domingo, 19 de agosto de 2018

Lo que nadie te dice sobre "La casa de las flores": el director, su contribución y los temas tabú

Durante estos días se ha vuelto tendencia la nueva serie original de Netflix hecha en México, "La casa de las flores", una producción del director Manolo Caro, el cual se ha dado a conocer, entre otras cosas, por trabajos como la adaptación a filme de la obra teatral "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas", películas como "Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando" y mi favorita: "La vida inmoral de la pareja ideal". Y bueno, las reacciones ante este fenómeno han sido, por demás, interesantes: están los que la han amado por considerarla divertida y que ya hasta han creado el #PaulinaDeLaMoraChallenge -que, básicamente, consiste en hablar como el personaje interpretado por la actriz Cecilia Suárez- y están, por otro lado, los que la han catalogado como la peor serie de Netflix por mucho, quizás sólo empatada con la bioserie de Luis Miguel, de lo cual se deduce que esta producción sólo provoca dos reacciones en la gente: o la aman o la odian, no hay medias tintas, y me parece que ya por este simple hecho estamos ante algo de lo cual vale la pena hablar.


La gente que me sigue en Twitter -mi red social por excelencia, por si no lo sabían- seguro que ya vio de primera mano mi posicionamiento frente a esta serie, la cual empecé a ver justo el pasado domingo y terminé el lunes en la noche. Quienes me conocen seguramente saben que no soy muy de subirme al tren del mame del momento y no tanto porque me guste llevar la contra (que sí. a veces sí, pero no siempre) sino porque me molesta la idea de tener que hacer algo para no sentirme mal o fuera de tono cuando las cosas siempre deberían hacerse cuando uno se siente preparado y cómodo para hacerlas. Sin embargo, en cuanto vi el tráiler de "La casa de las flores", algunas entrevistas de Youtube hechas a las protagonistas de la serie y además vi que el creador era Manolo Caro decidí que la vería en cuanto tuviera la oportunidad. De hecho, es casi seguro que fue este último dato el que me convenció, más que cualquiera de los anteriores.

Quien esté leyendo esta entrada se estará preguntando por qué ver una serie por el director y más aun cuando dicho director no tiene la mejor fama ni tampoco es uno de los prodigios que esté dando este país y, muy por el contrario, tiene producciones con buena intención pero no muy buena ejecución, es tildado de wanabi por la crítica e incluso apodado como el "Pedro Almodóvar mexicano, versión chafa".

Y bueno, ciertamente no están tan errados los que escriben o piensan todas estas cosas. Es verdad, Manolo Caro no es una chingonería. Sí, también es verdad que sería mejor director teatral que cinematográfico. Definitivamente es verdad que las actuaciones de algunos de sus actores dejan bastante qué desear y que los diálogos a veces pueden ser muy mamalones y fuera de lugar. Nadie niega todo esto. Sin embargo, tiene otras cosas a su favor que poca gente ve y en las cuales no estaría de más enfocarse.

Recuerdo la primera vez que vi "La vida inmoral de la pareja ideal" en el Cinépolis de Acoxpa, con mi mamá. Era octubre del 2016 y yo acababa de salir de un proceso quirúrgico que me dejó más mal anímicamente que físicamente, a pesar de que ciertamente perdí una parte valiosa de mi cuerpo. Recuerdo que durante la función estuve riéndome como loca de peripecias que le ocurrían a los personajes que bien podrían ser comparables en comedia a escenas de películas como "The nice guys" o la saga de "La familia de mi novia", que disfruté inmensamente el soundtrack (y quedé traumada con "Estrechez de corazón", de Los Prisioneros, porque no podía ser de otro modo) y que, sobre todo, salí de la sala de cine con un buen sabor de boca no sólo por el romance de la historia que claramente terminaba en final feliz, sino por la sensación de que la película me había movido el tapete en lo concerniente al mensaje que trataba de transmitir.

¿Significa esto que todo me había parecido chingón? Claro que no. Para empezar me provocaron bastante conflicto los actores, pues mientras Ximena Romo se parecía claramente a Bárbara Mori, su versión mayor era Cecilia Suárez que nada qué pinches ver, y lo mismo pasaba con Sebastián Aguirre y su respectiva versión adulta. Y sí, la vi en otras dos ocasiones posteriores en las cuales les encontré mayores errores, como que la actuación de Ximena Romo la verdad dejaba mucho qué desear y que el personaje de Eréndira Ibarra era demasiado cliché y estereotipado, además de que ciertamente Mariana Treviño es irritante.

