-odio con las telenovelas turcas. Supongo que me pasó con ellas lo que suele pasarnos a muchos con un escritor que nos gusta, con un crush/amor platónico, con un profesor que nos marca o con alguna persona que admiramos: asumimos que por tener tal o cual característica o poseer ciertas cosas que nosotros no poseemos pero que deseamos (llámese conocimientos, físico, porte, elegancia, talento, o qué sé yo) entonces debe ser perfecto y en cuanto la caga decidimos que es su culpa por no cubrir nuestras expectativas en vez de ser un poco más maduros y aceptar que nosotros fuimos los pendejos por hacernos chaquetas mentales y proyectar en otros nuestros traumas o carencias.

Eso fue lo que me pasó con estas producciones, las cuales creo llegaron oficialmente a mi país con la transmisión de "¿Qué culpa tiene Fatmagul?" en lo que en ese entonces todavía era el canal 13, ahí por el año 2015, y que contaba la historia de Fatmagul, una adolescente enamorada de su prometido Mustafá que ya está por casarse con él y ya hasta tiene preparada la dote pero que un día sale de noche y es violada por cuatro mirreyes que están acompañados por Kerim, un tipo pobre que se enamora de Fatmagul en cuanto la ve y que como tal no la ultraja, pero sí es complice de quienes lo hacen, por lo cual, ya que la aristocracia es la aristocracia aquí y en China (en este caso en Turquía, LOL) y, como tal, siempre se sale con la suya con ayuda de papá dinero, se llega al acuerdo de que Kerim se case con Fatmagul, a lo que ésta accede porque su querido prometido ya la rechazó porque ha sido deshonrada (#onvres) y porque, dada la violencia de la cual fue víctima, está traumada, odia la vida y ya se resignó a que ésta será un puto asco de ahí en adelante, así que qué más da casarse con alguien que odia aunque no le haya hecho nada (porque bueno, tampoco hizo nada por evitar que la lastimaran) y renunciar al amor, que por ahora ya le demostró que no existe.

Yo recibí la noticia de que se estrenaría "¿Qué culpa tiene Fatmagul?" con alegría porque bueno, la cultura musulmana es una de las cosas que más me llaman la atención como materia de estudio y hasta de posible especialización si es que me animo a hacer el posgrado. Así que, comprenderán que la llegada de producciones provenientes de un país musulmán era como un regalo a mi espíritu y que, finalmente más pendeja en ese entonces que ahorita, asumí por default que todas las producciones turcas serían una genialidad porque bueno, la cultura donde se producen es fascinante, ¿no? Ésa era mi lógica pendeja.

Y bueno, ciertamente Fatmagul no me decepcionó, si bien debo admitir que me llegó a desesperar más de una vez por la lentitud con la cual avanzaba la historia y porque honestamente la alargaron más de lo que tendrían que haberlo hecho, muy seguramente por cuestiones de dinero y no porque la trama así lo requiriera. Pero en sí hablaba de un tema sobre el cual valía mucho la pena hablar (la cultura de la violación) y daba un mensaje de esperanza: sí, ser ultrajado duele, destruye vidas y sueños, hace que la gente que supuestamente te amaba se aleje de ti y te dé la espalda pero siempre habrá alguien que te quiera y apoye como la familia o los amigos, y quien te ame y de verdad tenga ganas de estar contigo y hacerte feliz podrá, si no quitarte el trauma (porque los traumas no se quitan), sí hacértelo más llevadero y ayudarte a que tu vida sea relativamente normal, aunque nunca vuelva a serlo del todo.

Pero no todas las series tienen la intención de Fatmagul. Algunas simplemente entretienen -lo cual no es malo tampoco- y algunas que ni siquiera deberían existir nos hacen la maldita grosería no sólo de seguir existiendo sino de alargarse infinitamente hasta lograr que una historia que originalmente no tenía puto sentido simplemente se convierta en una caricatura de sí misma con el paso del tiempo. El ejemplo que creo mejor describe esto es "Elif", un churrazo insufrible que bien podría ser el "María la del Barrio" de Turquía y ni siquiera eso, porque por lo menos Soraya pasará a la historia por ser la villana más pinche sobreactuada y absurda de la televisión pero que precisamente por eso mismo se volvió buena, por todas las carcajadas que nos sacó pasados los años, algo que no podrá presumir Arzú, que es desangelada y que para todo tiene la maldita puta expresión, esté enojada, esté feliz o esté cansada.

"Elif", para los que no estén familiarizados con el tema, habla de una escuincla de aproximadamente seis años que siempre está peinada con unas trencitas súper monas y que es hija de Melec, una mamá joven que bien parece hermana de su cría y que tuvo sus queveres con un mirrey llamado Kenán, que es, adivinaron, el papá de la bendición. Kenán estaba enamorado de Melec pero la mamá y Arzú metieron su cuchara para que no se quedaran juntos, así que terminó casado con Arzú, con quien tuvo otra hija (cuyo nombre ya olvidé y que no voy a buscar en Wikipedia, faltaba más) y pues...prácticamente toda la trama gira en torno a que Arzú no quiere que Kenán sepa que Elif es su hija a pesar de que en determinado momento de la historia todos los que viven en la casa de Kenán lo saben menos él porque bueno...supongo que en las casas ricas de Turquía la gente sí sabe guardar secretos celosamente o no sé. O bueno, hasta donde me quedé ésa era la puta historia, la verdad es que ya nadie en mi casa la ve desde que la jefa descubrió que existen como cuatro temporadas y que la telenovela termina cuando Elif ya es adolescente y pues...no mamen, si verla como niña es insoportable, no la quiero ver cuando esté en la edad de la punzada, gracias.

Historias como "Elif" hicieron que las telenovelas turcas se me cayeran del pedestal y no porque todas sean malas, sino porque simplemente descubrí que no todas son tan buenas como en un inicio pensé movida por mis prejuicios de "pertenece de la cultura musulmana=me va a gustar". Así pues, en cierto momento volví a mi antipatía de ignorar la programación de la televisión abierta porque bueno, de por sí nunca he sido muy de regirme por los horarios de la tele abierta, prefiero los DVDs en mi laptop o el internet. Así pues, comencé a ignorar las telenovelas turcas como ya lo hacía con las de aquí y volví a mis hábitos comunes: leer algún PDF, ver algo en Netflix, jugar Bubble Witch, ver Youtube, escribir guiones, grabar, escribir otras cosas, editar.

Y luego llegó "Fuerza de mujer".

"Fuerza de mujer" es una producción turca del 2017 basada en la producción japonesa "Woman" (porque sí, los refritos no son exclusivos de América Latina) y que empezó a ser retransmitida en México este año. La versión turca -que es la única que conozco- cuenta la historia de Bahar, una mujer joven madre de dos niños que ha quedado viuda y que ciertamente no ha tenido una vida fácil, pues la mamá la abandonó cuando era niña, su hermana menor la odia y, para acabarla de joder, parece ser que su difunto esposo la engañaba ni más ni menos que con la hermana que la odia. Y por si esto no fuera suficiente, se enferma de cáncer conforme la trama avanza.

Esta producción llegó a mi vida por casualidad. Mi madre estaba viendo alguna tontería del canal 2 (quizás "Tenías que ser tú", la verdad no recuerdo bien) y, cuando dicha tontería terminó, le cambió al 1.1, donde estaba "Fuerza de mujer". Y bueno, bien a bien no sé si fue la idea de una mujer pasándola mal y aun así sacando adelante a los niños y viéndole el lado amable a las cosas (que tampoco es algo que no haya visto antes en algún otro lado porque de hecho suele ser un cliché o lugar común) o la villana que físicamente me recordó a mi cuñada, pero el punto es que me llamó la atención y quise seguir la historia.

