Durante estos días se ha vuelto tendencia la nueva serie original de Netflix hecha en México, "La casa de las flores", una producción del director Manolo Caro, el cual se ha dado a conocer, entre otras cosas, por trabajos como la adaptación a filme de la obra teatral "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas", películas como "Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando" y mi favorita: "La vida inmoral de la pareja ideal". Y bueno, las reacciones ante este fenómeno han sido, por demás, interesantes: están los que la han amado por considerarla divertida y que ya hasta han creado el #PaulinaDeLaMoraChallenge -que, básicamente, consiste en hablar como el personaje interpretado por la actriz Cecilia Suárez- y están, por otro lado, los que la han catalogado como la peor serie de Netflix por mucho, quizás sólo empatada con la bioserie de Luis Miguel, de lo cual se deduce que esta producción sólo provoca dos reacciones en la gente: o la aman o la odian, no hay medias tintas, y me parece que ya por este simple hecho estamos ante algo de lo cual vale la pena hablar.
La gente que me sigue en Twitter -mi red social por excelencia, por si no lo sabían- seguro que ya vio de primera mano mi posicionamiento frente a esta serie, la cual empecé a ver justo el pasado domingo y terminé el lunes en la noche. Quienes me conocen seguramente saben que no soy muy de subirme al tren del mame del momento y no tanto porque me guste llevar la contra (que sí. a veces sí, pero no siempre) sino porque me molesta la idea de tener que hacer algo para no sentirme mal o fuera de tono cuando las cosas siempre deberían hacerse cuando uno se siente preparado y cómodo para hacerlas. Sin embargo, en cuanto vi el tráiler de "La casa de las flores", algunas entrevistas de Youtube hechas a las protagonistas de la serie y además vi que el creador era Manolo Caro decidí que la vería en cuanto tuviera la oportunidad. De hecho, es casi seguro que fue este último dato el que me convenció, más que cualquiera de los anteriores.
Quien esté leyendo esta entrada se estará preguntando por qué ver una serie por el director y más aun cuando dicho director no tiene la mejor fama ni tampoco es uno de los prodigios que esté dando este país y, muy por el contrario, tiene producciones con buena intención pero no muy buena ejecución, es tildado de wanabi por la crítica e incluso apodado como el "Pedro Almodóvar mexicano, versión chafa".
Y bueno, ciertamente no están tan errados los que escriben o piensan todas estas cosas. Es verdad, Manolo Caro no es una chingonería. Sí, también es verdad que sería mejor director teatral que cinematográfico. Definitivamente es verdad que las actuaciones de algunos de sus actores dejan bastante qué desear y que los diálogos a veces pueden ser muy mamalones y fuera de lugar. Nadie niega todo esto. Sin embargo, tiene otras cosas a su favor que poca gente ve y en las cuales no estaría de más enfocarse.
Recuerdo la primera vez que vi "La vida inmoral de la pareja ideal" en el Cinépolis de Acoxpa, con mi mamá. Era octubre del 2016 y yo acababa de salir de un proceso quirúrgico que me dejó más mal anímicamente que físicamente, a pesar de que ciertamente perdí una parte valiosa de mi cuerpo. Recuerdo que durante la función estuve riéndome como loca de peripecias que le ocurrían a los personajes que bien podrían ser comparables en comedia a escenas de películas como "The nice guys" o la saga de "La familia de mi novia", que disfruté inmensamente el soundtrack (y quedé traumada con "Estrechez de corazón", de Los Prisioneros, porque no podía ser de otro modo) y que, sobre todo, salí de la sala de cine con un buen sabor de boca no sólo por el romance de la historia que claramente terminaba en final feliz, sino por la sensación de que la película me había movido el tapete en lo concerniente al mensaje que trataba de transmitir.
¿Significa esto que todo me había parecido chingón? Claro que no. Para empezar me provocaron bastante conflicto los actores, pues mientras Ximena Romo se parecía claramente a Bárbara Mori, su versión mayor era Cecilia Suárez que nada qué pinches ver, y lo mismo pasaba con Sebastián Aguirre y su respectiva versión adulta. Y sí, la vi en otras dos ocasiones posteriores en las cuales les encontré mayores errores, como que la actuación de Ximena Romo la verdad dejaba mucho qué desear y que el personaje de Eréndira Ibarra era demasiado cliché y estereotipado, además de que ciertamente Mariana Treviño es irritante.