Pero no por eso dejé de verle cosas positivas, como las que ya señalé y, algo en lo que no me había fijado ni la primera ni la segunda vez que la vi pero sí en la tercera: la precisión que tiene Manolo Caro en materia de tiempo. Resulta que muchos críticos señalaron que el director estaba siendo incongruente, pues según la historia de los jóvenes protagonistas se desarrolla en la década de los 80 -y lo decían basándose en el peinado del personaje de Natasha Dupeyrón, solamente- pero que era estúpido que hubiesen pasado 25 años y ahora estuvieran en el 2016. Evidentemente no notaron que en una escena Natasha Dupeyrón va manejando el auto donde van todos los jóvenes y va escuchando la canción de "Amarillo azul", de Thalía, la cual se hizo popular en el año de 1991, año al cual, si le sumas 25 años, efectivamente da 2016. Nadie notó esto y, aunque es un detalle mínimo, es de agradecerse, pues ciertamente son cosas a las cuales casi nadie les da importancia.

En fin, que Manolo Caro tiene cosas positivas, o al menos fue lo que pude presenciar con éste, su último filme. Filme que, con todo y sus deficiencias, me gusta, me parece decente en comparación con otras aberraciones que se hacen en México como "Macho" (película que encabeza mi lista de más odiadas) o "Tres idiotas" y que muy seguramente influyó en que decidiera que ver una serie dirigida por Caro me pareciera una buena forma de perder mi tiempo, el cual ahora tengo por montones gracias a esa cosa tan hermosa llamada desempleo.

Y bueno, ¿qué puedo decirles tras haberla visto? ¿Es divertida?, sí. ¿Me encantó la escena de "Muévelo, muévelo, qué sabroso"?, sí. ¿Me desesperó el acento de Paulina de la Mora y acabé amándolo?, sí. ¿Verónica Castro no actúa tan chido ni jamás lo ha hecho?, eso ni negarlo. ¿Estoy hasta la madre de ver la cara de Aislinn Derbez?, sí, y por cierto que no creo ser la única. ¿La participación de Sheryl Rubio (¿y ésa quién es?, no se preocupen, hasta hace más de un año yo tampoco sabía y terminé sabiéndolo gracias a su crítica a 13RW, no a su talento) era innecesaria?, sí, como también lo era la de Juanpa Zurita en la serie de Luis Miguel (sí, la vi, ¿qué cosas, no?), pero qué se le va a hacer, bendita sea la profesión de influencer que te permite cobrar sólo por existir. ¿Se inspiró en "Esposas desesperadas"?, quizás, y eso no es malo; yo me voy a inspirar en "Repulsión" de Roman Polanski para hacer mi primer cortometraje y lo digo con orgullo, lo cual no significa que lo vaya a plagiar. ¿Es pretencioso que use flores como símbolos de lo que va a pasar en el episodio en cuestión? ¡hombre!, si me parece de lo más ingenioso y además está ad hoc con la temática de la serie, ¿por qué lo voy a criticar? Y bueno, sí, la neta sí me cagó la madre Julián, así como también amé a Diego (Diego, te apoyo, yo habría hecho lo mismo ALV).

Claro que puedo caer en los lugares comunes de la crítica o las opiniones que esta serie ha generado, pero...¿sería yo si lo hiciera? No. Prefiero hablar del buen diseño de la Intro porque no mames, la única serie original de Netflix que he visto que tiene una intro más chingona que ésa es "Bojak Horseman". Prefiero hablar de los escenarios, los cuales están bien hechos y se ven bonitos. Prefiero hablar de las situaciones surrealistas que se dan, como el cantar "Muévelo muévelo" en un funeral o que el padre de un quinceañero se llame María José porque cambió de sexo, y que tan te pueden sacar una carcajada como dejarte con sensación de "¿qué chingados?" y, sí, hasta de incomodidad. Pero, por sobre todo, prefiero hablar de los temas que aborda y el mensaje que transmite, si es que hay alguno.