Y bueno, qué les cuento, no es tampoco lo mejor que haya visto ni está exento de fallas (de las cuales hablaré más adelante), pero sí me he llevado bastantes sorpresas agradables, y para que lo diga alguien de 26 años que cada día está más amargado, que cada vez es más duro en las críticas y que sinceramente ya no cae con facilidad ni en la trampa de las producciones de Pixar (ya no se diga de las telenovelas), es que la cosa está grave.

Para empezar, llama la atención el modo en el cual se representan, de una manera creo yo no romántica ni idealista sino más bien bastante cruda, las dificultades de lo que ser mujer. Tenemos a Bahar, la protagonista, que es mamá viuda de dos niños, una niña de aproximadamente nueve años y un pequeño de tres o cuatro; no se nos presenta como un personaje preparado o que haya ido a la escuela sino como alguien que debe ganarse el sustento trabajando en un taller de costura en condiciones poco óptimas con una jefa abusiva y que, no conforme con eso, se enferma de leucemia y debe seguir trabajando y fingir ante sus hijos que todo está bien y que nada importa. Tenemos también a Ceyda, una mujer representada como alguien ordinario y burdo (según los estándares de dicho país, cabe aclarar) pero de buenos sentimientos que, como todas, tiene sueños: ser cantante, dar shows y ganar el suficiente dinero para poder criar a su hijo, al cual se le ha impedido estar con su mamá y está recluido con su abuela. Está también Yeliz, una mujer que se casó con un hombre rico pero que conforme avanza la historia se ha visto obligada a separarse de él por "deshonrarlo" y a comenzar desde cero rascándose ella sola con sus propias uñas. Todas ellas tienen condiciones diferentes, circunstancias diferentes e, incluso en el caso de Yeliz, posiciones sociales diferentes, mas no por eso dejan de tener sus propias problemáticas ni dejan de lidiar con la complejidad de lo que es ser mujer, mamá y pobre en en un país sí, progresista para ser musulmán, pero donde tampoco existen las mejores oportunidades.

Yo, como mujer de 26 años que no se ha encontrado en ninguna de las situaciones anteriormente distintas, he logrado empatizar con cada uno de los problemas. He estado a punto de llorar sólo por ver a Bahar tratanto de cargar a su hijo pequeño para que éste esté feliz aun cuando su cuerpo está lleno de moretones debido a la leucemia y aun cuando, precisamente por esto, siente mucho dolor pero trata de que el nene no lo note aunque nosotros como espectadores sí lo notemos  y pensemos "diablos, qué feo que ni a su hijo pueda cargar sin sufrir".  Me he sentido mal cuando Ceyda tira la casa por la ventana comprando juguetes y decorando la casa para su hijo que supuestamente la va a ir a visitar sólo para terminar viendo su cara que pasa de la completa euforia al sufrimiento cuando le anuncian que el crío siempre no la irá a ver porque a la abuela no le dio la gana que así fuera. He hecho corajes cuando Yeliz, cuyo "error imperdonable" sólo fue visitar junto con Ceyda a la hermana menor de Bahar, Sirin, para ir a golpearla en un gesto de solidaridad con su amiga que ha sido víctima de traición familiar, es abandonada por el esposo rico por el "deshonor" que dicho gesto le trae, dejándola con sus hijos y a su suerte. 

Y no, ésta no es, ciertamente, una producción que presente situaciones trágicas encadenadas en las cuales, ni bien se resuelve un conflicto y ya hay otro y gracias a las cuales el protagonista no tiene ni un maldito respiro ni tampoco un mínimo instante de tranquilidad. Una producción que bien podría entrar en este esquema sería la ya mencionada "Elif", donde la pinche escuincla o su mamá recién salieron de un pedo y ya se metieron en otro, completamente gratuito, sin puto sentido, sin que la maldita historia realmente lo requiera, pero que se necesita para que el espectador pase toda la pinche telenovela diciendo "ay, pobrecitos, cómo sufren". No es, por cierto, el caso de "Fuerza de mujer", donde sí hay crudeza y donde la compasión no llega realmente a la lástima, sino hasta a la admiración, a la sensación de "carajo, y yo quejándome por pendejadas y mira a esta persona, muriéndose del dolor y aun así queriendo hacer feliz a su nene".

Pero retomemos lo mencionado en el párrafo anterior para hablar del segundo aspecto que considero fascinante y hasta aplaudible de esta telenovela. Comenté que "Fuerza de mujer", a pesar de presentar situaciones que mueven a la compasión y hasta a la lágrima viva, no recurre al sentimentalismo burdo y a la tragedia gratuita para lograrlas; muy por el contrario, es una serie optimista en muchos aspectos y que transmite un mensaje de solidaridad y apoyo entre todos sus personajes en general pero entre mujeres en lo particular.

Bahar es viuda; Ceyda es mamá soltera que a veces se ve involucrada con un tipo mayor que ella al cual realmente no quiere pero que posee privilegios por encima de los que ella tiene y que, bien que mal, pueden favorecerla, pero también perjudicarla; Yeliz ha sido rechazada por su marido por un error que ha cometido. Pero...¿eso las detiene? No, porque ellas mismas lo dicen constantemente a lo largo de la serie: "nos tenemos las unas a las otras, así que hay que unirnos". Y lo hacen: Bahar y Ceyda ayudan a Yeliz en su vida de nueva pobre, Ceyda y Yeliz están dispuestas a partirle la madre a Sirin por traicionar a Bahar, Bahar y Yeliz son apoyo moral de Ceyda cuando está triste, Ceyda es capaz de darle trabajo a las dos si surge una oportunidad. Aunque tampoco es como que la sororidad se limite a ellas tres: las compañeras de trabajo de Bahar son solidarias con ella, están dispuestas a fletarse lo que a ella le corresponda de trabajo sólo para que pueda descansar, pues está enferma y constantemente se agota o pierde defensas. Es un mensaje precioso que sí, me hace sentir bien, para qué les miento.

¿Esto quiere decir que son unas matriarcas misándricas que rechazan a los hombres o los excluyen? Para nada; muy por el contrario, los buenos elementos masculinos ahí están: Arif, el enamorado de Bahar, está dispuesto a ayudarla a ella y a Enver, su padrastro; Enver, por otro lado, está dispuesto a trabajar duro como sastre para que ayudar a Bahar económicamente y para solidarizarse también con Ceyda y Yeliz, a quienes está empezando a querer como si fueran de su familia. Esta telenovela y las relaciones que presenta entre sus personajes es algo muy necesario en este mundo hermético e intolerante y honestamente me alegra encontrar producciones que transmitan este tipo de cosas positivas sin dejar por eso de lado lo oscuro y crudo de la realidad y la humanidad.

Ahora, ¿con esto quiero decir que es perfecta? Por supuesto que no, en lo más mínimo. Ya dije que tiene fallas y no precisamente perdonables. Para empezar, saca bastante de onda la relación entre Bahar y su hermana Sirin, quien, sólo para poner en contexto, ha tenido muchos más privilegios no sólo porque sí tuvo la fortuna de crecer con su familia mientras la hermana era abandonada, sino porque actualmente estudia arte en la universidad, algo a lo cual Bahar aparentemente no tuvo acceso. El mensaje de sororidad puede caerse cuando se presenta esta relación, pues Bahar en cuanto sabe la traición de su esposo y su hermana decide, sí, pensar mal de Sarp y tirarlo del pedestal en el cual lo tuvo, pero también irse contra la hermana y decirle que "Sarp jamás se habría enamorado de alguien como ella" como si la culpa fuera totalmente de ella y no de él. En lo personal me siento bastante incómoda con esta visión de las cosas, si bien es cierto que el personaje de Sirin no cae muy simpático por envidioso y psicópata, pues Bahar tampoco se ve muy bien adoptando esta actitud de culparla por todo. Y bueno, tampoco me encanta la idea de que dos mujeres ataquen a otra mujer y se le vayan a los madrazos, por muy reprobable que haya sido la conducta de esta última, pues igual es como si se decidiera pasar por alto que el hombre también es responsable en la infidelidad.