Pero no por eso dejé de verle cosas positivas, como las que ya señalé y, algo en lo que no me había fijado ni la primera ni la segunda vez que la vi pero sí en la tercera: la precisión que tiene Manolo Caro en materia de tiempo. Resulta que muchos críticos señalaron que el director estaba siendo incongruente, pues según la historia de los jóvenes protagonistas se desarrolla en la década de los 80 -y lo decían basándose en el peinado del personaje de Natasha Dupeyrón, solamente- pero que era estúpido que hubiesen pasado 25 años y ahora estuvieran en el 2016. Evidentemente no notaron que en una escena Natasha Dupeyrón va manejando el auto donde van todos los jóvenes y va escuchando la canción de "Amarillo azul", de Thalía, la cual se hizo popular en el año de 1991, año al cual, si le sumas 25 años, efectivamente da 2016. Nadie notó esto y, aunque es un detalle mínimo, es de agradecerse, pues ciertamente son cosas a las cuales casi nadie les da importancia.
En fin, que Manolo Caro tiene cosas positivas, o al menos fue lo que pude presenciar con éste, su último filme. Filme que, con todo y sus deficiencias, me gusta, me parece decente en comparación con otras aberraciones que se hacen en México como "Macho" (película que encabeza mi lista de más odiadas) o "Tres idiotas" y que muy seguramente influyó en que decidiera que ver una serie dirigida por Caro me pareciera una buena forma de perder mi tiempo, el cual ahora tengo por montones gracias a esa cosa tan hermosa llamada desempleo.
Y bueno, ¿qué puedo decirles tras haberla visto? ¿Es divertida?, sí. ¿Me encantó la escena de "Muévelo, muévelo, qué sabroso"?, sí. ¿Me desesperó el acento de Paulina de la Mora y acabé amándolo?, sí. ¿Verónica Castro no actúa tan chido ni jamás lo ha hecho?, eso ni negarlo. ¿Estoy hasta la madre de ver la cara de Aislinn Derbez?, sí, y por cierto que no creo ser la única. ¿La participación de Sheryl Rubio (¿y ésa quién es?, no se preocupen, hasta hace más de un año yo tampoco sabía y terminé sabiéndolo gracias a su crítica a 13RW, no a su talento) era innecesaria?, sí, como también lo era la de Juanpa Zurita en la serie de Luis Miguel (sí, la vi, ¿qué cosas, no?), pero qué se le va a hacer, bendita sea la profesión de influencer que te permite cobrar sólo por existir. ¿Se inspiró en "Esposas desesperadas"?, quizás, y eso no es malo; yo me voy a inspirar en "Repulsión" de Roman Polanski para hacer mi primer cortometraje y lo digo con orgullo, lo cual no significa que lo vaya a plagiar. ¿Es pretencioso que use flores como símbolos de lo que va a pasar en el episodio en cuestión? ¡hombre!, si me parece de lo más ingenioso y además está ad hoc con la temática de la serie, ¿por qué lo voy a criticar? Y bueno, sí, la neta sí me cagó la madre Julián, así como también amé a Diego (Diego, te apoyo, yo habría hecho lo mismo ALV).
Claro que puedo caer en los lugares comunes de la crítica o las opiniones que esta serie ha generado, pero...¿sería yo si lo hiciera? No. Prefiero hablar del buen diseño de la Intro porque no mames, la única serie original de Netflix que he visto que tiene una intro más chingona que ésa es "Bojak Horseman". Prefiero hablar de los escenarios, los cuales están bien hechos y se ven bonitos. Prefiero hablar de las situaciones surrealistas que se dan, como el cantar "Muévelo muévelo" en un funeral o que el padre de un quinceañero se llame María José porque cambió de sexo, y que tan te pueden sacar una carcajada como dejarte con sensación de "¿qué chingados?" y, sí, hasta de incomodidad. Pero, por sobre todo, prefiero hablar de los temas que aborda y el mensaje que transmite, si es que hay alguno.