Antes hablé del mensaje que me dejó "La vida inmoral de la pareja ideal" y que me movió el tapete una vez la terminé de ver. Yo soy, como cualquier ser humano, producto de mis circunstancias, las cuales han sido raras y sobre las cuales quizás hable más adelante en otra entrada; pero sólo para dar un contexto, diré que fui criada por padres que dejaron sus respectivas religiones (Testigos de Jehová por parte de él y Catolicismo por parte de ella), se hicieron vegetarianos por muchos años hasta que llegué yo, fueron mexica tiahuis, vivieron en unión libre (otra vez, hasta que llegué yo), estudiaron carreras universitarias en contra de la voluntad de sus padres y además del área de ciencias sociales, fueron tildados de hippies y degenerados por una sociedad que les fue hostil y llegaron a recibir burlas porque mientras ella trabajaba, él no, cuando las cosas debían ser al revés. Fui criada, pues, por personas que se rebelaron e incluso fueron tildadas de "liberales" (en el mal sentido, obvio) por la gente de su época pero que a fin de cuentas son 40 años mayores que yo, con todo lo que esto significa. Yo tengo, pues, una moralidad que entra en los estándares del conservadurismo: soy monógama por decisión y convicción tras vivir una época de disipación en la cual casi le soy infiel a un exnovio y en la cual me andaba viendo casi al mismo tiempo con dos personas con las cuales realmente no tenía ningún compromiso pero que de algún modo me hacían sentir culpable por lo que estaba haciendo y no por ellos, sino por mí. Así pues, cuando veo esta cinta en la cual los dos protagonistas hacen tríos como una forma de reafirmar el amor que sienten el uno por el otro y son tildados de inmorales a los pocos días de aquello cuando realmente su único pecado es ampliar su panorama y hacer un poco de juego tomándose fotos cachondas, no sólo salgo de la sala cuestionándome si de verdad es tan mala la apertura sexual sino con el convencimiento de que, si bien es cierto que hay parejas que son felices teniendo el coito normal, la confianza y el conocimiento del otro se refuerzan cuando ambas personas se dan la oportunidad de probar más cosas, aun cuando muchas de éstas sean consideradas como "inmorales" debido a los prejuicios de la sociedad (sí, es aquí cuando el título de la cinta tiene sentido).

Yo suelo agradecer y tenerle cariño a aquellos materiales que me hacen cuestionarme cosas sobre mi entorno o sobre mí misma y considero que tan sólo por eso valen la pena o pueden ocupar algún lugar dentro del canon a pesar de sus deficiencias. "La vida inmoral..." tiene muchas de estas últimas a nivel técnico e incluso a nivel actoral, pero la premisa como tal es buena, queda clara y es poco tratada en el cine mexicano cuando en realidad es algo de lo cual debería hablarse. Y bueno, Manolo Caro lo hizo.

Y también hizo lo propio con "La casa de las flores". No es como que solamente caiga en el cliché de cuestionar la sociedad de apariencias, algo que por cierto no es nuevo y hasta la peor telenovela de Televisa lo ha hecho alguna vez. Más que eso, expone que que cada miembro de una familia tiene sus demonios personales: el que no tiene sexualidad dudosa tiene vicios, o está en la encrucijada entre elegir el respeto o el amor, o tiene una doble vida, o simplemente secretos que no quiere que salgan a la luz. Expone también que a veces para salir de una crisis hay que hacer cosas que se salgan de lo políticamente correcto (como traicionar a la familia, comprarle cosas a la competencia o hasta ser narcomenudistas) y que no, la humanidad no se divide entre quién es bueno y quién es malo: hay gente que como tal no es mala pero hace cosas que sí lo parecen ya sea por impulsos primitivos, por debilidad, por necesidad, porque simple y llanamente tiene malos hábitos o porque a veces sólo de esa manera puede darse a respetar y ni modo, así es la vida. Expone la diversidad de creencias y se sale del típico lugar común que pone al catolicismo como única religión (cuando, en efecto, muchos de los ricos de México son ciertamente judíos). Expone a algunos elementos de la clase alta como lo que son: narcotraficantes que tienen parientes en la cárcel por secuestro y homicidio pero que van por la vida con bandera de "no rompo un plato". Expone, también, la discapacidad como lo que es: una condición física que no te vuelve mejor persona porque es...eso, una confición FÍ-SI-CA. Expone los pleitos que puede haber entre miembros de una familia por saber quién trabaja más, quién no, quién es más guapo, quién es más feo, quién se va a quedar con tal o cual cosa o quién se va a quedar sin nada. Entre otras cosas que se me quedan en el tintero.