Pero bueno, en general se salva. Conmueve cuando debe conmover y hace sentir bien cuando debe hacerlo. Tiene su dosis necesaria de cursilería y romanticismo pero también de cruda realidad. Y, sobre todo, es una telenovela que, como Fatmagul, da un mensaje de esperanza no sólo por la solidaridad entre todos los personajes y la sororidad, sino por la idea de que no importa si se te murió algún ser querido o te abandonaron, nunca estarás solo.

Hoy termina la primera temporada de esta telenovela que, al menos por ahora, me hizo recuperar la fe en las producciones turcas. Es muy probable que, dado el éxito, se alargue absurdamente o se prostituya la idea original en nombre de tener a la audiencia enajenada. No lo sé, habría que esperar a la segunda temporada, si es que deciden transmitirla en el 1.1 como la primera y si es que llega después del bodrio que seguramente será "Rosario Tijeras 2" (del cual no quiero ni hablar y sobre el cual pretendo fingir que no existe). Sin embargo, en lo que espero, seguiré diciendo que éstas son las telenovelas que realmente valen la pena y que, como ya dije, me devuelven la fe en el género del teledrama, más específicamente en el teledrama medio-oriental, sobre todo considerando su contexto y su geografía.

Calificación: 8.7.

sábado, 9 de junio de 2018

Lo que nadie te dice sobre "Yo soy Betty, la fea": machismo y relaciones tóxicas


En este mundo hay mil cosas por ver y leer y en las cuales podríamos emplear nuestro tiempo de una manera agradable. Pero a veces como que convenientemente se nos olvida y volvemos a ver lo que ya nos chutamos primero en televisión abierta, en el canal 9, todos los días, a las 7 de la noche, durante el año 2001 y parte del 2002, para chutárnoslo otra vez en su versión infantil, para después volvérnoslo a chutar durante lo que resta del 2002 y parte del 2003 pero ahora cada fin de semana, para volvérnoslo a chutar después en su versión mexicana pésimamente actuada e innecesariamente alargada, para volvérnoslo a chutar luego en su retransmisión diaria pero ahora en canal 2 y a las 12 de la tarde y, finalmente, para chutárnoslo por internet porque...¿por qué no?

Sí, adivinaron, estoy hablando, ni más ni menos, que de la telenovela más exitosa de todos los tiempos, "Yo soy Betty, la fea", una teleserie colombiana que se empezó a transmitir en 1999 en su país de origen pero que acá a México llegó como dos años después, cuando yo iba en tercero de primaria. Y bueno, lo descrito en el párrafo anterior es una exageración, porque realmente no la vi cuando la transmitieron por primera vez dado que a esa hora me encontraba haciendo tareas, aunque sí pescaba uno que otro momento cuando iba a mi habitación con cualquier pretexto y con el firme propósito de pescarle algo a la serie que lograba que incluso mi papá -que casi nunca se emociona con las series y que puede jactarse de haber visto las 8 películas de Harry Potter en el cine sin haber entendido ni madres de lo que vio en cada una de ellas- se riera de las peripecias de los personajes. Tampoco vi la retransmisión de los fines de semana porque una niña de ocho años siempre tiene cosas más importantes qué hacer los sábados que ver telenovelas, como jugar a que sus barbies y ella están en su propia versión de "Querida, encogí a los niños". Pero lo de la versión infantil sí es verdad, al igual que lo de ver la adaptación mexicana -aunque no completa, porque en cierto momento se volvió tan pinche mafufa que preferí ver "Lola, érase una vez"- y al igual que lo de verla por internet.

Esto último lo he hecho dos veces en los últimos dos años, aunque tampoco de manera regular. En realidad, me gusta omitir toda la parte del romance y pasar directamente al climax de toda la historia, que es cuando Beatriz ya sabe que la están utilizando para no perder Ecomoda y decide que va a sacar a su perra interior; esto, al mismo tiempo que Armandito descubre que su poco agraciada secretaria no le es tan indiferente como piensa y que, de hecho, ya lo trae obsesionado y comiendo de la palma de su mano sin necesidad de toloache o vudú, sino con su entrega, dedicación, devoción y...bueno, un poco de...ya saben, ciertas "habilidades".

Pero ya hablando en serio, mientras veía fragmentos de algunos capítulos de esta teleserie amada por muchos y odiada por casi nadie (o al menos yo no conozco a nadie que la odie), noté varias cosas que, por lo que alcancé a leer en los comentarios de los usuarios de Youtube -que, del mismo modo que yo, al parecer no tenían nada mejor qué hacer con sus vidas que volver a ver "Yo soy Betty, la fea"-, pocas personas notan y de las cuales creo que vale la pena hacer algunos señalamientos. Así pues, permítanme anunciarles que hoy inauguro nueva sección en este blog en la cual analizaremos series y películas usando las gafas violetas, y pues qué mejor que comenzar con la telenovela más vista, traducida a más idiomas y con más adaptaciones de todos los tiempos.

Para empezar este análisis, quiero retomar lo que dije sobre los comentarios en el párrafo anterior. Como ya lo mencioné, mis escenas favoritas de toda la serie son aquellas que empiezan cuando Betty decide dejar atrás a la mujer crédula y devota que aceptaba gustosamente ser "la otra" en el nombre del "amor" para dar paso a la hija de puta que puede llegar a ser y, si las personas que leen esta entrada han visto el programa o tienen aunque sea una vaga idea de lo sucedido durante aquellos capítulos, recordarán que durante estos episodios es de lo más normal que Armando le haga escenas de celos a Betty, la siga a todas partes, la espíe cuando está acompañada de Nicolás, le dé sus putazos a Nicolás cuando éste comete el imperdonable pecado de pasar por Betty a la casa de su amiga enferma e incluso bese a Betty en contra de su voluntad, esto no sin antes ponerse una santa borrachera de aquéllas y posteriormente gritarle que "hará con ella lo que a él se le dé la gana" porque "ahora es el Armando en el cual ella lo convirtió".

Y miren...no, lo preocupante no es que ésta fuera considerada la pareja favorita de muchos. Ni siquiera es preocupante que, con todas estas actitudes, la novela haya sido y continúe siendo tan aclamada. No, porque sí, soy feminista, pero si algo me enseñó mi paso por la universidad es que el contexto histórico siempre es importante, sobre todo si queremos emitir una opinión crítica sobre algo. Es estúpido decir que "no nos gusta una obra medieval porque es machista" siendo que generalmente dichas obras son escritas entre los siglos V y XV, y pues...no es como que el feminismo estuviera precisamente en boga durante ese periodo histórico, ¿saben? Y es cierto, esta telenovela tampoco es de la época medieval y, si bien es cierto que comenzó sus grabaciones el siglo pasado, es más de este siglo que del XX por la obvia razón de que casi todos sus capítulos se grabaron durante principios del XXI. Pero 16 años son 16 años. No es lo mismo 1950 que 1966 ni 1966 que 1982. Así pues, no es lo mismo 2018 que 2002. En 2002 los mexicanos apenas estábamos teniendo acceso a internet, no existían Facebook ni Twitter ni Instagram y, hablando del tema que nos concierne en este blog, en 2002 era más normalizado el acoso, no se hablaba casi de feminismo a pesar de que éste ya era una realidad, mucho menos se pensaba en el lenguaje incluyente y a nadie se le habría ocurrido crear el movimiento #MeToo. Eran, pues, otros tiempos, nos guste o no nos guste, y en este sentido, puedo entender que nadie se quejara de las conductas nocivas de los personajes de esta telenovela, la cual sigue teniendo sus méritos y su valor independientemente de estos aspectos no imperdonables pero sí cuestionables. Pero vamos por partes.