Antes hablé del mensaje que me dejó "La vida inmoral de la pareja ideal" y que me movió el tapete una vez la terminé de ver. Yo soy, como cualquier ser humano, producto de mis circunstancias, las cuales han sido raras y sobre las cuales quizás hable más adelante en otra entrada; pero sólo para dar un contexto, diré que fui criada por padres que dejaron sus respectivas religiones (Testigos de Jehová por parte de él y Catolicismo por parte de ella), se hicieron vegetarianos por muchos años hasta que llegué yo, fueron mexica tiahuis, vivieron en unión libre (otra vez, hasta que llegué yo), estudiaron carreras universitarias en contra de la voluntad de sus padres y además del área de ciencias sociales, fueron tildados de hippies y degenerados por una sociedad que les fue hostil y llegaron a recibir burlas porque mientras ella trabajaba, él no, cuando las cosas debían ser al revés. Fui criada, pues, por personas que se rebelaron e incluso fueron tildadas de "liberales" (en el mal sentido, obvio) por la gente de su época pero que a fin de cuentas son 40 años mayores que yo, con todo lo que esto significa. Yo tengo, pues, una moralidad que entra en los estándares del conservadurismo: soy monógama por decisión y convicción tras vivir una época de disipación en la cual casi le soy infiel a un exnovio y en la cual me andaba viendo casi al mismo tiempo con dos personas con las cuales realmente no tenía ningún compromiso pero que de algún modo me hacían sentir culpable por lo que estaba haciendo y no por ellos, sino por mí. Así pues, cuando veo esta cinta en la cual los dos protagonistas hacen tríos como una forma de reafirmar el amor que sienten el uno por el otro y son tildados de inmorales a los pocos días de aquello cuando realmente su único pecado es ampliar su panorama y hacer un poco de juego tomándose fotos cachondas, no sólo salgo de la sala cuestionándome si de verdad es tan mala la apertura sexual sino con el convencimiento de que, si bien es cierto que hay parejas que son felices teniendo el coito normal, la confianza y el conocimiento del otro se refuerzan cuando ambas personas se dan la oportunidad de probar más cosas, aun cuando muchas de éstas sean consideradas como "inmorales" debido a los prejuicios de la sociedad (sí, es aquí cuando el título de la cinta tiene sentido).
Yo suelo agradecer y tenerle cariño a aquellos materiales que me hacen cuestionarme cosas sobre mi entorno o sobre mí misma y considero que tan sólo por eso valen la pena o pueden ocupar algún lugar dentro del canon a pesar de sus deficiencias. "La vida inmoral..." tiene muchas de estas últimas a nivel técnico e incluso a nivel actoral, pero la premisa como tal es buena, queda clara y es poco tratada en el cine mexicano cuando en realidad es algo de lo cual debería hablarse. Y bueno, Manolo Caro lo hizo.
Y también hizo lo propio con "La casa de las flores". No es como que solamente caiga en el cliché de cuestionar la sociedad de apariencias, algo que por cierto no es nuevo y hasta la peor telenovela de Televisa lo ha hecho alguna vez. Más que eso, expone que que cada miembro de una familia tiene sus demonios personales: el que no tiene sexualidad dudosa tiene vicios, o está en la encrucijada entre elegir el respeto o el amor, o tiene una doble vida, o simplemente secretos que no quiere que salgan a la luz. Expone también que a veces para salir de una crisis hay que hacer cosas que se salgan de lo políticamente correcto (como traicionar a la familia, comprarle cosas a la competencia o hasta ser narcomenudistas) y que no, la humanidad no se divide entre quién es bueno y quién es malo: hay gente que como tal no es mala pero hace cosas que sí lo parecen ya sea por impulsos primitivos, por debilidad, por necesidad, porque simple y llanamente tiene malos hábitos o porque a veces sólo de esa manera puede darse a respetar y ni modo, así es la vida. Expone la diversidad de creencias y se sale del típico lugar común que pone al catolicismo como única religión (cuando, en efecto, muchos de los ricos de México son ciertamente judíos). Expone a algunos elementos de la clase alta como lo que son: narcotraficantes que tienen parientes en la cárcel por secuestro y homicidio pero que van por la vida con bandera de "no rompo un plato". Expone, también, la discapacidad como lo que es: una condición física que no te vuelve mejor persona porque es...eso, una confición FÍ-SI-CA. Expone los pleitos que puede haber entre miembros de una familia por saber quién trabaja más, quién no, quién es más guapo, quién es más feo, quién se va a quedar con tal o cual cosa o quién se va a quedar sin nada. Entre otras cosas que se me quedan en el tintero.