Pero algo que considero más destacable que lo anterior: Caro toca temas tabúes sin caer en la satanización, en la victimización o en la caricatura. Hoy en día vivimos en la moda de hacer todo políticamente correcto -y no, no por ser feminista estoy a favor de esta nueva Inquisición, todo lo contrario- y de invertir las cosas como si ésa fuera la maldita solución a todo. ¿Antes se representaba a los gays como a los malos? bueno, pues ahora todos los gays serán buenos. ¿Antes la mujer era sojuzgada? bueno, pues ahora haremos que ellas den los putazos. Y no, no es así como las cosas funcionan: el pertenecer a un grupo marginado no te convierte necesariamente en el bueno de la historia y puedes ser tan hijo de puta como cualquiera e incluso más, pues la victimización es un primer paso para sentir que puedes hacer lo que te dé la puta gana o exigir derechos sin en cambio cumplir con tus respectivas obligaciones. Caro no cae en eso y es algo que se agradece: presenta a un personaje gay que caga la madre por encajoso y desleal vs. otro personaje también gay que aguanta mierdas y todo tipo de humillaciones en nombre del amor pero que al final saca las garras y cae a toda madre por eso; presenta, por otro lado, a un personaje transexual que es bueno en su profesión y que está dispuesto a ayudar a la familia pero que no por eso dejó de incurrir en el abandono familiar; presenta a un adolescente más traumatizado porque se quedó sin su perrito que porque el abuelo esté preso o su "papá" ahora tenga vagina porque da la casualidad de que no, lo peor que te puede pasar no es que a tu papá le gusten las pelucas o el maquillaje, aunque muchos te quieran convencer de lo contrario; y presenta a travestis e imitadores que, por muy grotescos que puedan lucir debido a sus facciones, saben que se están ganando el pan de manera honrada y que el imitar y personificar a alguien conlleva esfuerzo y talento, no sólo una cara bonita o un cuerpo escultural.

Hay otras cosas que presenta y que se le pueden loar: mujeres esforzándose por sacar a la familia y a sus seres queridos adelante aun si esto implica ciertas conductas cuestionables o renunciar a la zona de confort, autorrespeto ante situaciones denigrantes perpetradas por la gente a la cual queremos o apreciamos, aceptación hacia lo diferente después de un proceso de negación y quizás a regañadientes pero a fin de cuentas aceptación, unión familiar, solidaridad...

Pero lo principal: Caro está enfocado en cuestionar cosas que se dan por hecho y está presentando algo que, si bien ya ha sido expuesto antes y de maneras mucho más inteligentes, es relativamente novedoso en México, un país que cree que ha progresado en muchos aspectos y que no se acepta como conservador pero que innegablemente lo es y seguirá siéndolo por muchos años. Producciones como "La Rosa de Guadalupe" siguen presentando el status quo como lo que debe seguirse y sí, hay gente que critica duramente este tipo de programación, pero hay una gran cantidad de personas que la siguen y acatan. Hace dos años, casi inmediatamente después de que se estrenara "La vida inmoral..." se estrenó "Macho", una película de Antonio Serrano que no sólo transmite la idea absurda y estúpida de que los diseñadores de moda le deben su éxito a su homosexualidad y no a su talento sino que termina con un matrimonio polígamo que para empezar es imposible en circunstancias reales y que, más que una idea de liberalidad y apertura de mente transmite una idea de que gay=degenerado, sin mencionar que durante toda la cinta hay una fuerte homofobia que incluso se traduce en violencia y que nunca es criticada ni cuestionada. El año pasado se estrenó "Hazlo como hombre", una producción que, para variar, tiene a un protagonista homofóbico que trata de convencer a su amigo recién salido del clóset que pues...en el fondo seguramente es heterosexual y sólo está confundido.

¿Notan la gravedad de la situación? Es por este tipo de cosas que series como "La casa de las flores" hacen una diferencia. ¿Significa por eso que es buena? Desde luego que no, pero sí significa que la mayoría son mucho peores y que, en un país donde las pésimas representaciones abundan, se agradece una producción donde haya mayor equilibrio. Ésta es, en resumidas cuentas, la contribución de Manolo Caro en el mundo de las producciones mexicanas y, a lo que veo, será quien lleve la batuta en este tipo de cosas por un largo rato, al menos en el terreno de lo comercial, no me meteré en terrenos de producciones independientes o poco conocidas que seguramente abordarán estas cosas de mejor manera, o no. Por el momento, diré que me gustó "La casa de las flores" y que valió la pena perder dos días de mi vida con ella porque bueno, ya lo hice con la segunda temporada de "13RW", así que qué chingados.