Como venía diciendo, lo preocupante realmente no es que se reflejaran conductas así y que incluso se vieran como algo normal. Lo que en serio me perturbó fue que hoy, en pleno año 2018, la mayoría de los comentarios que leí mientras veía estos capítulos eran...positivos. No sólo positivos, sino que, literal, ensalzaban las conductas de Armando, y casi todos los usuarios que lo hacían eran...sí, adivinaron, mujeres. Comentarios del tipo: "aww, me encanta Armando cuando está celoso", "ay, no, si a mí un hombre como Armando me pide disculpas con esa carita, yo lo perdono. Betty no tiene corazón", "aww, amo que la bese a la fuerza" son sólo algunas de las joyas que me encontré. Joyas que evidenciaban cómo hoy en día se sigue viendo como algo "bonito" que alguien te cele, te persiga y le parta su puta madre a la persona que te está acompañando porque al parecer eres de su propiedad y no tienes derecho a salir con otras personas; cómo hoy en día se sigue pensando que sí, un wey te puede utilizar y burlarse con sus amigos del asco que siente cuando te besa o cuando se acuesta contigo porque basta con que ponga carita de borrego a medio morir para que lo perdones porque si no entonces no tienes corazón; cómo se ve como algo "sexy" y "romántico" que alguien te bese a la fuerza (porque pues...¿quién necesita respeto cuando hay "amor"?), bajo los efectos del alcohol y que además remate su acto con que "puede hacer contigo lo que se le dé la gana" porque pues..."en eso lo has convertido con tus acciones" y, ergo, es tu culpa.

Para los que tenían la duda, se los aclaro: lo anterior es violencia de pareja, no hay más. Y sí, es preocupante que hoy en día, con toda la concientización que está habiendo con respecto al tema se siga viendo algo que claramente es violencia de género como algo "hermoso" y, sobre todo, es preocupante que quienes así lo vean sean las mismas mujeres, pues no sólo nos deja en claro lo mucho que hay por hacer al respecto, sino que nos prueba que sí, lamentablemente, solemos ser las primeras en ejercer el machismo o en continuarlo.

Pero, por si andan creyendo que ésta es la típica entrada feminazi en la cual satanizo única y exclusivamente al hombre, permítanme decirles que para nada y que si algo tiene esta serie es que hay demasiada tela de dónde cortar y en mucho más de un sentido, por lo cual habrá material de regodeo y disfrute para todos, pueden perder cuidado.

Hablemos, por ejemplo, de la conducta de nuestra protagonista, a la cual quizás más del 90 por ciento de los televidentes considera una víctima cuando de hecho no lo es en lo más mínimo. Y es que...¿puede ser una víctima una persona que sabe desde el comienzo que el susodicho está comprometido y aun así se involucra con él? Definitivamente no, y no se le justifica por muy enamorada que estuviera del galán, por muy inalcanzable que lo considerara en un inicio y por muy emocionada que estuviera de que por fin le hiciera caso. Se entiende, sí, pero no se justifica. Del mismo modo en el cual no se justifica su proceder cuando descubre la verdad, si bien es cierto que se siente chingón y hasta catártico que por fin deje de portarse como una quinceañera y empiece a sacar las garras. No, no estuvo bien que empezara a despilfarrar dinero de la empresa, ni estuvo bien que se comprara un carrazo con dicho dinero, ni tampoco que le quisiera dar celos al tipo en vez de simplemente encararlo y decirle las cosas como eran ni que a la mera hora decidiera vengarse y exponerlo enfrente de todos. La violencia sólo engendra más violencia y sí, Beatriz fue víctima, pero también victimaria porque muchas veces las relaciones tóxicas son así: un círculo vicioso en el cual tú me haces y yo te hago y así nos la seguimos en vez de simplemente hablar para tratar de aclarar la situación o, si no es posible esto, cortar por lo sano. Y sí, sí, sí, ya sé que de haber procedido de este modo no habría historia qué contar, sólo digo lo que las personas verdaderamente pensantes tendrían que haber hecho.

Ésta no es, por cierto, la única relación tóxica de toda la serie. La de Aura María y Freddy también lo es, e igual las de Sofía e Inés con sus respectivos exesposos. Sin embargo, éstas se venden como tóxicas e insanas desde el principio, cosa que no ocurre, por cierto, con la relación protagónica, o al menos no de acuerdo con los estándares y el contexto de finales de los 90.

Pero las relaciones tóxicas no son lo único, el machismo es algo que siempre está presente, independientemente de si hay o no hay una relación sentimental de por medio. Mario Calderón, por ejemplo, puede caer simpático por su carisma y su sentido del humor, pero no deja de ser el clásico patancete que cosifica a las mujeres y hasta se cree con derecho a decidir quiénes sí lo son y quiénes no, y basta con ver el capítulo en el cual le dice a Armando que empiece a salir con "mujeres de verdad" para que olvide a Betty porque pues...según la lógica de este man, el que Betty haya nacido con vagina y pueda menstruar no basta para que sea considerada una mujer. ¿Y cómo olvidar a Daniel Valencia? El hombre que se la pasa denigrando a cuanta mujer se le pone enfrente: a Betty porque es fea, a Patricia porque no lo es, a una diciéndole prácticamente que no tiene derecho ni a arreglarse ni a querer aspirar a más independientemente de si tiene estudios, y a la otra tratándola como prostituta sólo porque la vida sí le dio un buen físico.

Y el machismo no sólo lo perpetran los hombres, por cierto: el personaje de Marcela, por ejemplo, es el clásico personaje femenino que prefiere culpar a las otras de las infidelidades de la pareja en vez de asumir las responsabilidades de esta última y es la mujer que prefiere dejarse pisotear y aguantar tonterías en vez de simplemente seguir adelante con su vida. Algo similar ocurre con Sofía, quien prefiere tildar de "zorra" a Jenny, írsele a los golpes y desnudarla enfrente de todos en la oficina para humillarla y, al mismo tiempo, llevarle comida al exmarido infiel a la cárcel porque bueno, a él se le perdona todo, a ella no, no importa si ambos tuvieron su responsabilidad en la correspondiente traición y no solamente la amante. ¿Y qué decir de Patricia? la "amiga" que le aconseja a su bestie que está sufriendo que "ni de loca deje ir a Armando" porque pues sí, el wey la habrá cagado poniéndole los cuernos hartas veces y para colmo con la comidilla de la empresa, pero pues "es un partidazo que no te vas a volver a encontrar fácilmente".

Aunque bueno, no todo es malo, ciertamente. De hecho, y aunque parezca increíble, esta serie tiene muchas cosas positivas. Nos presentó a una protagonista con preparación, potencial y sentido de la dignidad que a pesar de cometer el garrafal error de ser una crédula y de relegarse a ser "la otra" aun si eso equivalía a pasar por encima de otra mujer, decidió no rogar ni arrastrarse a diferencia de su rival de amores y terminó superándose y demostrando qué chicharrones tronaban. Representó también todas las caras de lo femenino y todas las posibilidades de ser mujer: sí, estaban las sexis, exitosas, con dinero y delicadas y también las gordas, las mamás solteras, las de otras razas, las agresivas, las divorciadas, las de mente más abierta y las conservadoras, todas ellas con defectos y virtudes, muchas conscientes de que no se necesitaba ser esbelta ni joven ni guapa para ser feliz (como Bertha) y muchas otras teniéndolo todo y aun así siendo inseguras y cargando con sus propios complejos y miedos (como Marcela).  Presentó también, por otro lado, a un personaje abiertamente LGBT que muchos amaron y a otros les cayó mal pero que evidenció que la diferencia existe y que ser diferente no necesariamente implica ser mejor o peor: puedes ser igual de mierda que otras personas y también cargar con tus propios problemas amorosos o laborales.