Pero algo que considero más destacable que lo anterior: Caro toca temas tabúes sin caer en la satanización, en la victimización o en la caricatura. Hoy en día vivimos en la moda de hacer todo políticamente correcto -y no, no por ser feminista estoy a favor de esta nueva Inquisición, todo lo contrario- y de invertir las cosas como si ésa fuera la maldita solución a todo. ¿Antes se representaba a los gays como a los malos? bueno, pues ahora todos los gays serán buenos. ¿Antes la mujer era sojuzgada? bueno, pues ahora haremos que ellas den los putazos. Y no, no es así como las cosas funcionan: el pertenecer a un grupo marginado no te convierte necesariamente en el bueno de la historia y puedes ser tan hijo de puta como cualquiera e incluso más, pues la victimización es un primer paso para sentir que puedes hacer lo que te dé la puta gana o exigir derechos sin en cambio cumplir con tus respectivas obligaciones. Caro no cae en eso y es algo que se agradece: presenta a un personaje gay que caga la madre por encajoso y desleal vs. otro personaje también gay que aguanta mierdas y todo tipo de humillaciones en nombre del amor pero que al final saca las garras y cae a toda madre por eso; presenta, por otro lado, a un personaje transexual que es bueno en su profesión y que está dispuesto a ayudar a la familia pero que no por eso dejó de incurrir en el abandono familiar; presenta a un adolescente más traumatizado porque se quedó sin su perrito que porque el abuelo esté preso o su "papá" ahora tenga vagina porque da la casualidad de que no, lo peor que te puede pasar no es que a tu papá le gusten las pelucas o el maquillaje, aunque muchos te quieran convencer de lo contrario; y presenta a travestis e imitadores que, por muy grotescos que puedan lucir debido a sus facciones, saben que se están ganando el pan de manera honrada y que el imitar y personificar a alguien conlleva esfuerzo y talento, no sólo una cara bonita o un cuerpo escultural.
Hay otras cosas que presenta y que se le pueden loar: mujeres esforzándose por sacar a la familia y a sus seres queridos adelante aun si esto implica ciertas conductas cuestionables o renunciar a la zona de confort, autorrespeto ante situaciones denigrantes perpetradas por la gente a la cual queremos o apreciamos, aceptación hacia lo diferente después de un proceso de negación y quizás a regañadientes pero a fin de cuentas aceptación, unión familiar, solidaridad...
Pero lo principal: Caro está enfocado en cuestionar cosas que se dan por hecho y está presentando algo que, si bien ya ha sido expuesto antes y de maneras mucho más inteligentes, es relativamente novedoso en México, un país que cree que ha progresado en muchos aspectos y que no se acepta como conservador pero que innegablemente lo es y seguirá siéndolo por muchos años. Producciones como "La Rosa de Guadalupe" siguen presentando el status quo como lo que debe seguirse y sí, hay gente que critica duramente este tipo de programación, pero hay una gran cantidad de personas que la siguen y acatan. Hace dos años, casi inmediatamente después de que se estrenara "La vida inmoral..." se estrenó "Macho", una película de Antonio Serrano que no sólo transmite la idea absurda y estúpida de que los diseñadores de moda le deben su éxito a su homosexualidad y no a su talento sino que termina con un matrimonio polígamo que para empezar es imposible en circunstancias reales y que, más que una idea de liberalidad y apertura de mente transmite una idea de que gay=degenerado, sin mencionar que durante toda la cinta hay una fuerte homofobia que incluso se traduce en violencia y que nunca es criticada ni cuestionada. El año pasado se estrenó "Hazlo como hombre", una producción que, para variar, tiene a un protagonista homofóbico que trata de convencer a su amigo recién salido del clóset que pues...en el fondo seguramente es heterosexual y sólo está confundido.
¿Notan la gravedad de la situación? Es por este tipo de cosas que series como "La casa de las flores" hacen una diferencia. ¿Significa por eso que es buena? Desde luego que no, pero sí significa que la mayoría son mucho peores y que, en un país donde las pésimas representaciones abundan, se agradece una producción donde haya mayor equilibrio. Ésta es, en resumidas cuentas, la contribución de Manolo Caro en el mundo de las producciones mexicanas y, a lo que veo, será quien lleve la batuta en este tipo de cosas por un largo rato, al menos en el terreno de lo comercial, no me meteré en terrenos de producciones independientes o poco conocidas que seguramente abordarán estas cosas de mejor manera, o no. Por el momento, diré que me gustó "La casa de las flores" y que valió la pena perder dos días de mi vida con ella porque bueno, ya lo hice con la segunda temporada de "13RW", así que qué chingados.
Calificación: 7.

Segunda entrada tuya que leo esta noche, igual acierto con tus puntos de vista. Espero poder encontrarte en YouTube.
ResponderEliminar