Calificación: 7.

viernes, 10 de agosto de 2018

Lo que nadie te dice sobre "Fuerza de mujer": lo que implica ser mujer y la sororidad


Okey, comenzaré esta entrada diciendo que tengo una relación amor-odio con las telenovelas turcas. Supongo que me pasó con ellas lo que suele pasarnos a muchos con un escritor que nos gusta, con un crush/amor platónico, con un profesor que nos marca o con alguna persona que admiramos: asumimos que por tener tal o cual característica o poseer ciertas cosas que nosotros no poseemos pero que deseamos (llámese conocimientos, físico, porte, elegancia, talento, o qué sé yo) entonces debe ser perfecto y en cuanto la caga decidimos que es su culpa por no cubrir nuestras expectativas en vez de ser un poco más maduros y aceptar que nosotros fuimos los pendejos por hacernos chaquetas mentales y proyectar en otros nuestros traumas o carencias.

Eso fue lo que me pasó con estas producciones, las cuales creo llegaron oficialmente a mi país con la transmisión de "¿Qué culpa tiene Fatmagul?" en lo que en ese entonces todavía era el canal 13, ahí por el año 2015, y que contaba la historia de Fatmagul, una adolescente enamorada de su prometido Mustafá que ya está por casarse con él y ya hasta tiene preparada la dote pero que un día sale de noche y es violada por cuatro mirreyes que están acompañados por Kerim, un tipo pobre que se enamora de Fatmagul en cuanto la ve y que como tal no la ultraja, pero sí es complice de quienes lo hacen, por lo cual, ya que la aristocracia es la aristocracia aquí y en China (en este caso en Turquía, LOL) y, como tal, siempre se sale con la suya con ayuda de papá dinero, se llega al acuerdo de que Kerim se case con Fatmagul, a lo que ésta accede porque su querido prometido ya la rechazó porque ha sido deshonrada (#onvres) y porque, dada la violencia de la cual fue víctima, está traumada, odia la vida y ya se resignó a que ésta será un puto asco de ahí en adelante, así que qué más da casarse con alguien que odia aunque no le haya hecho nada (porque bueno, tampoco hizo nada por evitar que la lastimaran) y renunciar al amor, que por ahora ya le demostró que no existe.

Yo recibí la noticia de que se estrenaría "¿Qué culpa tiene Fatmagul?" con alegría porque bueno, la cultura musulmana es una de las cosas que más me llaman la atención como materia de estudio y hasta de posible especialización si es que me animo a hacer el posgrado. Así que, comprenderán que la llegada de producciones provenientes de un país musulmán era como un regalo a mi espíritu y que, finalmente más pendeja en ese entonces que ahorita, asumí por default que todas las producciones turcas serían una genialidad porque bueno, la cultura donde se producen es fascinante, ¿no? Ésa era mi lógica pendeja.

Y bueno, ciertamente Fatmagul no me decepcionó, si bien debo admitir que me llegó a desesperar más de una vez por la lentitud con la cual avanzaba la historia y porque honestamente la alargaron más de lo que tendrían que haberlo hecho, muy seguramente por cuestiones de dinero y no porque la trama así lo requiriera. Pero en sí hablaba de un tema sobre el cual valía mucho la pena hablar (la cultura de la violación) y daba un mensaje de esperanza: sí, ser ultrajado duele, destruye vidas y sueños, hace que la gente que supuestamente te amaba se aleje de ti y te dé la espalda pero siempre habrá alguien que te quiera y apoye como la familia o los amigos, y quien te ame y de verdad tenga ganas de estar contigo y hacerte feliz podrá, si no quitarte el trauma (porque los traumas no se quitan), sí hacértelo más llevadero y ayudarte a que tu vida sea relativamente normal, aunque nunca vuelva a serlo del todo.

Pero no todas las series tienen la intención de Fatmagul. Algunas simplemente entretienen -lo cual no es malo tampoco- y algunas que ni siquiera deberían existir nos hacen la maldita grosería no sólo de seguir existiendo sino de alargarse infinitamente hasta lograr que una historia que originalmente no tenía puto sentido simplemente se convierta en una caricatura de sí misma con el paso del tiempo. El ejemplo que creo mejor describe esto es "Elif", un churrazo insufrible que bien podría ser el "María la del Barrio" de Turquía y ni siquiera eso, porque por lo menos Soraya pasará a la historia por ser la villana más pinche sobreactuada y absurda de la televisión pero que precisamente por eso mismo se volvió buena, por todas las carcajadas que nos sacó pasados los años, algo que no podrá presumir Arzú, que es desangelada y que para todo tiene la maldita puta expresión, esté enojada, esté feliz o esté cansada.