Muchas series de hoy en día carecen de lo que hizo a "Yo soy Betty, la fea" ser lo que es: mostrar a la humanidad tal cual es de imperfecta por medio de personajes complejos que tan pueden tratar mal a la mujer fea sólo por ser fea como pueden entender los problemas de una mamá divorciada y ser empáticos (como es el caso de Marcela en el capítulo en el cual se solidariza con Sofía); o bien, que pueden tener toda la preparación del mundo, ser buenas amigas, hijas, empleadas y hasta amantes y que no por eso dejarán de cagarla y de cometer errores de los cuales quizás se arrepientan de por vida, como el prestarse a un fraude o a una infidelidad o tomar venganza de la peor manera en un acto de ira y dolor irracionales. Betty la fea hizo lo que hoy en día muchas series siguen sin atreverse a hacer: dejó de presentar prototipos, personajes que o sólo podían ser buenos o sólo podían ser malos, nos enseñó que sí, igual y el mercado de la imagen sólo se enfoca en las bonitas pero que igual las feas compran, consumen y pagan impuestos y que, por tanto, no se les debe relegar porque a fin de cuentas son personas. Y, algo que considero fue un logro: mostró evolución de los protagónicos, pues ella dejó de ser una mujer crédula y con baja autoestima y se convirtió en alguien con amor propio y consciente de sus capacidades mientras que él pasó de ser el "todas mías" y el "todas las puedo" a ser alguien más sensible, humano y que tuvo que tocar fondo y empezar desde cero para valorar más las cosas.

Ciertamente ahora con mis 26 años a cuestas no me termina de encantar que los protagónicos se quedaran juntos. Incluso, si tuviera la oportunidad de readaptar la serie a la época actual le daría el inesperado final de dejarla sola porque, a fin de cuentas, volver con el wey que fue tu verdugo independientemente de que ahora ya sea a toda madre es un retroceso y reabrir ciclos supuestamente ya cerrados va en contra de la dichosa higiene mental y porque, siendo francos, Michel tampoco se convierte en una opción muy viable si consideramos que, sin conocerla casi, se fue tras ella a prácticamente meterle presión para que acepte vivir con él (visto así, incluso suena creepy, ¿neta nunca lo pensaron los del #TeamMichel?), y pues como dicen, más vale sola que mal acompañada. Hoy en día ya se van volviendo necesarias las series y películas en la cual la protagonista decide que primero el amor propio y la relación con una misma y luego lo que venga: quizás sexo casual, salida con amigas, salidas sola...qué sé yo. Cosas más de la segunda década del siglo XXI, me parece, y miren que se los dice alguien que lleva ya tres años de relación y está comprometida.

Sin embargo, no dejo de reconocerle lo que tiene a su favor y lo revolucionaria y acertada que fue en su momento, pues, además de todo lo anterior, también nos recordó algo que nunca me canso de repetir cada vez que tengo la oportunidad: casi todos los peores problemas que hay en este mundo se deben a la falta de comunicación. Si todos los que sabían más de la cuenta hubiesen hablado, se habrían evitado muchos líos. No dudo que en parte hayan querido evidenciar eso, y aunque no, es demasiado obvio como para hacerlo a un lado.

En fin, la conclusión es que sí, Betty tiene sus cagadas, pero todas congruentes con la época, nos guste o no, y si escribo sobre esto no es porque la serie no sea de mi agrado, sino por la necesidad que tengo de hacer conciencia sobre estos temas que a veces no se ven por la subjetividad o la nostalgia de "pues es que como me gustó en la infancia o en la adolescencia entonces no lo critico" o bien, porque "como es ficción, entonces no tengo por qué tomármelo en serio" (cuando muchas veces la pornografía es tomada como la representación real de la sexualidad a pesar de que hay mucho artificio, por poner un ejemplo). Pero la telenovela me sigue gustando, e insisto en que tiene muchas cosas que le merecen su lugar como la más vista de todos los tiempos y que otros programas le deberían aprender si quieren, de verdad, revolucionar las series, con todo lo que el término "revolucionar" implica. Para mí, a pesar de todo, "Yo soy Betty, la fea" pasa la prueba.

Calificación: 8.

sábado, 28 de abril de 2018

El feminismo JAMÁS debería ser misándrico: mi experiencia personal

La mayoría de la gente que lee este blog sabe que soy feminista y sabe desde cuándo. Incluso sabe que antes odiaba el movimiento. Pero poco conoce sobre cómo era yo antes de darme cuenta de que dicho movimiento era necesario.

Y bueno, una parte de mí diría que ignorancia es felicidad y que es mejor por el bien de todos que ese lado oscuro de mi pasado no se sepa básicamente porque pues...no mames, qué puto oso: si hubiera estado delante de mi yo del pasado me cae que nos habríamos partido la madre (y habría perdido ella porque al chile estoy más correosa ahora, pero eso es harina de otro costal). Pero, considerando que soy una persona que siempre tiene presente su pasado para no ser mejor persona en el presente y no cagarla en el futuro, supongo que es necesario que dé una semblanza del tipo de joyita que era.

Para empezar, me definía a mí misma como "misógina". Y eso no es nada, amigos, me ENORGULLECÍA de serlo. Entre mi repertorio de ideas pendejas estaba decir que todas las mujeres eran envidiosas, conflictivas, malvibrosas, chismosas y, la cereza del pastel: mentalmente inferiores a los hombres. Sí, amigos, la chica que escribe este blog se JACTABA de no leer cosas escritas por mujeres por considerarlas demasiado emocionales y cursis, además de que pensaba que, a diferencia de los hombres que sí podían representar el pensamiento de personajes tanto masculinos como femeninos, ellas "romantizaban" al hombre y lo volvían débil y sensible. Definitivamente, si existiera un holocausto feminista -y digo "si existiera" porque evidentemente no existe, así que no sean estúpidos- o, de mínimo, una lista negra de indeseables, yo la habría encabezado, sin lugar a dudas, y con toda la razón.

Pero bueno, mi "misoginia" (que en realidad era machismo porque odio, odio lo que podamos llamar odio a las mujeres, no era) no es lo único de mi pasado oscuro. También tendía a la misandria, al menos en mis relaciones sentimentales (las amistades con hombres eran otro pinche pedo). Y bueno, no es como que no tuviera razones para ambas cosas, siendo sinceros: mis relaciones con las mujeres nunca han sido lo que podamos llamar "fructíferas" y de hecho puedo afirmar que casi toda mi vida ha sido un round con las de mi género: si no era un "no le hablen porque tiene cara de que es bien payasa" era un "no le hablen porque es una nerd" o "nos vemos a la salida, robanovios" (cuando ni novio tenía pero pues bueno) o un "seguro le va bien y saca dieces por puta" hasta que se convirtió en un "seguro se acostó con el profesor y por eso ahora es adjunta" (sí, we, es que ayudarle a un profesor vale toda la putería del mundo, vieras la gran vida que me doy con los CERO pesos que me paga la Coordinación, we, wuuuuu); por no mencionar mis fallidas amistades femeninas que nunca me han perdonado delitos tales como: 1) haber terminado una carrera universitaria mientras ellas seguían debiendo materias, 2) no haber aceptado ser amiga del traidor de mi exnovio o 3) haber tenido una relación estable mientras ellas autosaboteaban su propia felicidad mandando indirectas y creándose identidades falsas por internet.

Y pues qué decir de mis relaciones con los hombres: acoso sexual desde la primaria, celos enfermizos y chantajes en la preparatoria, traición a pasto en la universidad, más acoso, un intento de abuso...cualquiera con menos estaría hasta la puta madre, amigos, perdón.

Claro que cambié. Y qué chingón. Fui consciente de que las relaciones conflictivas entre mujeres tienen más que ver con la crianza que con que realmente nazcamos con ganas de chingar o traigamos el instinto envidioso y venenoso de fábrica. Y bueno, en cierto momento de mi vida conocí personas del género masculino que me tendieron la mano cuando peor me sentí y comprendí que no todos eran unos culeros como hasta entonces me había hecho creer. Poquito después de comprender eso conocí a Neftalí, le eché todas las ganas para que funcionara -y se las sigo echando porque las relaciones también son un trabajo- y henos aquí: 3 años siendo felices.