"Elif", para los que no estén familiarizados con el tema, habla de una escuincla de aproximadamente seis años que siempre está peinada con unas trencitas súper monas y que es hija de Melec, una mamá joven que bien parece hermana de su cría y que tuvo sus queveres con un mirrey llamado Kenán, que es, adivinaron, el papá de la bendición. Kenán estaba enamorado de Melec pero la mamá y Arzú metieron su cuchara para que no se quedaran juntos, así que terminó casado con Arzú, con quien tuvo otra hija (cuyo nombre ya olvidé y que no voy a buscar en Wikipedia, faltaba más) y pues...prácticamente toda la trama gira en torno a que Arzú no quiere que Kenán sepa que Elif es su hija a pesar de que en determinado momento de la historia todos los que viven en la casa de Kenán lo saben menos él porque bueno...supongo que en las casas ricas de Turquía la gente sí sabe guardar secretos celosamente o no sé. O bueno, hasta donde me quedé ésa era la puta historia, la verdad es que ya nadie en mi casa la ve desde que la jefa descubrió que existen como cuatro temporadas y que la telenovela termina cuando Elif ya es adolescente y pues...no mamen, si verla como niña es insoportable, no la quiero ver cuando esté en la edad de la punzada, gracias.

Historias como "Elif" hicieron que las telenovelas turcas se me cayeran del pedestal y no porque todas sean malas, sino porque simplemente descubrí que no todas son tan buenas como en un inicio pensé movida por mis prejuicios de "pertenece de la cultura musulmana=me va a gustar". Así pues, en cierto momento volví a mi antipatía de ignorar la programación de la televisión abierta porque bueno, de por sí nunca he sido muy de regirme por los horarios de la tele abierta, prefiero los DVDs en mi laptop o el internet. Así pues, comencé a ignorar las telenovelas turcas como ya lo hacía con las de aquí y volví a mis hábitos comunes: leer algún PDF, ver algo en Netflix, jugar Bubble Witch, ver Youtube, escribir guiones, grabar, escribir otras cosas, editar.

Y luego llegó "Fuerza de mujer".

"Fuerza de mujer" es una producción turca del 2017 basada en la producción japonesa "Woman" (porque sí, los refritos no son exclusivos de América Latina) y que empezó a ser retransmitida en México este año. La versión turca -que es la única que conozco- cuenta la historia de Bahar, una mujer joven madre de dos niños que ha quedado viuda y que ciertamente no ha tenido una vida fácil, pues la mamá la abandonó cuando era niña, su hermana menor la odia y, para acabarla de joder, parece ser que su difunto esposo la engañaba ni más ni menos que con la hermana que la odia. Y por si esto no fuera suficiente, se enferma de cáncer conforme la trama avanza.

Esta producción llegó a mi vida por casualidad. Mi madre estaba viendo alguna tontería del canal 2 (quizás "Tenías que ser tú", la verdad no recuerdo bien) y, cuando dicha tontería terminó, le cambió al 1.1, donde estaba "Fuerza de mujer". Y bueno, bien a bien no sé si fue la idea de una mujer pasándola mal y aun así sacando adelante a los niños y viéndole el lado amable a las cosas (que tampoco es algo que no haya visto antes en algún otro lado porque de hecho suele ser un cliché o lugar común) o la villana que físicamente me recordó a mi cuñada, pero el punto es que me llamó la atención y quise seguir la historia.

Y bueno, qué les cuento, no es tampoco lo mejor que haya visto ni está exento de fallas (de las cuales hablaré más adelante), pero sí me he llevado bastantes sorpresas agradables, y para que lo diga alguien de 26 años que cada día está más amargado, que cada vez es más duro en las críticas y que sinceramente ya no cae con facilidad ni en la trampa de las producciones de Pixar (ya no se diga de las telenovelas), es que la cosa está grave.

Para empezar, llama la atención el modo en el cual se representan, de una manera creo yo no romántica ni idealista sino más bien bastante cruda, las dificultades de lo que ser mujer. Tenemos a Bahar, la protagonista, que es mamá viuda de dos niños, una niña de aproximadamente nueve años y un pequeño de tres o cuatro; no se nos presenta como un personaje preparado o que haya ido a la escuela sino como alguien que debe ganarse el sustento trabajando en un taller de costura en condiciones poco óptimas con una jefa abusiva y que, no conforme con eso, se enferma de leucemia y debe seguir trabajando y fingir ante sus hijos que todo está bien y que nada importa. Tenemos también a Ceyda, una mujer representada como alguien ordinario y burdo (según los estándares de dicho país, cabe aclarar) pero de buenos sentimientos que, como todas, tiene sueños: ser cantante, dar shows y ganar el suficiente dinero para poder criar a su hijo, al cual se le ha impedido estar con su mamá y está recluido con su abuela. Está también Yeliz, una mujer que se casó con un hombre rico pero que conforme avanza la historia se ha visto obligada a separarse de él por "deshonrarlo" y a comenzar desde cero rascándose ella sola con sus propias uñas. Todas ellas tienen condiciones diferentes, circunstancias diferentes e, incluso en el caso de Yeliz, posiciones sociales diferentes, mas no por eso dejan de tener sus propias problemáticas ni dejan de lidiar con la complejidad de lo que es ser mujer, mamá y pobre en en un país sí, progresista para ser musulmán, pero donde tampoco existen las mejores oportunidades.

Yo, como mujer de 26 años que no se ha encontrado en ninguna de las situaciones anteriormente distintas, he logrado empatizar con cada uno de los problemas. He estado a punto de llorar sólo por ver a Bahar tratanto de cargar a su hijo pequeño para que éste esté feliz aun cuando su cuerpo está lleno de moretones debido a la leucemia y aun cuando, precisamente por esto, siente mucho dolor pero trata de que el nene no lo note aunque nosotros como espectadores sí lo notemos  y pensemos "diablos, qué feo que ni a su hijo pueda cargar sin sufrir".  Me he sentido mal cuando Ceyda tira la casa por la ventana comprando juguetes y decorando la casa para su hijo que supuestamente la va a ir a visitar sólo para terminar viendo su cara que pasa de la completa euforia al sufrimiento cuando le anuncian que el crío siempre no la irá a ver porque a la abuela no le dio la gana que así fuera. He hecho corajes cuando Yeliz, cuyo "error imperdonable" sólo fue visitar junto con Ceyda a la hermana menor de Bahar, Sirin, para ir a golpearla en un gesto de solidaridad con su amiga que ha sido víctima de traición familiar, es abandonada por el esposo rico por el "deshonor" que dicho gesto le trae, dejándola con sus hijos y a su suerte. 

Y no, ésta no es, ciertamente, una producción que presente situaciones trágicas encadenadas en las cuales, ni bien se resuelve un conflicto y ya hay otro y gracias a las cuales el protagonista no tiene ni un maldito respiro ni tampoco un mínimo instante de tranquilidad. Una producción que bien podría entrar en este esquema sería la ya mencionada "Elif", donde la pinche escuincla o su mamá recién salieron de un pedo y ya se metieron en otro, completamente gratuito, sin puto sentido, sin que la maldita historia realmente lo requiera, pero que se necesita para que el espectador pase toda la pinche telenovela diciendo "ay, pobrecitos, cómo sufren". No es, por cierto, el caso de "Fuerza de mujer", donde sí hay crudeza y donde la compasión no llega realmente a la lástima, sino hasta a la admiración, a la sensación de "carajo, y yo quejándome por pendejadas y mira a esta persona, muriéndose del dolor y aun así queriendo hacer feliz a su nene".

Pero retomemos lo mencionado en el párrafo anterior para hablar del segundo aspecto que considero fascinante y hasta aplaudible de esta telenovela. Comenté que "Fuerza de mujer", a pesar de presentar situaciones que mueven a la compasión y hasta a la lágrima viva, no recurre al sentimentalismo burdo y a la tragedia gratuita para lograrlas; muy por el contrario, es una serie optimista en muchos aspectos y que transmite un mensaje de solidaridad y apoyo entre todos sus personajes en general pero entre mujeres en lo particular.