No sé si mi transición al feminismo comenzó específicamente ahí, en 2015. Pero sí creo que comenzó poco después, y que no es casualidad que coincidiera con mi cambio de mentalidad y mi "rehabilitación" -por decirlo de alguna manera- de la misandria.

Pero bueno, Niki, ¿en qué consiste la misandria y por qué chingados pusiste en tu título que el feminismo no debería ser misándrico? Bueno, pues la misandria se define como odio a los hombres, algo que sí, reconozco, es una conducta en la cual muchas autodenominadas "feministas" caen. Y digo "autodenominadas" porque, como ya lo dice el pendejo título, el feminismo nunca debería ser misándrico, y a continuación explicaré por qué.

La misandria es, pues, el odio a los hombres. Un odio que se la pasa repitiendo frases como "todos son infieles", "todos son violadores", "todos son violentos" y, en resumen, "todos son iguales". Frases que yo repetía, que muchas "feministas" repiten y que mis amigas mujeres (las escasas que me quedan, por obvias razones que ya describí) que ni son feministas ni tampoco "feministas" también repiten.

Pero...¿de dónde surge esta idea de que un hombre no es hombre si no viola, no es infiel y no es violento? Bueno, pues del sistema machista, amiguitos, ni más ni menos. Un sistema que considera esas características como positivas, porque ser violento, abusivo y tener la mayor cantidad de mujeres posibles es sinónimo de virilidad, de poder y de control. Así ha sido por siglos, nos guste o no nos guste.

Recuerdo algunos ejemplos tomados de aquí y de allá. Como el cartón de Maitena que se titula "Esos comentarios machistas que hacemos las mujeres", del cual sale esta joya:


O mi amiga Martha, del CCH, la cual me contó en clase de biología que había cortado con un wey porque el tipo le dijo: "los hombres somos infieles por genética", a lo cual ella respondió "me vale madres, si tu me pones el cuerno, yo te lo pondré también", a lo cual él, con toda la seguridad e insolencia de la cual presumen los más pendejos, le dijo: "no, porque ustedes no tienen esa genética".

O mi mejor amiga, con la cual invariablemente termino platicando sobre sus novios y la cual, invariablemente, siempre me contesta cuando le insinúo que sí parecen quererla: "pues...es hombre".

O bien, Hugo, el personaje coprotagónico de la novela puertorriqueña Sirena Selena vestida de pena -la cual usé para burlarme de Fa Orozco en un video pero que, fuera del mame, es una joya, por si les interesa-, un señor de la clase alta al cual su papá lo llevó de putas cuando él era un adolescente para que "se hiciera hombrecito" y que, por tanto, quedó traumatizado. Ejemplo literario que, por cierto, ha sido reflejado también en la televisión y en el cine, muy seguramente porque algo de eso pasa en la vida real, y me supongo, no con poca frecuencia.

Podría seguir con otros ejemplos, pero creo que con estos dos ya quedó un poco más claro que estas ideas del macho alfa dominante son...eso, precisamente: MACHISTAS. ¿Y qué acaso el feminismo no trata de combatir el machismo? La respuesta debería ser "sí". Porque da la casualidad de que el machismo nos ha oprimido y es de él de lo cual queremos liberarnos para obtener la igualdad de condiciones a la cual, por cierto, deberíamos tener derechos no por ser mujeres, sino por ser personas. 

Así pues, cuando tú como mujer repites que todos los hombres son iguales, que todos son violadores, infieles o violentos, estás dándole la razón a un sistema que no ve eso como defecto sino como virtud. Estás alimentando el machismo. Lo cual de por sí es grave si eres una mujer normal pero se torna todavía más grave si eres feminista, porque entonces, con tus pequeñas acciones, sigues promoviendo que todo siga igual en vez de lograr la revolución que tanto quieres y que supuestamente dices defender.

Es verdad que no es nuestra obligación luchar por aquello que le interesa a los hombres porque, por mucho que al género masculino le arda, no somos todoterreno y la lucha tiene prioridades, además, claro, de que somos perfectamente conscientes de que los hombres no son unos minusválidos o inútiles incapaces de luchar por sus propios derechos si realmente se lo proponen. Asumir que nosotras debemos hacer su trabajo es el equivalente a asumir que ellos no son capaces de hacerlo, de minimizarlos y caer en exactamente las mismas conductas sexistas que criticamos. Pero el que no luchemos por lo que ellos quieren no significa que no deba haber un respeto y una empatía: el machismo nos afecta a todos: a nosotras en unas cosas y a ellos en cosas diferentes, pero a fin de cuentas nos afecta a todos. Y para que lo podamos combatir debemos tener presente qué comportamientos son machistas para justamente ya no caer en ellos, o al menos caer lo menos posible porque bueno, el cambio tampoco se da de chingadazo.

Pensar que todos son violadores, infieles, patanes, mentirosos y violentos es caer en conductas machistas. Es asumir que un hijo varón que todavía no gusta de las niñas ni golpea es un violador en potencia y maltratador sólo por ser varón y, por consiguiente, es dar por sentado que es caso perdido y que la va a cagar. Es privarme de la oportunidad de hacer con él una diferencia. Es, a la larga, darle la razón al sistema porque, por mi misandria, quizás terminé convirtiéndolo en aquello que odiaba y que tanto temí. Es reproducir un sistema nefasto del cual se supone que quiero evadirme, es traicionarme y es eso, odio, y pues el odio nunca lleva a nada bueno.

Así que no, queridas radicales, la misandria no es el camino. La educación, el respeto y la información sí, del mismo modo que la concientización y la empatía. El día que agarremos el pedo sobre eso y caigamos en cuenta de que hay conductas que parecen feministas pero que ni de chiste lo son, quizás demos un paso adelante. Quizás. Y quizás y sólo quizás se nos tome más en serio, aunque francamente veo un poco lejano ese día.

Pero en fin, buena noche.

martes, 27 de febrero de 2018

¿El movimiento está en crisis?

Antes de que terminara el 2017 compré el libro de Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes porque lo había visto recomendado en "La dichosa palabra" hace ya varios meses y...bueno, sinceramente es un programa que me cae muy gordo, pero debo reconocer que sus recomendaciones son buenas, así que en cuanto Laura García lo sugirió, decidí anotarlo en mi lista. Lo conseguí hasta diciembre y casi en el acto comencé a leerlo. Y bueno, si bien en ciertos pasajes me pareció tendencioso (porque ¡bitch please! te pone a Hillary Clinton como la gran caca como si fuera de verdad alguien digno de admirar) y honestamente me habría gustado que figuraran otros nombres (no lo sé, María de Zayas, Sor Juana Inés de la Cruz, María la Bailaora o Chimamanda Ngozi Adichie o hasta la misma J.K. Rowling a pesar de sus tarugadas, por mencionar algunas), en general me quedé con un buen sabor de boca, porque me demostró que una como mujer (y como persona en general, pues, pero más como mujer) puede tenerlo todo en su contra y aun así salir adelante. Me demostró que realmente, si quieres, puedes.

Sin embargo, pasa algo particularmente curioso conmigo: a pesar de que, ciertamente, me gusta sentir que hay un dejo de luz en tanta oscuridad y que, aun cuando todo te pueda ir mal, hay cierta esperanza, no puedo cegarme a la realidad ni pretender que dentro de mí no existe un lado, si bien no oscuro como tal, sí un tanto sombrío, y menos después de tener un 2017 completamente catastrótico en el cual, para colmo de males, se me ocurrió que ya era buen momento de empezar a leer a Nietzsche por primera vez. Si algo logró el buen Nietzsche fue convencerme de que muchas de las ideas que ya tenía con respecto a la vida ahora se hicieran más presentes, que lo que antes no decía por miedo o porque pensaba se me juzgaría mal ahora lo pueda decir sin tapujos porque bueno, a fin de cuentas, alguien más ha pensado lo que yo. Y no cualquiera, sino un clásico de la filosofía alemana. El clásico más malinterpretado, quizás.