Bahar es viuda; Ceyda es mamá soltera que a veces se ve involucrada con un tipo mayor que ella al cual realmente no quiere pero que posee privilegios por encima de los que ella tiene y que, bien que mal, pueden favorecerla, pero también perjudicarla; Yeliz ha sido rechazada por su marido por un error que ha cometido. Pero...¿eso las detiene? No, porque ellas mismas lo dicen constantemente a lo largo de la serie: "nos tenemos las unas a las otras, así que hay que unirnos". Y lo hacen: Bahar y Ceyda ayudan a Yeliz en su vida de nueva pobre, Ceyda y Yeliz están dispuestas a partirle la madre a Sirin por traicionar a Bahar, Bahar y Yeliz son apoyo moral de Ceyda cuando está triste, Ceyda es capaz de darle trabajo a las dos si surge una oportunidad. Aunque tampoco es como que la sororidad se limite a ellas tres: las compañeras de trabajo de Bahar son solidarias con ella, están dispuestas a fletarse lo que a ella le corresponda de trabajo sólo para que pueda descansar, pues está enferma y constantemente se agota o pierde defensas. Es un mensaje precioso que sí, me hace sentir bien, para qué les miento.

¿Esto quiere decir que son unas matriarcas misándricas que rechazan a los hombres o los excluyen? Para nada; muy por el contrario, los buenos elementos masculinos ahí están: Arif, el enamorado de Bahar, está dispuesto a ayudarla a ella y a Enver, su padrastro; Enver, por otro lado, está dispuesto a trabajar duro como sastre para que ayudar a Bahar económicamente y para solidarizarse también con Ceyda y Yeliz, a quienes está empezando a querer como si fueran de su familia. Esta telenovela y las relaciones que presenta entre sus personajes es algo muy necesario en este mundo hermético e intolerante y honestamente me alegra encontrar producciones que transmitan este tipo de cosas positivas sin dejar por eso de lado lo oscuro y crudo de la realidad y la humanidad.

Ahora, ¿con esto quiero decir que es perfecta? Por supuesto que no, en lo más mínimo. Ya dije que tiene fallas y no precisamente perdonables. Para empezar, saca bastante de onda la relación entre Bahar y su hermana Sirin, quien, sólo para poner en contexto, ha tenido muchos más privilegios no sólo porque sí tuvo la fortuna de crecer con su familia mientras la hermana era abandonada, sino porque actualmente estudia arte en la universidad, algo a lo cual Bahar aparentemente no tuvo acceso. El mensaje de sororidad puede caerse cuando se presenta esta relación, pues Bahar en cuanto sabe la traición de su esposo y su hermana decide, sí, pensar mal de Sarp y tirarlo del pedestal en el cual lo tuvo, pero también irse contra la hermana y decirle que "Sarp jamás se habría enamorado de alguien como ella" como si la culpa fuera totalmente de ella y no de él. En lo personal me siento bastante incómoda con esta visión de las cosas, si bien es cierto que el personaje de Sirin no cae muy simpático por envidioso y psicópata, pues Bahar tampoco se ve muy bien adoptando esta actitud de culparla por todo. Y bueno, tampoco me encanta la idea de que dos mujeres ataquen a otra mujer y se le vayan a los madrazos, por muy reprobable que haya sido la conducta de esta última, pues igual es como si se decidiera pasar por alto que el hombre también es responsable en la infidelidad.

Pero bueno, en general se salva. Conmueve cuando debe conmover y hace sentir bien cuando debe hacerlo. Tiene su dosis necesaria de cursilería y romanticismo pero también de cruda realidad. Y, sobre todo, es una telenovela que, como Fatmagul, da un mensaje de esperanza no sólo por la solidaridad entre todos los personajes y la sororidad, sino por la idea de que no importa si se te murió algún ser querido o te abandonaron, nunca estarás solo.

Hoy termina la primera temporada de esta telenovela que, al menos por ahora, me hizo recuperar la fe en las producciones turcas. Es muy probable que, dado el éxito, se alargue absurdamente o se prostituya la idea original en nombre de tener a la audiencia enajenada. No lo sé, habría que esperar a la segunda temporada, si es que deciden transmitirla en el 1.1 como la primera y si es que llega después del bodrio que seguramente será "Rosario Tijeras 2" (del cual no quiero ni hablar y sobre el cual pretendo fingir que no existe). Sin embargo, en lo que espero, seguiré diciendo que éstas son las telenovelas que realmente valen la pena y que, como ya dije, me devuelven la fe en el género del teledrama, más específicamente en el teledrama medio-oriental, sobre todo considerando su contexto y su geografía.

Calificación: 8.7.