Cuando tienes un desencanto por la vida, leer a un autor nihilista no es lo que podamos decir una excelente combinación, siendo francos. Por experiencia propia puedo decir que ese desencanto se pronuncia. Claro que en mi caso no fue malo y de hecho a mí Nietzsche me liberó: reafirmó mi repulsión por la idolatría -porque el Superhombre no necesita ídolos a los cuales adorar y repudia que lo adoren-, me hizo comprender que la humildad muchas veces está sobrevalorada -porque si tienes un conocimiento debes compartirlo y si eres consciente de que lo tienes, debes aceptarlo, sin pedir disculpas y sin mostrarte como un acomplejado-y me dio la razón en eso de que la lástima es algo repulsivo -y, por consiguiente, hay que despreciar a aquellos que quieren valerse de la lástima para obtener cosas en vez de luchar por lo que quieren y hacer algo por ellos mismos-.

Es sobre este punto en lo particular sobre el cual me gustaría profundizar en esta entrada, aunque ciertamente no es el único. Pero vamos por partes.

Verán, me he dado cuenta de que yo en general no encajo: soy una hispanista que detesta a los hispanistas. No quiero hacer mi posgrado en literatura sino en filosofía religiosa. Odio ir a ponencias. Odio ir a conferencias o a coloquios. Me enferma esa gente que cree que por leer es superior. Estoy desencantada de la Academia. Me caga hacer trabajos "de investigación" que repiten lo que alguien más ya dijo y prefiero yo hacer mis propias propuestas. Me aburre andar en el intelectualismo toda la vida. A pesar de que me gusta mi "área de especialización" (literatura cervantina, supuestamente), no concibo mi vida leyendo sólo a Cervantes o investigándolo sólo a él y, siendo más francos, no concibo mi vida clavándome en una sola época, en una sola área o en una sola cosa, me abruma y frustra de sólo pensarlo.

Pero vayamos más allá de la profesión: como "admiradora" de personas (llámese escritor, llámese cineasta, llámese lo que sea), soy un verdadero fiasco. No he ido a un solo concierto de los Yeah Yeah Yeahs o de Jenny and The Mexicats a pesar de que Karen O y Jenny Ball son como mis ideales femeninos (si es que las puedo llamar como tales porque, recordemos, me caga la idolatría). No he leído ni un sólo libro que hayan escrito mis mejores profesores de la universidad. No perseguiría a absolutamente nadie para tomarme una foto con él o para pedirle un autógrafo. Me jacto de admirar a Roman Polanski (como cineasta, cabe decir) aunque sólo he visto "El bebé de Rosemary", "Repulsión" y "El pianista" y, siendo completamente francos, cuando me plantean esa fantasía de "¿y te cogerías a (inserte el nombre de su sex symbol favorito)? lo primero que me da por pensar es:¿y si le apesta el hocico? ¿y si no besa bien? ¿qué tal que se echa muchos pedos o le apestan las patas?Sí, de ese tamaño mi "admiración".

Ya no hablemos de las dichosas tribus urbanas: cuando iba en secundaria tuve mi época "chaka" durante el primer año. Después supongo que me volví "emo". Después "fresa". Después "rocker". Después "dark". Y estuve en esta última durante mucho tiempo sin hallarme realmente con la ideología de muchos de los que se autonombraban también "darks": siempre me pareció estúpido que vinieran las escuinclas del CCH todas mecas a decir que "el diablo era su papá", sin mencionar lo naco que se me hacía eso de que se pusieran vestidos de terciopelo en plena primavera. Claro, me gustaban lo sangriento (y me sigue gustando, ¡yomi!), las historias de horror, la ropa negra, las uñas negras, el delineador, los accesorios, la ropa, los vampiros y los asesinos seriales, pero en el fondo prefería escuchar "Maps" que "Wishmaster". Y bueno, a pesar de que esa etapa de la "experimentación" y de la "búsqueda de la identidad" se supone que ya pasó y que ahora ya quedó claro que simplemente soy una mujer de veintitantos años a quien le gusta vestir ropa negra y leer policiales y terror mientras escucha a La Sonora Dinamita en su Nokia-Blackberry del 2013, sigue sin quedarme claro qué pedo: ¿soy ñera y naca por mi modo de hablar, por criarme en Ecatepec y por escuchar cumbias? ¿o más bien soy fresa porque prefiero la comida "healthy" a los tacos y el café frapé antes que la cerveza? En fin, que no encajo, pues.

Ni siquiera como booktuber encajo: me cagan los booktubers y el sentimiento es perfectamente correspondido porque soy demasiado básica y vulgar para pertenecer a su sofisticado grupo de elite (ajásíclaro). Pero soy demasiado "exquisita" para ser la youtuber promedio que hace el tag del reggaetón, así que estoy en el limbo. Y así nos la podríamos seguir.

Y bueno, algo bastante similar me ocurre con el feminismo. Me considero feminista, pero si me preguntaran a qué grupo de feminismo me he unido les diría que sinceramente a ninguno y que no creo hacerlo. Veo las opiniones de todo tipo de feministas en internet, tanto de conocidas mías como de las que no lo son en lo más mínimo y simplemente no hallo con quién. Veo, por ejemplo, a Miare's Project cantando su canción de "Machirulo moderno", diciendo que el hembrismo no existe (algo que ya le he oído y leído a tantas que si me pagaran por verlo de verdad que no necesitaría trabajar) y que las mujeres no se pueden beneficiar del machismo (cuando la vida cotidiana de hecho nos enseña lo contrario) y de verdad que hasta me da algo, y no precisamente alegría. Veo a Libros de María reaccionando de manera agresiva a quienes la cuestionen como si ya por el hecho de que la cuestionen significara que tiene la razón absoluta (porque es muy fácil reducir todo a "si esto te indigna es porque automáticamente me estás dando la razón") y diciendo que "un hombre no puede ser feminista, sólo aliado" cuando hasta donde tengo entendido el movimiento de hecho surgió con hombres. Veo comentarios de diferentes morras en publicaciones de páginas de FB dando patadas de ahogado y diciendo "es que tú eres hombre y no sabes lo que es ser acosado" (cuando de hecho sí lo saben, basta con que le pregunte a mis amigos varones cómo se sienten cuando se van en el último vagón del metro), tildando de machistas y misóginas a las que eligieron casarse (¿¿¿???), diciendo que una mujer jamás miente cuando dice que fue violada (cuando de hecho tengo conocidas que sí lo han hecho), o que los hombres no pueden ser víctimas de machismo. Sin pruebas. Sin fundamento. Sin verdadera información, sólo diciendo las cosas porque en esta era del internet cualquiera puede decir lo que quiera y creer que eso ya automáticamente lo convierte en el poseedor de la verdad.

Por otro lado, veo a mis conocidas, y veo que realmente no están muy cerca de hacer mejor las cosas: se autodenominan "feministas" y, como todas, usan el hashtag de #MiPrimerAcoso o #SiMeMatan y cuentan sus historias. Pero no pasan de ahí. No es como que tengan un blog. O como que hagan realmente algo más allá de compartir las infografías de Pictoline o Cultura Colectiva que, además, contienen información en mi opinión bastante cuestionable. No tienen ninguna iniciativa. No las veo recomendando lecturas feministas, proponiendo un taller o abriendo un espacio en el cual las víctimas de acoso puedan denunciar a sus anchas (algo así como un "Súper Cívicos" pero feminista). No las veo dando a conocer la vida y obra de aquellas mujeres que fueron olvidadas por la historia como Artemisia Gentileschi o Hipatia. No las veo haciendo campañas para ayudar a las víctimas de violencia obstétrica o de pareja. Lo más que las veo haciendo es respondiéndoles a desconocidos que se presentan como antifeministas en publicaciones de páginas con "fuentes" que en realidad se limitan a Vice, la ya antes mentada Cultura Colectiva o, cuando muy seria la cosa, Nexos. Y ya.

Claro, algunas dicen ir más allá. Se desnudan y protestan así, en pelotas. Se disfrazan de la Virgen María abortando. Se maquillan con sangre menstrual. Se dejan los pelos en las axilas o en las piernas para luchar contra la opresión que sufren las mujeres. Usan el "todxs" o el "compañeres". Dicen "cuerpa" en lugar de "cuerpo". Y claro, llaman "alienada" a quien no las sigue porque, como ya mencioné, es muy fácil reducir todo y asumir que, como haces encabronar a todos, entonces tú tienes la razón.

Y no se me confundan: claro que las mujeres sufrimos mayor acoso. Claro que existe el feminicidio y puedo darles hartos ejemplos de feminicidas famosos porque antes de ser feminista he sido una maldita freak y entre mis pasatiempos está leer biografías de asesinos seriales. Claro que hay víctimas de violación que hablan en serio. Claro que el machismo nos ha afectado más a nosotras. Claro que la depilación, el cuerpo escultural, la moda y todas esas cosas se le han impuesto a la mujer porque bueno, sólo hay que verlo en la vida cotidiana: un hombre puede no depilarse y nadie le dirá que se ve mal y claro que ellos se complican mucho menos la existencia a la hora de elegir qué ponerse mientras que nosotras le ponemos más empeño a ese desmadre. Y claro que el aborto debería ser legal y pero por supuesto que deberíamos poder andar como queramos en la calle sin por eso tener miedo a una violación o a un feminicidio. Sin mencionar, claro, que yo tampoco hago mucho de lo que dije que mis conocidas feministas no hacen, salvo, claro, escribir en blogs o hacer videos (lo cual tampoco quiere decir que no lo piense hacer).

Sí, la opresión existe, el machismo y la violencia también. No me habría vuelto feminista si no considerara que el movimiento es necesario. Y ésa es la cosa: es necesario, pero está pésimamente orientado, y no porque me haya unido al movimiento significa que no veré lo que de hecho es más que evidente.

Respondiendo a la pregunta inicial del título, sí, el feminismo está en crisis, y no por pocas razones. Hay demasiada ignorancia, un chingo de fanatismo (y bueno, tan sólo en lo que va de esta entrada creo que ya he dado a entender como tres veces lo que pienso del maldito fanatismo), muy poca empatía ya no digamos hacia los hombres sino entre las mismas mujeres, un complejo de superioridad bastante intenso y, lo que más detesto sobre manera: la maldita victimización aunado a la falta de conciencia. Sí, es aquí cuando lo que decía de Nietzsche en párrafos anteriores comienza a cobrar sentido, por si se lo preguntaban.

Cabe aclarar, la victimización no es exclusiva de la mujer. Todos los sectores de la sociedad han caído en la estúpida victimización porque simple y sencillamente es lo más fácil. Ted Bundy, el asesino galán que decidió hacer del feminicidio un modo de vida, culpó a la pornografía de sus malas acciones porque era más sencillo considerarse una víctima de los medios masivos de comunicación en vez de simplemente admitir que disfrutaba y se regodeaba con el asesinato de jovencitas. Algo similar ocurrió con Andrei Chikatilo: culpó a su impotencia sexual de"trastornarlo" y de llevarlo al asesinato y al canibalismo en vez de simplemente admitir que matar le daba placer y que por eso lo hacía. Y no me tengo que ir muy lejos: los vagabundos aman excusarse en sus discapacidades para no trabajar y pedir limosna porque es fácil, así de simple. Y bueno, ni qué decir del bendito pueblo, el cual ama culpar al gobierno de todos sus problemas en vez de hacer algo por sí mismo como...no sé...dejar de comprar piratería, o de ser tan jodidamente discriminativo con los indígenas, o dejar de saltarse los torniquetes del metro o de dar "mordida" a los policías porque claro, nosotros no somos quienes elegimos a nuestros gobernantes y claro, el gobierno no es un reflejo de lo que somos nosotros como pueblo, para nada.

La victimización es fácil, pero no es el camino porque lo fácil nunca lo es. Es sencillo engordar, descuidar tu salud y tu higiene y usar al feminismo como excusa porque "eres víctima del sistema que te obliga a lucir bella" (como si EN SERIO no tuvieras otra puta opción como...no sé, ser graciosa o prepararte profesionalmente, digo, el físico no es eterno, ¿eh?) y, no conforme con eso, decir que estás siendo "revolucionaria" cuando, siendo francos, engordar o dejarte los pelos no conlleva ningún puto trabajo: muy por el contrario, es más trabajoso depilarte y mantenerte saludable. También es sencillo culpar al hombre de todos tus problemas en lugar de asumir tus responsabilidades y aceptar que quizás tú igual la estés regando. Es sencillo cambiarle la última letra a "cuerpo", o decir "todes", porque a fin de cuentas son sólo palabras, pero te apuesto lo que sea a que no te la rifarías en una ONG o en la Cámara de Diputados para pedir que a las mujeres se les aumente la condena por un delito grave aun si las condenas menores son consecuencia del machismo que te considera inferior al hombre incluso para cometer un crimen porque "wey, eso sería renunciar a un privilegio", aun si es un privilegio que te oprime y te hace menos. E igual es sencillo exonerar a una mujer de un crimen que cometió en complicidad con un hombre porque "estaba enamorada" o "él la obligó"en vez de simplemente asumir que el mal está en todos y que todos somos capaces de cometerlo, no importa si tenemos pene o vagina.

Sí, todo lo anterior es fácil. Pero no significa que esté bien.

Mientras leía Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes me sentí fascinada y, cuando lo terminé, me quedé con un buen sabor de boca. Pero al mismo tiempo me llené de coraje, y no precisamente del bueno. Porque mientras en la historia ha habido y sigue habiendo mujeres que a pesar de las carencias y de todo lo que estuvo en su contra, salieron adelante, el mundo actual está plagado de otras que a pesar de tener bastantes herramientas que podrían usar para su beneficio y hacer algo chingón prefieren valerse de la lástima y la victimización para dejar de hacer cosas como cuidarse o respetarse o para hacer daño. Y yo seré feminista, pero si algo desprecio es la maldita lástima y la autocompasión. Lo pensaba antes de Nietzsche y lo seguiré pensando, lamentable o afortunadamente.

Pienso en Helen Keller, la mujer que quedó ciega y sorda y que a pesar de eso salió adelante. Pienso en Alicia Alonso, quien se volvió bailarina a pesar de quedar invidente. En Ashley Fiolek, quien es campeona de motocross a pesar de ser sorda y que lo logró simplemente viendo la sombras de sus contrincantes durante las competencias. En Malala, quien recibió un balazo en la cabeza y eso no le impidió ser el Nobel de la Paz. O en Sonita Alizadeh, la cantante de rap que tuvo que renunciar a su vida en Afganistán para seguir su sueño de dedicarse a la música en Estados Unidos. Pienso en todas ellas, en sus carencias, en sus limitantes no sólo físicas, sino geográficas en algunos casos e históricas en otros y no puedo sino suspirar, en parte de alegría porque sé que puedo, y en parte de tristeza porque es lamentable que teniendo aquí las condiciones para hacer algo chingón, prefiramos el instinto básico, la intolerancia, la violencia y la lástima.

Me parece, pues, que en un mundo lleno de "Machirulo moderno" necesitamos más "Brides for sale". Como sea, ojalá agarremos el pedo.

B.N.